miércoles, septiembre 18, 2013

separatistas fuera de europa

LOS TRATADOS LO DEJAN MUY CLARO
Portazo de la UE al separatismo: Cataluña sería expulsada automáticamente

Bruselas evidencia las mentiras de los nacionalistas. "Siempre ha estado muy claro", Cataluña saldría de la UE, tal y como estipulan los tratados.

MANUEL_LLAMAS 2013-09-18
El vicepresidente de la Comisión Europea (CE), Joaquín Almunia, advertía esta semana de que una hipotética Cataluña independiente no tendría cabida en el seno de la Unión Europea (UE), ya que se convertiría en un "país tercero" y, por tanto, tendría que solicitar de nuevo su ingreso, un lento y largo proceso que, en todo caso, exigiría la existencia de unanimidad por parte de los actuales estados miembro.

Posteriormente, la portavoz del Ejecutivo comunitario, Pia Ahrenkilde, confirmaba que, efectivamente, "un Estado independiente se convertiría, por el hecho de su independencia, en un país tercero respecto a la Unión y desde el momento de la independencia no se aplicarían los Tratados en su territorio". Así pues, "si un territorio de un Estado miembro deja de formar parte de ese Estado porque se convierte en un nuevo territorio independiente, los Tratados ya no se le aplican".

Sin embargo, los nacionalistas siguen poniendo en duda tal afirmación. El consejero de Presidencia y portavoz de la Generalidad, Francesc Homs, reaccionaba el pasado lunes del siguiente modo: "Que me digan qué artículos dicen eso de que quedaríamos fuera [de la UE]". Las fuentes comunitarias consultadas por Libre Mercado responden a esta cuestión. Básicamente, son tres los artículos de los Tratados fundacionales que cerrarían la puerta del mercado común al proyecto secesionista: el artículo 4.2, 52 y 49.

Los tres artículos clave

La letra del Tratado de la UE es inequívoca a este respecto. En privado, nadie se sale de la ortodoxia y hasta resoplan, molestos, por la insistencia en un tema que "siempre ha estado muy claro". En Bruselas, en público y en privado, todas las fuentes coinciden en citar los tratados y una retahíla de artículos como prueba de que una Cataluña independiente no tendría lugar en la Unión Europea. Aunque, preguntados por el tema, la mayoría de funcionarios trata de zafarse de un debate que, repiten algo hastiados, "es una cuestión nacional", en las instituciones europeas no tienen dudas. "Cada cierto tiempo -relatan- vuelve esta cuestión interna, y nuestra postura está muy clara".

La primera parada en los textos legales señala directamente al artículo 4.2 del Tratado de la UE, que obliga a la Unión a respetar las "estructuras fundamentales constitucionales y políticas", su "identidad nacional" y garantizar la "integridad territorial" de los Estados miembros. Así pues, sería contrario a sus propias reglas del juego que la UE reconociera una declaración unilateral de independencia de una parte de un Estado miembro.

El siguiente obstáculo para las pretensiones soberanistas lo encierra el artículo 52 del Tratado, que enumera, uno por uno, todos los estados miembros de la Unión (un total de 28), citando entre ellos de forma explícita al "Reino de España" y no a territorios desmembrados del mismo, incluida la última incorporación al mercado único, Croacia, desde el pasado julio. Además, tal y como indicó la portavoz comunitaria, la salida de la UE tendría efecto inmediato "desde el mismo momento de la independencia".

Tendría que solicitar su adhesión

Sin embargo, el camino para volver a entrar es mucho más intrincado. El artículo 49 del Tratado de la UE remitiría al hipotético Estado catalán a un complicado proceso de adhesión. En primer lugar, para entrar en la UE, el nuevo Estado catalán tendría que realizar una solicitud de ingreso que, de ser aceptada por los (hasta ahora) 28 miembros de la UE, requeriría, a su vez, que Cataluña negociara con los Estados miembros las condiciones de su admisión, así como las complejas adaptaciones que ésta supone de los tratados.

Conviene recordar que estamos hablando de un acuerdo de los 28 miembros de la UE en una conferencia intergubernamental, de ratificaciones en cada uno de sus parlamentos y de la posterior ratificación de la Eurocámara, un proceso que la experiencia con el Tratado de Lisboa ya probó tarea ardua y que, sin duda, se prolongaría durante bastantes años, sin que ello garantice en ningún caso su admisión, ya que dicho proceso exige unanimidad por parte de los países miembros.

