domingo, agosto 17, 2014

Abuelos / la iglesia y la ciencia


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http://abuelavuela.com/


LA IMPORTANCIA DE LA ABUELA /O EN LA VIDA DE UN NIETO O NIETA Y VICEVERSA. IMPERDIBLE. NO DEJES DE LEERLO.-

Enrique Orschanski es un pediatra cordobés muy reconocido, y éste es un artículo que publicó en uno de los diarios de Córdoba.
Los abuelos no sólo cuidan; son el tronco de la familia extendida, aportan algo que los padres no siempre vislumbran: pertenencia e identidad.

En los últimos 50 años, nuestro estilo de vida familiar cambió drásticamente como consecuencia de un nuevo sistema de producción.

La inclusión de la mujer en el circuito laboral llevó a que ambos padres se ausenten del hogar por largos períodos creando como consecuencia el llamado “síndrome de la casa vacía”. El nuevo paradigma implicó que muchos niños quedaran a cargo de personas ajena al hogar o en instituciones. Esta tercerización de la crianza se extendió y naturalizó en muchos hogares. Algunos afortunados todavía pueden contar con sus abuelos para cubrir muchas tareas: la protección, los traslados, la alimentación, el descanso y hasta las consultas médicas.

Estos privilegiados chicos tienen padres de padres, y lo celebran eligiendo todos los apelativos posibles: abu, abuela/o nona/o bobe, zeide, tata, yaya/o opi, oma, baba, abue, lala, babi, o por su nombre, cuando la coquetería lo exige. Los abuelos no sólo cuidan, son el tronco de la familia extendida, la que aporta algo que los padres no siempre vislumbran: pertenencia e identidad, factores indispensables en los nuevos brotes.
La mayoría de los abuelos siente adoración por sus nietos. Es fácil ver que las fotos de los hijos van siendo reemplazadas por las de estos. Con esta señal, los padres descubren dos verdades: que no están solos en la tarea, y que han entrado en su madurez.

El abuelazgo constituye una forma contundente de comprender el paso del tiempo, de aceptar la edad y la esperable vejez. Lejos de apenarse, sienten al mismo tiempo otra certeza que supera a las anteriores: los nietos significan que es posible la inmortalidad. Porque al ampliar la familia, ellos prolongan los rasgos, los gestos: extienden la vida. La batalla contra la finitud no está perdida, se ilusionan.

Los abuelos miran diferente. Como suelen no ver bien, usan los ojos para otras cosas.

Para opinar, por ejemplo. O para recordar. Como siempre están pensando en algo, se les humedece la mirada; a veces tienen miedo de no poder decir todo lo que quieren. La mayoría tiene las manos suaves y las mueven con cuidado.

Aprendieron que un abrazo enseña más que toda una biblioteca. Los abuelos tienen el tiempo que se les perdió a los padres; de alguna manera pudieron recuperarlo. Leen libros sin apuro o cuentan historias
de cuando ellos eran chicos. Con cada palabra, las raíces se hacen más profundas; la identidad, más probable. Los abuelos construyen infancias, en silencio y cada día.

Son incomparables cómplices de secretos.

Malcrían profesionalmente porque no tienen que dar cuenta a nadie de sus actos. Consideran, con autoridad, que la memoria es la capacidad de olvidar algunas cosas. Por eso no recuerdan que las mismas gracias
de sus nietos las hicieron sus hijos. Pero entonces, no las veían, de tan preocupados que estaban por educarlos.

Algunos todavía saben jugar a cosas que no se enchufan. Son personas expertas en disolver angustias cuando, por una discusión de los padres, el niño siente que el mundo se derrumba.

La comida que ellos sirven es la más rica; incluso la comprada. Los abuelos huelen siempre a abuelo.

No es por el perfume que usan, ellos son así.

¿O no recordamos su aroma para siempre? Los chicos que tienen abuelos están mucho más cerca de la felicidad.

Los que los tienen lejos, deberían procurarse uno (siempre hay buena gente disponible).

FINALMENTE Y PARA QUE SEPAN LOS DESCREIDOS....

LOS ABUELOS NUNCA MUEREN, SOLO SE HACEN INVISIBLES. NO DEJES DE QUE TU HIJA/O DEJE DE ESTAR, COMPARTIR CON SU ABUELA/O. SIEMPRE TE LO AGRADECERÁ. ELLOS LAMENTABLEMeNTE SEGÚN LA LEY DE LA VIDA TIENEN LA PARTIDA MÁS CERCA.-
Jardín Horas Felices
LA IMPORTANCIA DE LA ABUELA /O EN LA VIDA DE UN NIETO O NIETA Y VICEVERSA. IMPERDIBLE. NO DEJES DE LEERLO.-

Enrique Orschanski es un pediatra cordobés muy reconocido, y éste es un artículo que publicó en uno de los diarios de Córdoba.
Los abuelos no sólo cuidan; son el tronco de la familia extendida, aportan algo que los padres no siempre vislumbran: pertenencia e identidad.

