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miércoles, noviembre 17, 2010
bici en alicante
Gregorio Galán Oliver.
Alicante en bicicleta
Últimamente estoy leyendo en su periódico frecuentes cartas que tratan el asunto del uso urbano de la bicicleta. Me parece adivinar en ello la expresión de un deseo generalizado, hasta ahora tácito y latente, de que este medio de transporte sea fomentado y, sobre todo, facilitado por las instituciones. Querría aportar mi punto de vista. Empecé a desplazarme por Alicante en bicicleta hace unos 7 años por motivos puramente prácticos, al descubrir cuánto tiempo me ahorraba y cuántos cabreos, agobios y multas de aparcamiento evitaba. Pondré un par de ejemplos ilustrativos. Voy dos veces por semana a la Escuela de Idiomas. El trayecto me lleva unos 12 minutos de alegre pedaleo (vivo en Gran Vía Sur, junto a San Gabriel). En coche nunca he tardado menos de un cuarto de hora en llegar, y casi siempre otra media hora en aparcar (a veces tan lejos que he tenido que caminar otro buen rato). También llevo a mis dos hijas al colegio (el Florida) en bici. Aquí la comparación es mucho más demoledora: el trayecto me supone unos cinco minutos de esforzada felicidad. En coche he llegado a tardar 45 minutos (¡en recorrer menos de un kilómetro!); los vecinos que sufren a diario el surrealista embudo saben bien de qué hablo. Fue, pues, en principio, una cuestión práctica, aunque no negaré que hay otros motivos. Uso la bicicleta porque me gusta, me relaja; porque evito el estrés de conducir en una ciudad de tráfico estresante; porque sé cuánto voy a tardar en llegar a un sitio; porque no gasto en gasolina ni contamino, ni añado ruidos molestos de motor ni bocinazos ni insultos por la ventanilla; porque considero que, en un mundo de consumismo y derroche como el que vivimos, la austeridad es un valor a cultivar, y nada hay más austero que la bicicleta; porque, a la vez que me desplazo, hago deporte, y así no necesito perder más tiempo ni más dinero en ir a aburridos gimnasios a hacer bicicleta estática, pudiendo hacerla dinámica; porque, a golpe de pedal, estoy echando un cuerpazo impresionante (no quisiera pecar de inmodestia) que me mantiene la moral y la autoestima tan altas que cualquier día de estos me atrevo a tirarle los tejos a mi admirada Isabel Vicente (con permiso de su santo, que soy pacífico) o, ya puestos, a la mismísima Sonia Castedo que, mutatis mutandis, también me pone. El único inconveniente ante tanta maravilla, y perdonen que vuelva a la seriedad, es que para usar la bici en Alicante haya que andar jugándose el pellejo. Y es que es incomprensible e inaceptable que en una ciudad casi llana y con este clima que los dioses nos han regalado, no se fomente la bicicleta de la única forma seria que es posible: haciendo una amplia red de carriles-bici (¿nadie en esta ciudad viaja al norte de Europa y ve lo que allí sucede?). Las iniciativas aportadas hasta ahora, «Alabici» y «Ciclovía» van muy bien como titular de periódico y para la obligada foto del político de turno, pero poco más.
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