martes, septiembre 27, 2016

El precio de la paz en Colombia







En Portada - Colombia, el precio de la paz

13 nov 2015
En Portada estuvo en Colombia el día que se firmó el preacuerdo para acabar con un conflicto de casi 60 años, que ha dejado más de 220.000 muertos, el 80 % civiles, sin contar a los secuestrados, desaparecidos y desplazados. Las víctimas quieren paz y justicia y los guerrilleros y paramilitares procesados pueden ser los verdaderos beneficiados.

No hay pueblo de Colombia, por pequeño que sea, que no haya sufrido el zarpazo del conflicto. Han sido muchos años y demasiadas víctimas. Los crímenes se cuentan por cientos de miles y los índices de impunidad, los crímenes sin resolver, son muy elevados. Sin embargo, en medio de este mapa dolorido, un grupo de madres, las madres de Soacha, consiguió hacerse oír: se propusieron defender la memoria de sus hijos, que todo el mundo supiera que eran inocentes.

En una trama siniestra, miembros de las fuerzas armadas asesinaron a jóvenes a los que reclutaban con engaños para, tras alterar las pruebas, presentarlos como miembros de la guerrilla muertos en combate. A cambio, los soldados y mandos implicados, recibían recompensas, dinero, ascensos y permisos.

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PIEDRA DE TOQUE
El precio de la paz
Yo no lo tenía tan claro antes de leer el artículo de Héctor Abad Faciolince. Pero ahora, si fuera colombiano y pudiera votar, yo también votaría por el ‘sí’


MARIO VARGAS LLOSA
18 SEP 2016 - 00:00 CEST
El precio de la paz
FERNANDO VICENTE
Los buenos artículos me gustan casi tanto como los buenos libros. Ya sé que no son muy frecuentes, pero ¿no ocurre lo mismo con los libros? Hay que leer muchos hasta encontrar, de pronto, aquella obra maestra que se nos quedará grabada en la memoria, donde irá creciendo con el tiempo. El artículo que Héctor Abad Faciolince publicó en EL PAÍS el 3 de septiembre (Ya no me siento víctima), explicando las razones por las que votará sí en el plebiscito en el que los colombianos decidirán si aceptan o rechazan el acuerdo de paz del Gobierno de Santos con las FARC, es una de esas rarezas que ayudan a ver claro donde todo parecía borroso. La impresión que me ha causado me acompañará mucho tiempo.

Abad Faciolince cuenta una trágica historia familiar. Su padre fue asesinado por los paramilitares (él ha volcado aquel drama en un libro memorable: El olvido que seremos) y el marido de su hermana fue secuestrado dos veces por las FARC, para sacarle dinero. La segunda vez, incluso, los comprensivos secuestradores le permitieron pagar su rescate en cómodas cuotas mensuales a lo largo de tres años. Comprensiblemente, este señor votará no en el plebiscito; “yo no estoy en contra de la paz”, le ha explicado a Héctor, “pero quiero que esos tipos paguen siquiera dos años de cárcel”. Le subleva que el coste de la paz sea la impunidad para quienes cometieron crímenes horrendos de los que fueron víctimas cientos de miles de familias colombianas.



Pero Héctor, en cambio, votará sí. Piensa que, por alto que parezca, hay que pagar ese precio para que, después de más de medio siglo, los colombianos puedan por fin vivir como gentes civilizadas, sin seguirse entrematando. De lo contrario, la guerra continuará de manera indefinida, ensangrentando el país, corrompiendo a sus autoridades, sembrando la inseguridad y la desesperanza en todos los hogares. Porque, luego de más de medio siglo de intentarlo, para él ha quedado demostrado que es un sueño creer que el Estado puede derrotar de manera total a los insurgentes y llevarlos a los tribunales y a la cárcel. El Gobierno de Álvaro Uribe hizo lo imposible por conseguirlo y, aunque logró reducir los efectivos de las FARC a la mitad (de 20.000 a 10.000 hombres en armas), la guerrilla sigue allí, viva y coleando, asesinando, secuestrando, alimentándose del, y alimentando el narcotráfico, y, sobre todo, frustrando el futuro del país. Hay que acabar con esto de una vez.

¿Funcionará el acuerdo de paz? La única manera de saberlo es poniéndolo en marcha, haciendo todo lo posible para que lo acordado en La Habana, por difícil que sea para las víctimas y sus familias, abra una era de paz y convivencia entre los colombianos. Así se hizo en Irlanda del Norte, por ejemplo, y los antiguos feroces enemigos de ayer, ahora, en vez de balas y bombas, intercambian razones y descubren que, gracias a esa convivencia que parecía imposible, la vida es más vivible y que, gracias a los acuerdos de paz entre católicos y protestantes, se ha abierto una era de progreso material para el país, algo que, por desgracia, el estúpido Brexit amenaza con mandar al diablo. También se hizo del mismo modo en El Salvador y en Guatemala, y desde entonces salvadoreños y guatemaltecos viven en paz.