En los últimos 50 años, nuestro estilo de vida familiar cambió drásticamente como consecuencia de un nuevo sistema de producción.

La inclusión de la mujer en el circuito laboral llevó a que ambos padres se ausenten del hogar por largos períodos creando como consecuencia el llamado “síndrome de la casa vacía”. El nuevo paradigma implicó que muchos niños quedaran a cargo de personas ajena al hogar o en instituciones. Esta tercerización de la crianza se extendió y naturalizó en muchos hogares. Algunos afortunados todavía pueden contar con sus abuelos para cubrir muchas tareas: la protección, los traslados, la alimentación, el descanso y hasta las consultas médicas.

Estos privilegiados chicos tienen padres de padres, y lo celebran eligiendo todos los apelativos posibles: abu, abuela/o nona/o bobe, zeide, tata, yaya/o opi, oma, baba, abue, lala, babi, o por su nombre, cuando la coquetería lo exige. Los abuelos no sólo cuidan, son el tronco de la familia extendida, la que aporta algo que los padres no siempre vislumbran: pertenencia e identidad, factores indispensables en los nuevos brotes.
La mayoría de los abuelos siente adoración por sus nietos. Es fácil ver que las fotos de los hijos van siendo reemplazadas por las de estos. Con esta señal, los padres descubren dos verdades: que no están solos en la tarea, y que han entrado en su madurez.

El abuelazgo constituye una forma contundente de comprender el paso del tiempo, de aceptar la edad y la esperable vejez. Lejos de apenarse, sienten al mismo tiempo otra certeza que supera a las anteriores: los nietos significan que es posible la inmortalidad. Porque al ampliar la familia, ellos prolongan los rasgos, los gestos: extienden la vida. La batalla contra la finitud no está perdida, se ilusionan.

Los abuelos miran diferente. Como suelen no ver bien, usan los ojos para otras cosas.

Para opinar, por ejemplo. O para recordar. Como siempre están pensando en algo, se les humedece la mirada; a veces tienen miedo de no poder decir todo lo que quieren. La mayoría tiene las manos suaves y las mueven con cuidado.

Aprendieron que un abrazo enseña más que toda una biblioteca. Los abuelos tienen el tiempo que se les perdió a los padres; de alguna manera pudieron recuperarlo. Leen libros sin apuro o cuentan historias
de cuando ellos eran chicos. Con cada palabra, las raíces se hacen más profundas; la identidad, más probable. Los abuelos construyen infancias, en silencio y cada día.

Son incomparables cómplices de secretos.

Malcrían profesionalmente porque no tienen que dar cuenta a nadie de sus actos. Consideran, con autoridad, que la memoria es la capacidad de olvidar algunas cosas. Por eso no recuerdan que las mismas gracias
de sus nietos las hicieron sus hijos. Pero entonces, no las veían, de tan preocupados que estaban por educarlos.

Algunos todavía saben jugar a cosas que no se enchufan. Son personas expertas en disolver angustias cuando, por una discusión de los padres, el niño siente que el mundo se derrumba.

La comida que ellos sirven es la más rica; incluso la comprada. Los abuelos huelen siempre a abuelo.

No es por el perfume que usan, ellos son así.

¿O no recordamos su aroma para siempre? Los chicos que tienen abuelos están mucho más cerca de la felicidad.

Los que los tienen lejos, deberían procurarse uno (siempre hay buena gente disponible).

FINALMENTE Y PARA QUE SEPAN LOS DESCREIDOS....

LOS ABUELOS NUNCA MUEREN, SOLO SE HACEN INVISIBLES. NO DEJES DE QUE TU HIJA/O DEJE DE ESTAR, COMPARTIR CON SU ABUELA/O. SIEMPRE TE LO AGRADECERÁ. ELLOS LAMENTABLEMeNTE SEGÚN LA LEY DE LA VIDA TIENEN LA PARTIDA MÁS CERCA


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Teología de la vejez
Ignacio Zuleta
—A ver, jovencito cincuentón, ¿y qué piensa usted de la vejez? —me preguntaba a mí mismo en estos días acicateado por los arúspices Artritis y Lumbago y enfrentado a la realidad especular de la flacidez general de los tejidos.
Por: Ignacio Zuleta