Aunque en las instituciones europeas existen defensores de que "se encontraría una vía rápida" para dar cabida a Cataluña de forma semi automática, ahorrándole así el proceso que, por ejemplo, tuvo que superar Croacia, la última en ingresar en el club, lo previsible es que la situación, por inédita, produjera una grave crisis política en el seno de la Unión.

En resumen, y como admitía esta semana otro alto funcionario europeo, en este caso el portavoz de la Eurocámara, Jaume Duch (catalán para más señas), "es difícil reingresar" en la Unión Europea porque se exigen "una serie de requisitos que usted no cumple el primer día". Duch se refería, por ejemplo, al hecho de ser miembro de las Naciones Unidas y conseguir el apoyo de dos terceras partes de su Consejo de Seguridad, sin el veto de ningún país. Y ello, sin contar el resto de requisitos que, en todo caso, tendría que cumplir Cataluña.

Asimismo, un informe elaborado por el Banco Central Europeo (BCE) a finales de 2009 sobre el posible abandono o expulsión de países del euro, ya advertía de que la salida de la moneda única conllevaría, igualmente, quedarse al margen de la UE. Y es que, para ser un miembro activo del euro, primero hay que pertenecer a la UE. El escenario más probable es que una Cataluña independiente acabe abandonando por completo el euro -ni siquiera adoptándolo voluntariamente como moneda, sin capacidad alguna de decisión, como Montenegro o Kosovo- y, por consiguiente también la UE, pero lo que es seguro es que saldría automáticamente de la UE y, por tanto, en ningún caso estaría en pie de igualdad con el resto de estados miembros de la Eurozona.

De una o otra forma, el BCE aclara que, "con toda probabilidad", la suposición de que la UE podría tratar de igual forma a un Estado miembro y su particular territorio independiente "no es cierta", ya que el Estado miembro podría vetar se adhesión en virtud del artículo 49 del Tratado UE.

El caso de Escocia

A pesar de las evidencias jurídicas, Homs insistía en que la salida de la UE "no es una cuestión automática. Ya veremos si quedamos fuera al día siguiente. Ésa es una cuestión que ha de plantear un Estado miembro para que la CE se pronuncie, pero hasta ahora no se ha hecho. Ningún Estado miembro pidió a las instituciones comunitarias que se pronuncien y, por tanto, no sabemos qué piensa la CE".

El problema es que Bruselas sí se ha pronunciado oficialmente, y no sólo por vía oral sino también escrita. Tras la autorización de Londres, Escocia podrá celebrar un referéndum en 2014 sobre su permanencia o no en el Reino Unido, pero en caso de independizarse, saldrá de la UE. El ministro de Exteriores británico aclaró hace tiempo que una Escocia independiente dejará de ser miembro de la UE de forma automática, teniendo que solicitar la adhesión como un nuevo Estado, al igual que ha sucedido en el caso de Eslovenia y Croacia (pertenecientes a la antigua Yugoslavia), y cumplir con todos los requisitos establecidos en los tratados, incluidos los criterios de déficit y deuda pública, lo que implicaría un largo proceso.

Pero no se trata de una mera opinión. Bruselas ya aclaró por carta al Gobierno escocés que tendrá que solicitar la adhesión a la UE si, finalmente, se independiza. Los tratados vigentes de la UE "dejarán de ser aplicables" en una Escocia independiente, señalaba el texto. Escocia se convertiría en "un país tercero", un tecnicismo para referirse a un Estado europeo que no pertenece a la UE. Por ello, para reincorporarse tendría que "cumplir con las obligaciones habituales" y ser "aceptado por unanimidad por los miembros del consejo [todos los Estados]", y negociar con ellos las condiciones específicas para su entrada en la UE. Pese a ello, los nacionalistas escoceses, al igual que ahora los catalanes, creen que Escocia seguiría dentro. "Después de la independencia, vamos a seguir siendo un miembro de la Unión Europea".

