viernes, octubre 12, 2012

Cultura sobre dos ruedas

Cultura sobre dos ruedas

02:18

La bicicleta es quizá uno de los artefactos más literarios, con una presencia notable en la página impresa. Esto no es Holanda, donde existe una revista sobre literatura ciclista, pero sí constatamos una prolongada e intensa relación entre lo que representa ir en bici, en nuestro país, y algunas manifestaciones culturales. Arte y Letras hace un repaso, a partir de ciertos fenómenos literarios y novedades editoriales, de la presencia de la bici en la literatura.

JOAQUÍN QUÍLEZ FORTEZA. Literatura ciclista

La primera imagen es sobrecogedora: un tipo de 43 años, con un trabajo corriente, de 126 kilos de peso. Este mismo tipo subido a una vieja bicicleta. La presión de los neumáticos apenas lo sostienen, a duras penas consigue mantener el equilibrio en las primeras pedaladas. Pero no tarda ni medio minuto en hacerse con las riendas, en deslizarse sobre el asfalto con inusitada levedad. Es el principio del viaje. No sabe cuántos kilómetros recorrerá, es lo que menos le importa, y si nada más comenzar decidirá bajarse de la bici y dar media vuelta. No obstante, cruzará Estados Unidos a lomo de un invento con el que alcanzará una relación de simbiosis plena, convirtiéndose en parte indivisible y esencial de lo que nunca pensó que sería, cambiando su perspectiva, su existencia misma.

Este es, a grandes rasgos, el planteamiento de una novela que ha constituido un auténtico fenómeno editorial. Una historia en bicicleta, de Ron McLarty, publicada en Alfaguara, se ha sumado a una serie de novelas de carretera, una road novel singular, donde el personaje principal inicia un viaje que le lleva a descubrir nuevos mundos, nuevas realidades, y sobre todo, nuevos aspectos de su identidad. Hay, en esta novela y en otras del estilo, una herencia subliminal de la Odisea, de la Ítaca poética, del viaje transformador donde lo importante no es llegar, es el camino. Y si ese camino viene determinado por el componente ciclista (que hemos de asociar incontrovertiblemente a movimiento, a impulso hacia delante), estaremos inmersos de pleno en la bicicleta como personaje literario, físico y al tiempo cargado de símbolos.

Poesía y bicicleta

La poesía siempre ha sido el territorio de las segundas realidades, el instrumento de incursión en aquello que está más allá de lo evidente, lo superficial y lo simple. Dos títulos recientes, uno de ellos recién salido de la imprenta, La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre, y El paseo de bicicleta, del poeta zaragozano Antón Castro, explotan en buena medida la carga semántica y nostálgica del artilugio.

La obra de Juan Carles Mestre, que azarosamente participa en el día de hoy en un encuentro poético-musical junto a Santiago Auserón en San Vicente, alude a la bicicleta en el título de extenso, complejo pero a la vez desbordante poemario. Sus páginas, el contenido de sus poemas, sin embargo, no recogen referencias explícitas a la bicicleta (que sobrevuela el aire de cada composición, sin nombrarla), que sí son parte sustancial de la obra de Antón Castro, en el fondo y en la forma.

El poeta zaragozano Antón Castro se muestra deudor de una herencia y un pasado marcado por la bicicleta. Publicado por la editorial Olifante, es, en realidad, un paseo con numerosas bicicletas, la de la memoria, la de aquella que no tuvo de niño, o aquella humildemente cómica de Jacques Tati, las máquinas llenas de épica de grandes como Eddy Merckx o Anquetil, la trágica de Laurent Fignon, a quien dedica una Elegía.

Son significativos los títulos de muchos de los poemas, como Autorretrato en bicicleta, Pedalear para ver, El ciclista del mar pero lo es aún más el sistema de referencias cruzadas a personajes que jamás hubiéramos asociado a la bici. Destacamos especialmente dos: el matrimonio Curie, al que dedica el poema Luna de miel, y en el que escribe: "El profesor calló abruptamente, y luego hizo un gesto de contrariedad y de arrepentimiento. Miró a sus alumnos y añadió: A mí, lo que siempre me ha conmovido de los Curie ha sido ese viaje en dos bicicletas por Francia. Casi les diría que es la luna de miel más original que conozco. Marie Curie murió de anemia aplásica en 1934. La enterraron en un panteón muy cerca del de su marido. Un biógrafo se pregunta: ¿Los habrán enterrado con sus bicicletas? Más que el descubrimiento de la radioactividad o sus hijas Éve e Irene, para mí las bicicletas son el gran símbolo de su amor" Pero si conmovedora es la historia de los Curie, sorprendente es la que el gran escritor de relatos Horacio Quiroga, admiradísimo por Julio Cortázar, tuvo con la bicicleta. Escribe en Las vidas imposibles de Horacio Quiroga Antón Castro: "Hay dos cosas que siempre me han conmovido de ti:/ tu pasión por la fotografía, aquel viaje a la brusca Arcadia/ de Misiones, dispuesto a realizar la mejor instantánea del silencio,/ y tu atracción por la bicicleta. Eras muy joven cuando/ fundaste el Club Ciclista Salteño y recorriste 120/ kilómetros inacabables entre Salto y Paysandú./ Carlos Berruti fue otro laborioso pionero del ciclismo". Unas líneas más adelante escribe, en boca del escritor: "Yo fui a París solo por la bicicleta. Fue en 1900". La potencia metafórica y vital de la bicicleta queda recogida, en estos poemas, como en pocas ocasiones.