Buscando una respuesta pasé por Cicerón y su De Senectute, me arrimé a Hesse y a su Himno a la vejez, miré de lejitos a Simone de Beauvoir y a Esther Vilar y sus ideas sobre el tema y aterricé felizmente en un anónimo del siglo XVII. Cuando leí los primeros párrafos de esta monja inglesa decidí que era la única que tenía sentido del humor, imprescindible para el tránsito a la tercera y cuarta edad.
Así que mejor que entrar a hablar de cirugías y pañales, de ancianatos y viagra, de la ciudad hostil y del nuevo papel fundamental de los abuelos, prefiero unirme a los ruegos de la monja que comienzan: “Señor, tú sabes mejor que yo que estoy envejeciendo y que algún día seré muy anciana. Líbrame del hábito fatal de decir algo sobre cada tema y en toda ocasión. Sálvame de las ganas de enderezar los asuntos de todo el mundo. Hazme reflexiva pero no temperamental; servicial pero no mandona. Con mi gran acervo de sabiduría, parecería una pena no usarlo en modo alguno, pero Tú sabes, Señor, que quiero algunos amigos al final”. Y si fuera consecuente con los ruegos debería dejar aquí esta columna, pero aún no me han dado respuesta contundente, así que continúo.
La vejez —término políticamente incorrecto y rechazado por jóvenes psicólogas y sociólogos modernos que hablan de la edad dorada, la tercera edad, los adultos mayores y otras necedades— es un tema paradójico. Por un lado las cuchibarbis y los cuchikens del universo a duras penas aceptan que el tiempo pasa haciendo estragos en el cuerpo y así la sociedad de consumo los deslumbra con sus espejismos de juventud eterna. Buen negocio. Por otro lado están los que le sacan provecho a la experiencia, los que han hecho con éxito su camino geragógico. En realidad no hay fórmulas. Hay quienes aceptan y aman su vejez y quienes la odian y maldicen. Pero es mejor seguirle los consejos a la monja cuando ruega “Sella mis labios con respecto a mis achaques y dolores. Estos se van incrementando, y el amor por enumerarlos se vuelve más dulce a medida que pasan los años. No pido gracia suficiente para disfrutar con los dolores de los otros, pero ayúdame a soportarlos con paciencia”. Y hay dolores; disminuye la presión del chorro; salen arrugas; crecen pelos indeseados, ubicuos y muy gruesos; los hombres nos quedamos calvos; la piel se adorna con manchas “de sol”, sin contar con que la tecnología nos embiste y la memoria se vuelve, digamos, selectiva.
Sin embargo, hay en todo caso un consenso entre los sabios: mantenerse activos para combatir la vejez con diligencia y sobre todo alegres, o por lo menos solicitarle a Dios con la abadesa “Mantenme razonablemente dulce. Yo no quiero ser una santa. ¡Es tan difícil vivir con algunos de ellos! Pero una persona vieja y amargada es una de las obras cumbre del demonio”. Amén.

http://www.elespectador.com/opinion/teologia-de-vejez-columna-510003
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La excepción Galileo
16 de Agosto de 2014 - 08:33:42 - Luis del Pino

Uno de los mantras más repetidos contra la Iglesia católica - una parte de su Leyenda Negra - es su supuesta oposición al progreso científico y a la Ciencia en general. Se trata de un mantra que invariablemente es justificado, por quienes lo repiten, con el famoso juicio contra Galileo.

Pero esa Leyenda Negra no solo es falsa, sino que, en realidad, buena parte de la Ciencia moderna se la debemos, precisamente, a la Iglesia católica y a científicos católicos.

Fue un padre franciscano, Roger Bacon, quien se convierte, en el siglo XIII, en uno de los principales pioneros y defensores del método científico y de la observación empírica.

Fue un matemático católico, el italiano Fibonacci, quien populariza en Europa, en el siglo XIII, el sistema de numeración arábigo, sin el que las Matemáticas modernas hubieran sido imposibles.

Fue un obispo católico, San Alejandro Magno, quien, gracias a sus estudios de alquimia, consigue aislar por primera vez en el siglo XIII el arsénico y experimenta por primera vez con compuestos fotosensibles, considerándosele uno de los precursores de la Óptica moderna. De hecho, avanzó la hipótesis, hace ochocientos años, de que la velocidad de la luz era finita.

Católico era Gutenberg, inventor de la imprenta en el siglo XV, sin la cual los avances científicos de los últimos siglos no hubieran podido producirse. Como también lo era Agrícola, quien sentó las bases de la Mineralogía moderna en el siglo XVI.