La Comisión no dice lo mismo. En Bruselas, todavía se recuerda la carta en la que, en plena fiebre pre electoral, un grupo de diputados catalanes le pedía a la comisaria de Justicia, Viviane Reding, que garantizara su protección en caso de una intervención militar de España en Cataluña; o los viajes de Artur Mas para promocionar su proyecto nacionalista y hasta presumir de un supuestamente histórico "Catalan Empire" en el Parlamento Europeo. En su última visita a Bruselas, el diputado de Convergencia hasta lo admitía sin rubor. "Europa no lo espera [el proceso soberanista] con los brazos abiertos", reconocía Duran en abril, a su salida del despacho del presidente del Consejo, Herman Van Rompuy. No es de extrañar. La legislación comunitaria no lo permite.

http://www.libremercado.com/2013-09-18/portazo-de-la-ue-al-separatismo-cataluna-seria-expulsada-automaticamente-1276499688/

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En la imagen, el área que ocuparía el megacomplejo Barcelona World.

CATALUÑA ANTE EL DESAFÍO SECESIONISTA
Barcelona World advierte que no invertirá si Cataluña sale de la UE

EL PRESIDENTE DEL PROYECTO ASEGURA QUE LA PERTENENCIA A LA UNIÓN EUROPEA ES CRUCIAL PARA LLEVARLO A CABO
Redacción
miércoles, 18 de septiembre de 2013, 18:16


Madrid.- El megaproyecto Barcelona World, a través de su presidente, Xavier Adserá, ha advertido que no invertirá un euro si Cataluña sale de la UE. "La incertidumbre añade dificultad al cualquier proyecto", ha didho Adserá, que ha insistido en que la competencia a la Unión Europea es crucial por cuestiones de "moneda y seguridad jurídica". Una consecuencia más, sin duda, de las que podría sufrir Cataluña si se separa y, por tanto, sale de la UE, que también avisaba hace unos días que la comunidad no podría formar parte de la comunidad europea en los años posteriores a su hipotética independencia.

Presentado como la alternativa a Eurovegas, después de que la empresa de Adelson eligiera Madrid para su complejo, Barcelona World podría quedarse en papel mojado tras asegurar su presidente que la línea roja la marca la pertenencia o no a la UE. En una conferencia en la escuela de negocios Esade, Adserá ha despejado algunas dudas de cuál es la situación actual del macro complejo de 900 hectáreas y seis resorts proyectado junto a Port Aventura, en terrenos que La Caixa ha vendido al empresario Enrique Bañuelos, que supondrá una inversión de 900 millones de euros en su primera fase y que sus promotores aseguran que creará 17.000 empleos, entre directos e indirectos.

Adserá ha señalado que la pertenencia a Europa y la seguridad jurídica del Viejo Continente es "algo muy valorado" por los inversores internacionales. Sobre el debate separatista actual, ha reconocido que "dar explicaciones siempre es más difícil que no tener que darlas, pero en otras regiones del mundo no ven Cataluña o España, sino Europa", por lo que ha destacado que "el punto difícil es el de pertenencia a Europa". Algo imposible si Cataluña se separa, lo que le haría perder las inversiones de Barcelona World.

Mientras se ultiman los detalles del proyecto, su presidente ha adelantado que la competencia con Eurovegas puede ser algo bueno y complementario, pues Barcelona y Madrid se encuentran muy cerca geográficamente y los turistas chinos y americanos, -que se estima serán los que más visiten estos dos megacomplejos-, podrán ir de una ciudad a otra y visitar ambos. Además, ha asegurado que esperan la aprobación de la ley que la Generalitat debe llevar al parlamento catalán, que entre otras cuestiones prevé mejorar la fiscalidad para los casinos. En este sentido Adserà se ha mostrado convencido de que la ley se aprobará en octubre, y que las licencias estarán listas para comenzar a construir "durante el primer semestre de 2014", por lo que el complejo puede abrir en 2016.



http://www.lavozlibre.com/noticias/ampliar/809852/barcelona-world-advierte-que-no-invertira-si-cataluna-sale-de-la-ue




Libertad Digital
Noticias y opinión en la red
Miércoles 18 de Septiembre - 22:57

CATALUÑA 2013-09-18
Miedo a las urnas Eduardo Goligorsky


Derecho a decidir. Referéndum. Consulta. Autodeterminación. Estado propio. Declaración unilateral de independencia. Elecciones plebiscitarias. Vía por la independencia. Cadena humana. Manifestaciones. El laboratorio secesionista está bien provisto de pócimas esotéricas. Pero le falta un elemento que costó mucho recuperar tras la larga noche de la dictadura, pródiga también en manifestaciones de apoyo al Caudillo: la democracia sin deformaciones ni mecanismos espurios.

