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viernes, diciembre 11, 2009
la isla renovable
La isla de Samsø está entre Dinamarca y Suecia, genera toda la electricidad que necesita con biodiésel, molinos y paneles. Sus habitantes son ejemplo para Dinamarca y además ganan dinero.
Tras desenroscar el tapón del depósito de combustible de su tractor, Erik Koch coge con el dedo un poco de carburante y se lo mete en la boca: “El sabor es bueno”. Este granjero danés de 64 años debe ocuparse a diario de sus 11 vacas y sus campos para forraje en la pequeña isla de Samsø, pero su verdadera pasión es la energía.
Hasta tal punto, que ha convertido la granja en la que vive en una especie de laboratorio de energías renovables: en el establo fabrica él mismo aceite de colza que luego transforma en biodiésel, en su tejado tiene a la vez colectores solares de agua caliente y placas fotovoltaicas, y tras una puerta presenta orgulloso la caldera de biomasa que mantiene su hogar a salvo del viento gélido de estas tierras. “El mejor negocio son los molinos de viento“, comenta Koch, que ahora tiene una nueva idea metida en la cabeza: “quiero comprarme un coche eléctrico“. El mal que sufre Erik resulta bastante común en la que en Dinamarca se conoce como la isla de las energías renovables.
Situada a unos 150 kilómetros de Copenhague, en el mar del Norte, Samsø es famosa por un proyecto comenzado en 1997 para llegar a ser autosuficiente con energías limpias. Y no está muy lejos de conseguirlo. Esta diminuta isla de campos verdes, salpicados de granjas y pequeñas casas, cuenta en tierra con 11 molinos de viento (de un megavatio) que pueden llegar a cubrir ellos solos toda la demanda de electricidad y con centrales de biomasa para calefacción que, junto con un parque de 2.500 metros cuadrados de colectores solares y otros sistemas, producen el 70% del calor que necesitan.
Tras más de 10 años, lo que no han conseguido cambiar ha sido la dependencia de petróleo del transporte. Sin embargo, a 3,5 kilómetros al sur de sus costas, disponen de 10 gigantescas turbinas (de 2,3 megavatios) con las que compensan todas las emisiones generadas por los vehículos a motor e incluso por los transbordadores que conectan la isla.
¿Qué pasa cuando no sopla el viento?
Samsø sigue enganchada al cable de la red eléctrica del país por si hace falta. Eso sí, suelen ser muchos más los kilovatios que salen de la isla que los que entran. “En Dinamarca son muy conocidas las patatas de Samsø, pero tenemos un secreto: exportamos mucha más electricidad que patatas”, incide Frank Mundt, un profesor de la isla, también nuevo entusiasta de estas energías.
Como cuenta, en estas tierras mayoritariamente agrícolas y de población envejecida eran pocos los que sabían algo de energía al principio y hubo incluso un cierto rechazo. Sin embargo, hoy es difícil moverse por la isla sin ver placas solares o palas de turbina dando vueltas.
“¿Cambiamos porque eramos verdes? No. ¿Por idealismo? No. ¿Por política? No. Lo hicimos por el dinero“, reconoce Mundt, que asegura que la clave del éxito fue involucrar a los vecinos y favorecer que se convirtieran ellos mismos en productores de electricidad; ya sea como uno de los 1.500 accionistas de los grandes aerogeneradores del mar o como vendedores de energía desde sus propias casas.
Brian Kjaer es el electricista de Samsø, y cerca de 7.000 horas al año tiene las palas de una turbina de 22 metros de alto girando delante de su casa. Él mismo se ocupa del mantenimiento de la máquina y ha ideado un sistema que le convierte también a él prácticamente en autosuficiente. Con la electricidad que produce puede dar corriente a su casa o incluso venderla, pero también la utiliza para hacer funcionar un calentador eléctrico con el que se olvida de tener que pagar calefacción, y para recargar la batería de uno de los dos únicos coches eléctricos que hay en la isla.
“Es de mi mujer y es perfecto para las distancias de Samsø”, comenta mientras enseña un pequeño coche color amarillo de dos plazas de fabricación danesa enchufado en el garaje. En 1999, llegaron a la isla cuatro coches eléctricos que fueron sustituidos al poco tiempo por otros de gasolina. Era demasiado pronto para esta tecnología. Sin embargo, ahora vuelven a ser una de las opciones para que el transporte sea también 100% renovable, junto al biodiésel como el que fabrica Koch en su granja. El transporte es hoy el mayor quebradero de cabeza de las autoridades de la isla para cumplir su sueño de conseguir una isla con 100% de energías renovables.
Como este curioso experimento a pequeña escala en Dinamarca, la isla española de El Hierro, en Canarias, trabaja también desde hace más de una década en un proyecto para llegar a autoabastecerse algún día únicamente con energías limpias, sólo que ahí todo ha ido mucho más lento. Justamente, este mismo verano comenzaron las obras de su novedosa central hidroeólica, y para 2010 se espera que lleguen desde Alemania los molinos de viento.
Fuente: http://www.elpais.com
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