Fue un canónigo católico, Copérnico, el padre de la Astronomía moderna y de las teorías heliocéntricas, en el siglo XVI.

Católico fue Pascal, matemático, físico y filósofo de la ciencia del siglo XVII. La unidad de presión se denomina pascal por sus estudios físicos.

Era católico Descartes, padre de la Filosofía moderna y prominente matemático del siglo XVII. A los sistemas de coordenadas tradicionales los llamamos cartesianos en su honor. A Descartes se le responsabiliza de la conversión al catolicismo de la reina Cristina de Suecia, que se vio obligada a renunciar al trono por abandonar la fe protestante.

Padre jesuita fue Grimaldi, el primero en describir el fenómeno de la difracción de la luz en el siglo XVII y el que inventó, de hecho, la palabra difracción.

Católico era también Lavoisier, considerado el padre de la Química moderna. Dio nombre, en el siglo XVIII, al oxígeno y al hidrógeno y contribuyó a desarrollar nuestro actual sistema métrico. Fue guillotinado durante la Revolución Francesa.

Fue un científico católico, el italiano Volta, el inventor de la pila eléctrica, a finales del siglo XVIII. En honor suyo, la unidad de tensión se denomina voltio. Como también era católico el francés Ampere, uno de los padres del Electromagnetismo, a principio del siglo XIX. En honor suyo, la unidad de corriente eléctrica se llama amperio.

Católico y fraile agustino fue Gregor Mendel, el padre de la Genética moderna, descubridor de las leyes de la herencia a mediados del siglo XIX.

Católico era Pasteur, padre de la Microbiología e importante contribuidor a las técnicas de vacunación y de esterilización a finales del siglo XIX.

Sacerdote católico era el vulcanólogo Mercalli, que a finales del siglo XIX desarrolló la escala de medida de la intensidad de los terremotos que lleva su nombre.

Católico era Henri Becquerel, que recibiría el Premio Nobel en 1903, junto con los esposos Curie, por el descubrimiento de la radioactividad.

Sacerdote católico era el belga Georges Lemaitre, pionero en la aplicación de la Teoría de la Relatividad General de Einstein a la Cosmología y padre de la teoría de la expansión del universo y del Big Bang.

Católico convertido luego al anglicanismo era Marconi, inventor de la radio a principios del siglo XX.

Converso católico era Von Neumann, matemático, físico, economista e ingeniero del siglo XX. Inventó la Teoría de Juegos, participó en el Proyecto Manhattan y fue uno de los padres de las computadoras digitales.

Monja católica era Mary Kenneth Keller, primera mujer en obtener un doctorado en Ciencias de la Computación en los Estados Unidos y miembro del equipo que diseñó el primer lenguaje popular de programación de ordenadores personales, el BASIC.

Como también fueron católicos Antoine César Becquerel, Avogadro, Braille (el inventor del sistema de lectura y escritura para ciegos), Cassini (descubridor de cuatro satélites de Saturno y de la estructura de los anillos de ese planeta), Coulomb, Fallopio, Foucault , Fresnel, Roentgen (descubridor de los rayos X) o Torricelli (inventor del barómetro).

Al igual que también fueron católicos otros muchos matemáticos de renombre, como Bolzano (que era sacerdote), Cauchy o el famoso Fermat, uno de los más insignes matemáticos de la Historia.

Así pues, la Leyenda Negra sobre la Iglesia Católica y la Ciencia es una pura y simple patraña. El caso de Galileo es la excepción, no la norma. Personalmente, no conozco ningún otro ejemplo de científico al que la Iglesia Católica condenara por sus ideas científicas.

Es verdad que la Iglesia de Roma ha tardado, en algunas ocasiones, en adaptarse a los cambios experimentados por la Ciencia, particularmente en el caso de la teoría heliocéntrica y de la teoría de la evolución, pero no solo se ha terminado adaptando mucho más rápidamente que algunas otras ideologías, sino que miembros de la Iglesia han sido decididos impulsores de los avances científicos en casi todas las ramas del saber, incluidas la teoría de la evolución y la teoría heliocéntrica.

Todo eso por no mencionar la labor de preservación, divulgación e impulso del conocimiento realizada por los monasterios católicos medievales o por las universidades que la Iglesia católica fundó en medio mundo.

La Iglesia no tiene, por tanto, nada que hacerse perdonar en el terreno de la Ciencia. Por el contrario, la Ciencia tiene, en general, mucho que agradecer a la Iglesia católica y a los católicos.

Y conviene dejar constancia de ello.

http://blogs.libertaddigital.com/enigmas-del-11-m/la-excepcion-galileo-13124/

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