Tapaderas del totalitarismo

Es cierto que, como subraya el profesor José Luis Álvarez (LV, 9/9):

Artur Mas ha legitimado repetidamente el derecho a decidir en, literalmente, una democracia "radical", forma política opuesta a las clases medias, líderes por décadas del catalanismo, de las que CiU es el agente electoral (…) Y la radicalidad del soberanismo anuncia un Estado catalán con tenue división de poderes, hiperpresidencialista, con estructuras estatales y medios públicos al servicio de parte, donde muchedumbres y no votos marcan agendas políticas y en el que, pobres empresarios, hasta las empresas están al servicio del nacionalismo.

Democracia radical con el secesionismo. Democracia orgánica con el franquismo. Democracia popular con el comunismo. Simulacros de democracia que son tapaderas del totalitarismo puro y duro. Con un denominador común que el profesor Álvarez desenmascara sin eufemismos: "Muchedumbres y no votos marcan agendas políticas". Como en el kirchnerismo y el chavismo. Volvamos a las fuentes. Escribió José Ortega y Gasset en La rebelión de las masas (Espasa, 2012, edición facsimilar):

La masa -¿quién lo diría al ver su aspecto compacto y multitudinario?- no desea la convivencia con lo que no es ella, Odia a muerte lo que no es ella.

Y ahí está el demagogo para poner a la masa al servicio del apetito de poder de su círculo privilegiado que, en el caso del secesionismo, es además involucionista y endogámico. Acota Ortega en el prólogo a la edición francesa de su libro:

Los demagogos han sido los grandes estranguladores de civilizaciones. La griega y la romana sucumbieron a manos de esta fauna repugnante.

Hinchazón de las cifras

Las muchedumbres y no los votos son los ejes alrededor de los que gira la estrategia secesionista. Por eso sus correveidiles se esmeran en falsificar las cifras de concurrencia a las manifestaciones, y lo hacen con tanta falta de respeto por la inteligencia de los ciudadanos que sus exageraciones superan los límites del ridículo. Fue la inexperiencia la que cifró en un millón de personas el número de asistentes a la histórica Diada de 1977. El experto en demoscopia Carles Castro corrigió el error mucho más tarde (LV, 9/9/2012): "En la superficie que ocupaba la marcha sólo cabían 270.000 personas".

La ofensiva secesionista ha convertido la hinchazón de las cifras en un fraude rutinario. Javier Toledano cita dos ejemplos en el boletín de la Asociación por la Tolerancia (abril 2013). Si en la manifestación preventiva del 10-J del 2010 contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña hubiera habido un millón y medio de personas, como informó la prensa adicta, se deberían haber comprimido 16,7 personas por metro cuadrado en los 90.000 metros cuadrados del Paseo de Gracia. Ni que fueran todos castellers. Y si en la manifestación del 11 de septiembre del 2012 hubiera habido dos millones de personas en los 140.000 metros cuadrados que ocuparon, el promedio habría sido de 14,3 personas por metro cuadrado.

Estos dos millones del 2012 sufrieron luego curiosos procesos de encogimiento. El gurú del somatén mediático, Enric Juliana, escribió (LV, 12/9/2012):

Un millón y medio de personas (toda la población censada de Barcelona) es un océano humano que hoy no está al alcance de ninguna fuerza política. Que la Delegación del Gobierno en Catalunya reconozca, citando fuentes de la Policía y la Guardia Civil, la cifra de 600.000 manifestantes da cuenta de la magnitud del evento y de su impacto.

¿Dos millones? ¿Un millón y medio? Juliana parece conformarse con 600.000. Por poco tiempo. El editorial del somatén (LV, 8/9) pavimenta la Vía de este año recordando que "cerca de un millón de personas se manifestaron el año pasado en Barcelona elevando el listón de la reclamación catalana". Tres días más tarde, José Antich evoca aquella concentración y vuelve a las andadas: "Se cifró el número de asistentes en 1,5 millones de personas". Saltan en tres días de "cerca de un millón" en el editorial a “1,5 millones de personas” con la firma ológrafa del director. Se cachondean de los lectores.