Escritores ciclistas

No es el único caso de escritor/ciclista. Ernest Heningway mantuvo una intensa relación con la bici que se refleja en fragmentos de, por citar una de sus obras, París era una fiesta, donde escribe: "El ciclismo resultó una cosa nueva y muy divertida, y como no sabía nada de aquello la novedad me fascinaba. Pero no tomamos en seguida la afición. Llegó más tarde, y al fin ocupó un puesto importante en nuestra vida, algún tiempo después, cuando todo lo del primer período en París se nos vino al suelo". Sin alejarnos tanto geográficamente, tenemos el caso de Miguel Delibes, autor de un delicioso relato, Mi querida bicicleta, en que se mezcla la nostalgia de unos tiempos donde las bicis tenían matrícula pero no marchas con el vitalismo que sólo el que ha subido en bici conoce. Desde luego, la lectura de este relato es absolutamente deliciosa, de escenas y momentos que quedan en la memoria del lector. Existen dimensiones literarias de mayor contenido épico, desde el Alpe D'Huez de Javier García Sánchez, novela que relata la ascensión del Tour de Francia que protagonizó Perico Delgado a finales de los ochenta, o la magnífica El ciclista de Tim Krabbé, novela reciente sobre esa dualidad placer y sufrimiento que muchos ciclistas experimentan en su vida. Estas menciones constituyen la punta del iceberg de una presencia, la de la bici en la literatura, que evoluciona con el tiempo, los cambios sociales y tecnológicos, pero que se mantiene y que aún habrá de ocupar muchas páginas.

Cine y urbanismo

El cine ha consagrado a la bicicleta a la categoría de icono contemporáneo. Analizar las relaciones entres ambos elementos requería de una mayor extensión, pero nos conformaremos con realizar una rápida panorámica por la imagen de la bici en el cine, puesto que ha contribuido poderosamente a forjar un referente colectivo. Nos encontraremos, así, con títulos absolutamente míticos de la historia del cine: quién no ha sentido punzadas de conmiseración, de rabia, viendo El ladrón de bicicletas, o no ha parado de sonreírse y gozar con las aventuras y desventuras cómicas del Monseiur Hulot, o la emoción infantil del protagonista de ET alzando el vuelo sobre su bicicleta...

Con todo, la potencia de la imagen de la bici en el cine no ha logrado crear una cultura ciclista profunda en nuestro entorno. Queda claro que España nunca será Dinamarca, nunca será Holanda. En Copenhague, la ciudad ciclista por excelencia, el 35% de los viajes son en bicicleta, con el mayor trazado en carriles bici de Europa. El parque ciclista en las ciudades de muchos países europeos duplica y triplica al español, y no se trata sólo de una cuestión de cantidad, si no, sobre todo de calidad, de compromiso y de concienciación. Berlín, Copenhague, AmsterdamÉ Holanda es un país paradigmático en este sentido, en el que incluso existe una revista dedicada a la literatura ciclista, El muro, algo impensable en estas latitudes. Podemos encontrar un libro de encuadernación elegante, Diarios de bicicleta, de David Byrne, músico del grupo Talking Heads, en el que relata su experiencia por el lado B de diversas ciudades con su bicicleta plegable, ciudades como Buenos Aires, Berlín, Nueva York o Estambul, descubriendo una nueva perspectiva sobre sus calles, sus lugares, sus gentes, y planteando cómo se gestionan las relaciones entre un medio de transporte como la bici y los trazados urbanos, sus inconvenientes y su riqueza.

Ello nos lleva a aplicar la mirada sobre nuestro entorno más cercano, y preguntarnos si alguna vez Alicante podría ser un biciciudad. Tenemos casi todas las condiciones para ello. El clima, las distancias, el precio de los carburantes, la crisisÉ Sin embargo, el urbanismo de la ciudad no es del todo propicio, y no lo es porque el "urbanismo" de los conductores no está a la altura de lo que exige una convivencia pacífica. Las reivindicaciones en este sentido se canalizan, en Alicante o Elche, a través de movimientos como la Masa Crítica, un colectivo que se reúne una vez al mes para dar una vuelta en bici por la ciudad, haciéndose visibles, afirmando su identidad tanto de grupo como individual. En este proceso, el sustento teórico es fundamental, ayuda a poner las bases conceptuales de lo que es, en cierta medida, un estilo de vida. Cursos como "Cultura para la sostenibilidad: el ciclismo urbano", impartidos en la universidad de Alicante por Enric Aragoneses, Javier Cobela, Luis Corraleche y Rogelio González, son un buen ejemplo de ello. En dicho curso, cuestiones como el plan de infraestructuras ciclistas de Alicante o las acciones de colectivos como la Plataforma Comarcal por la Movidilla Sostenible y Alacant Bici son sólo algunos elementos para comenzar a asimilar el futuro que deseamos.

La estética y el diseño también forma parte de esta nueva realidad, urbana y no urbana. En el ámbito urbano, la adaptación ha tomado forma con la irrupción de las fixies y las bicicletas plegables. Las fixies son bicicletas con cuadro de carreras, y piñón fijo. Representa la bici en su más pura expresión, sin elementos que distorsionen su función primaria y su elegancia, una especie de retorno a los orígenes. Suelen ser bicicletas personalizadas, y es ahí donde el diseño entra en juego: colores, formas, en un fenómeno que empezó en Madrid y Barcelona y que ha recalado en Alicante, donde existe ya un punto de compra y personalización. También las bicicletas plegables están ganado su espacio: cada vez más compactas, más fiables, más sostenible.

http://www.diarioinformacion.com/arte-letras/2012/09/27/cultura-ruedas/1298642.html

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