La revolución de los barbudos sirvió para que millares de jóvenes se sacrificaran inútilmente


El aire del tiempo ya no está para las aventuras guerrilleras que, en los años sesenta, solo sirvieron para llenar América Latina de dictaduras militares sanguinarias y corrompidas hasta los tuétanos. Empeñarse en imitar el modelo cubano, la romántica revolución de los barbudos, sirvió para que millares de jóvenes latinoamericanos se sacrificaran inútilmente y para que la violencia —y la pobreza, por supuesto— se extendiera y causara más estragos que la que los países latinoamericanos arrastraban desde hacía siglos. La lección nos ha ido educando poco a poco y a eso se debe que haya hoy, de un confín a otro de América Latina, unos consensos amplios en favor de la democracia, de la coexistencia pacífica y de la legalidad, es decir, un rechazo casi unánime contra las dictaduras, las rebeliones armadas y las utopías revolucionarias que hunden a los países en la corrupción, la opresión y la ruina (léase Venezuela).

La excepción es Colombia, donde las FARC han demostrado —yo creo que, sobre todo, debido al narcotráfico, fuente inagotable de recursos para proveerlas de armas— una notable capacidad de supervivencia. Se trata de un anacronismo flagrante, pues el modelo revolucionario, el paraíso marxista-leninista, es una entelequia en la que ya creen solo grupúsculos de obtusos ideológicos, ciegos y sordos ante los fracasos del colectivismo despótico, como atestiguan sus dos últimos tenaces supérstites, Cuba y Corea del Norte. Lo sorprendente es que, pese a la violencia política, Colombia sea uno de los países que tiene una de las economías más prósperas en América Latina y donde la guerra civil no ha desmantelado el Estado de derecho y la legalidad, pues las instituciones civiles, mal que mal, siguen funcionando. Y es seguro que un incentivo importante para que operen los acuerdos de paz es el desarrollo económico que, sin duda, traerán consigo, seguramente a corto plazo.

El modelo revolucionario es una entelequia en la que ya creen solo grupúsculos de obtusos ideológicos


Héctor Abad dice que esa perspectiva estimulante justifica que se deje de mirar atrás y se renuncie a una justicia retrospectiva, pues, en caso contrario, la inseguridad y la sangría continuarán sin término. Basta que se sepa la verdad, que los criminales reconozcan sus crímenes, de modo que el horror del pasado no vuelva a repetirse y quede allí, como una pesadilla que el tiempo irá disolviendo hasta desaparecerla. No hay duda que hay un riesgo, pero, ¿cuál es la alternativa? Y, a su excuñado, le hace la siguiente pregunta: “¿No es mejor un país donde tus mismos secuestradores estén libres haciendo política, en vez de un país en que esos mismos tipos estén cerca de tu finca, amenazando a tus hijos, mis sobrinos, y a los hijos de tus hijos, a tus nietos?”.

La respuesta es sí. Yo no lo tenía tan claro antes de leer el artículo de Héctor Abad Faciolince y muchas veces me dije en estas últimas semanas: qué suerte no tener que votar en este plebiscito, pues, la verdad, me sentía tironeado entre el sí y el no. Pero las razones de este magnífico escritor que es, también, un ciudadano sensato y cabal, me han convencido. Si fuera colombiano y pudiera votar, yo también votaría por el sí.

http://elpais.com/elpais/2016/09/15/opinion/1473947635_924358.html

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2016/09/26 20:33

Los 10 duros dardos de Uribe a la firma de la paz
Después de finalizar la ceremonia, el expresidente Uribe se despachó no sólo contra Santos sino contra la comunidad internacional que apoya el acuerdo. Estas son sus principales criticas.
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La jornada del expresidente Álvaro Uribe este lunes en Cartagena comenzó con una cadena humana en las inmediaciones del Castillo San Felipe junto a los seguidores del No al plebiscito, y terminó en un restaurante con una rueda de prensa.

Uribe arrancó su discurso dirigiéndose a la comunidad internacional, asegurando que “Colombia no ha vivido en guerra” sino que “ha sufrido un sistemático ataque del narcoterrorismo".

Estos fueron los diez puntos clave de su discurso:

1. No se ataca el narcotráfico:

“Habíamos bajado de 170 mil hectáreas de cultivos ilícitos a 47 mil, por la indulgencia con el terrorismo se ha llegado nuevamente a 200 mil (…) El narcotráfico ha sido promotor del terrorismo y en este acuerdo con las Farc, el cartel de cocaína más grande del mundo, se ha aceptado que este delito es conexo con el político. Los mayores delincuentes de esta organización no tendrán sanción doméstica, tampoco extradición y se les concede el beneficio de elegibilidad política”.

2. Reina la impunidad:

“Queda en impunidad el asesinato y secuestro de policías y soldados en muchas ocasiones indefensos (…) Quedan en la impunidad todos los delitos de lesa humanidad como el secuestro (17.974 casos entre 1998 y 2003), el reclutamiento y violación de niñas (11.700 niños reclutados, 6.800 mujeres violadas), los carros bomba, la destrucción de 200 municipios. Los mayores responsables de estas atrocidades no van a la cárcel ni a lugares alternativos.