El cachondeo continúa. El 12 de septiembre, el titular de La Vanguardia estaba desbordado por la presencia de 1,6 millones de personas en la Vía por la Independencia. El editorial daba por buena la cifra, "según datos del Govern". Pilar Rahola estaba de rebajas y se regocijaba (LV, 14/9) porque un millón y medio de personas habían respondido a la convocatoria. Pero Juliana volvió a meter la pata (LV, 13/9) cuando se refirió a "un millón de personas desplegadas a lo largo de 480 kilómetros pidiendo la independencia de Catalunya". No es poca cosa perder 500.000 o 600.000 cofrades por el camino y sumar 80 kilómetros al trayecto prefijado.

Los secesionistas pretenden marear a los ciudadanos con el baile de cifras trucadas. Son maestros en estos menesteres. Por eso recurren a las manifestaciones de estirpe totalitaria, que son lo más parecido a los pucherazos, y no a los votos.

Papelón en París

El filósofo Josep Ramoneda, el mismo que hizo un papelón en París (LV, 8/6) cuando se conchabó con la pseudoembajada catalana para llevar el discurso secesionista a los universitarios franceses, pregunta al Gobierno del PP y al PSOE (El País, 12/9):

¿Legalidad o miedo? ¿No se sienten capaces de competir con éxito en un referéndum en Catalunya?

Su desplante lo baja del rango de humanista liberal que ostentó durante muchos años con sobrados méritos y lo coloca a la altura del agitador convergente Josep Rull, que fanfarroneó (LV, 13/9): "Parece que topamos con el muro del tener miedo a perder". Mienten premeditadamente los dos. Son los aprendices de salvapatrias los que tienen miedo a las urnas, y lo disimulan apelando a alternativas totalitarias.

Juan José López Burniol confiesa (LV, 14/9) que se equivocó al escribir en agosto que después de la Diada independentista que se celebraría un mes más tarde Mas no tendría "más salida -tras haberse cargado táctica y calculadamente de razones- que disolver el Parlamento catalán y convocar nuevas elecciones autonómicas".

Ni soñar con elecciones democráticas. Las urnas les inspiran pánico, porque saben que aunque los partidos secesionistas sumen la mayoría absoluta en el Parlamento, esa mayoría jamás será suficientemente representativa para proclamar la independencia. Dichos partidos jamás contarán con el voto de la mitad más uno de los 5.400.000 ciudadanos inscriptos en el censo, y menos aun con la mayoría excepcional -digamos el 60 por ciento de los inscriptos- que estipula la legislación modélica de Canadá.

En resumen: el Parlamento con mayoría independentista pero desprovisto de suficiente representatividad debería ceñirse, si existiera, a la resolución de los graves problemas que afectan, hoy mismo, a los catalanes: sanidad, educación, paro, seguridad. Problemas de los que los sectarios obsesivos se desentienden por falta de interés y conocimientos, como demuestran en el actual Parlamento. Ni siquiera atinan a aprobar los presupuestos. Para pagar a funcionarios y proveedores seguirán recurriendo al Fondo de Liquidez Autonómico. O sea, a Madrid.

En una encuesta municipal para urbanizar terrenos basta cualquier mayoría. Aquí se trata de dividir un país en dos, y de aislar a 7 millones de personas respecto de otros 40 millones de compatriotas que se convertirán en extranjeros. Lo cual implica segregar a conciudadanos, familiares, amigos, conocidos, colegas, condiscípulos, socios, patronos, empleados, proveedores, clientes, acreedores, deudores… y despedirse de la Unión Europea. Sólo a una élite privilegiada y endogámica que vive del cuento se le ocurre satisfacer su desmesurado apetito de poder a costa de esta agresión contra la convivencia, los sentimientos humanos y el bienestar general.

Una vez más, el aguafiestas Carles Castro maneja cifras reales para sacar de su embeleso a la muchedumbre de despistados que se encadenan (LV, 15/9):

El apoyo a la ruptura con España supone sólo el 33% del censo de ciudadanos catalanes mayores de 18 años (…) Los teóricos tres millones de votos favorables a la secesión quedan a una distancia sideral de los que suman en la práctica las fuerzas explícitamente soberanistas (1.800.000).Y esa distancia apenas se atenúa incluyendo la totalidad de los votantes de ICV (lo que supondría un cómputo de casi 2.200.000 y un desfase de 800.000 entre las proyecciones y las realidades).

Repito: jamás serán más de 2.700.000. ¿Queda claro por qué los secesionistas se aferran a artimañas totalitarias y no quieren ni oír hablar de elecciones democráticas?

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