Se anuncian sanciones como restricciones de residencia y de movilidad que serán inaplicables porque coincidirán con el ejercicio político de sus actores. La misma justicia internacional denomina simbólicas a estas sanciones (…) Esta amnistía disfrazada al terrorismo se otorga además sin perdón, sin arrepentimiento, sin que entreguen el dinero del tercer grupo terrorista más rico del mundo para reparar a las víctimas”.

3. Triunfará el castro-chavismo:


“Nuestro Presidente, después de ser la voz latinoamericana más crítica del chavismo, permitió que la tiranía de Venezuela trasladara al terrorismo, del escondite donde lo protegía, al camino de tomarse a Colombia. Bien ha dicho Maduro que aquí se le debe una estatua a Hugo Chávez, porque se ha logrado lo que él quería para Colombia, y lo entendemos bien; la agenda de la Farc está triunfante”.

4. Se está reprimiendo el No:


“Se prohibió la publicidad oficial para silenciar a los votantes del No, mientras que el Sí goza de desafiante ostentación propagandística. El acto costoso de hoy, al mejor estilo de derroche de esta administración, para fortalecer al Sí a pocos días del plebiscito, contrasta con la decisión del Gobierno que negó recursos oficiales para promover el No y desafió al país con la ostentación del Sí, sin argumentos.

El Presidente negó el debate, nos invitó a adherir después de tratarnos como nunca se atrevió a hacerlo con el terrorismo. El jefe negociador, con quien nos reunimos varias veces, habla de diálogo civilizado cuando no prestó atención a uno solo de los argumentos de los defensores del No”.

5. Se aprobó la agenda del terrorismo:


“El terrorismo feliz ha logrado que le aprueben toda su agenda, negociadores del Gobierno, con arquitectura jurídica para destruir la democracia, todo lo ocultan con el abuso de la palabra paz (…)El Presidente negoció con el terrorismo la agenda nacional, la suplantación de la Constitución, que no es la paz sino todo lo contrario. Con razón voceros de Farc expresaron a medios mexicanos que Santos les concedió la victoria”.

6. Habrá más impuestos:

“Nuestra economía queda capturada por las Farc. Más impuestos generales, más impuesto predial, aumento excesivo del gasto público, que será inflexible (…) surgen una nueva motivación constitucional para expropiar propiedad privada de personas honestas.

El terrorismo está a la expectativa que con este Acuerdo que trae más impuestos, amenazas de expropiación, gasto público ineficiente, policía política al estilo castrista, se deteriore la economía y se agrave la crisis social, lo cual le permitiría la toma del poder para implantar definitivamente el fracasado Socialismo Siglo XXI, al estilo de la hermana Venezuela. Las Farc lo confiesan sin reservas”.

7. Gobierno se asocia con criminales:


“Se repite el grave error de asociar al Estado con criminales, en esta ocasión con las Farc, para combatir a otros criminales como los sucesores del paramilitarismo. Esa amarga experiencia se vivió en el pasado y graduó más criminales. Las Farc se habría acabado si mi Gobierno hubiera permitido que los paramilitares avanzaran en su propósito, pero el camino institucional de combatirlos a todos fue nuestro camino”.

8. Rechazo al apoyo internacional:

“No entendemos que algunos países apoyen aquí lo que allá no admitirían en favor del terrorismo (…) Los visitantes centro americanos deben recordar que allá hubo insurgencias civiles armadas contra dictaduras, en Colombia el Estado de Derecho ha sido desafiado por el narcoterrorismo. Cada vez que en Perú aparecen señales de resurgimiento de Sendero Luminoso, responden con autoridad, no con amnistía a Abimael Guzmán. México no amnistiaría a los cabecillas de los carteles de cuya droga Farc ha sido el mayor proveedor (…) Nos duele que democracias amigas acudan a avalar la impunidad disfrazada al cartel de cocaína más grande del mundo.

Visitantes del mundo que acuden a esta recocha de Santos, a este festín de legalización del terrorismo: Osama Bin Laden, Abimael Guzmán, el Chapo, a ninguno de ellos se le habría permitido ser dignatario de elección popular, presidente de una democracia”.

9. Sí se quiere la paz, pero no así:

“Los colombianos que decimos No a este Acuerdo expresamos con solidaridad a nuestros compatriotas del Sí que nosotros también queremos la paz, aquella que no genere mal ejemplo, que no sea inestable, que cumpla con los mínimos de justicia de la legislación internacional y nacional, que de protección a los desmovilizados de la Farc y proteja a nuestra democracia del riesgo del totalitarismo socialista”.

10. Sí es posible renegociar:


“El Presidente engaña al mundo con la afirmación de que no hay alternativa para conseguir la paz, él como Ministro y candidato nuestro en 2010 supo que la había, sabe que la hay, para ocultarlo niega el debate (…) Comprensible que las Farc digan que nada se puede renegociar, tontos que fueran si consiguieron todo. Votar No es lo único que por ahora abre el camino de los correctivos".

Álvaro Uribe Vélez
http://www.semana.com/nacion/articulo/declaraciones-de-alvaro-uribe-sobre-la-firma-de-la-paz-entre-el-gobierno-y-las-farc/495653

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