martes, mayo 25, 2010

el soplao valtueña 2010



2 valtueñas 200m antes del final del segundo puerto del moral


IV Marcha Los 10000 Del Soplao son 165km y casi 5000 m de desnivel acumulado
Sábado 22 de Mayo de 2010
salida y llegada en Cabezón de la Sal (Cantabria).


Los 10000 Del Soplao es una marcha NO COMPETITIVA de velocidad libre con las siguientes restricciones:

* La salida se dará el Sábado 22 de mayo de 2010 a las 8:00 h.
* Los participantes deberán llegar al avituallamiento nº 6 (km 133) antes de las 21:00 h.
* Todo el que llegue más tarde será desviado hacia Cabezón de la Sal por la carretera.
* El cierre de control será el Sábado 22 de mayo de 2010 a las 24:00 h.


Todos los valtueña que empezaron, acabaron..y salieron màs de 20 !
el primero de la general francisco ventoso terminó en 6h 45 min 52 seg, el primer valtueña que acabó en el puesto 100 fué carlos glez de salamanca en un tiempo de 8h 48 min 47 seg, el último valtueña acabó en el puesto 1907 en un tiempo de 15h 50 min 37 seg y el ùltimo de la general en el puesto 1942 con 17h 19min 32 seg.
Hubo un 30 % de abandonos entre todos los participantes


"ladrillo" de Joseba León aparecido en el foro de Los 10.000 del Soplao. Joseba fué campeón del año pasado y tercero en esta edición

"En el Soplao no hay vencedores ni vencidos" Son las primeras palabras ante los medios de FRANCISCO VENTOSO nada mas cruzar la linea de meta. Sabias declaraciones de un gran campeon que no parece ni haberse despeinado para detener el crono en unas estratosfericas 6 horas 45 minutos.

Razón no le falta, de hecho en el primer articulo del reglamento de la prueba destaca en mayusculas: MARCHA NO COMPETITIVA, y sin embargo casi todos los participantes, al menos los mil primeros, llevamos meses preparandonos para cruzar por la alfombrilla del chip cronometrador en el minimo tiempo posible. Los precavidos se colocan en las primeras posiciones pero una hora antes del pistoletazo de salida, despues codazos para coger la cabeza, caidas tontas provocadas por los nervios incluso ataques suicidas. Al terminar nos agolpamos delante del tablon de las clasificaciones para comprobar el puesto realizado; "ja ja! este año te he ganado!" o "bien, hice entre los 500 primeros y el 38 de mi categoria!" son algunos de los comentarios que escucho. Mientras, al lado, en el hospital de campaña no dan a basto desinfectando pieles raspadas, descontracturando musculos dislocados y administrando vias de suero para reanimar a los que casi desfallecen al cruzar la linea de meta. ¿Estamos LOCOS o qué?

Sí, estamos locos.

Mi dorsal numero 1 llega sucio y arrugado, la cara desencajada, los labios agrietados y la mirada perdida. "NO VUELVO, dejadme en paz, no vuelvo!" Son mis feas declaraciones con voz palida y con el sentido comun mermado por una fatiga extrema. Mi tercer puesto no me satisface y el cuarto de hora que me ha sacado Ventoso me parece casi un insulto. Ademas, para el segundo puesto, esta vez el CAMPEON se ha buscado un aliado mas digno; Matias Cagigas, que seguro que no ha empleado las artimañas picarescas que use yo el año anterior para arrebatarle la victoria en el ultimo momento al bueno de Ventoso.

Claro que volvere el año que viene, pero a disfrutar, a rodar mas despacio, a disfrutar del paisaje, a parar en los avituallamientos, a reir con los amigos y conocer gentes nuevas, acampar en el pueblo, celebrarlo por la noche e incluso intentar ligar con alguna de las guapisimas y simpaticas participantes feminas... ¡¡MENTIRA!! Mañana mismo me pongo a entrenar para el año que viene; un viejo mercenario como yo solo sabe encender el crono y machacar los pedales...

Pero no lo olvideis: En el Soplao, no hay vencedores ni vencidos.
........-.--..-.-.-.

ladrillo de alvaro, desenfrenao foro del club luis valtueña, 14 h 11 min 18 seg

FUERZA Y HONOR

1-Orto


¡Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
-Álvaro, son las cinco y media. Arriba.
-Cinco minutos más, porfa.
-No, cariño. Vamos, a levantarse.
-¡Qué no, coño! Cinco más y me levanto.
-¡Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
-¡Joder, todo el año levantándome pronto y hoy encima, a sufrir. Manda cojones!

Así empieza un sábado “cualquiera” con el club Valtueña. Pero hoy es especial. El día D ha llegado.
Por fin. Cinco meses de preparación verán la luz. O no.

Me levanto, me ducho y me preparo cual gladiador dispuesto a morir, o a alcanzar la gloria. Bajo a recepción y pido las llaves del garaje. Abro la puerta. Ahí está ella, esperando, apoyada en la pared, humilde, tímida entre tantas compañeras por su condición humilde. Pero se promete que va a dar lo mejor de si misma, que no va a dejar tirado a su compañero de fatigas. Eso lo han hecho otras con más trapío. Se suponía. -No. No le decepcionaré. Con cuidado coloco el dorsal, soportes de luces, bidón extra. Compruebo todo. Por enésima vez. La llevo afuera, hacia el amanecer.

-Compañera, hoy es el día. No me falles y yo no te fallaré.-

Desayuno con calma, más por impedimentos físicos, que por ganas. Los valtueñas van apareciendo. Rostros iluminados por la ilusión. O por los nervios. Termino, cojo la mochila (7 kg le he calculado), casco y guantes y me despido de mi mujer: -Te quiero. Pensaré en ti y en Yeray cuando flaqueen las fuerzas.

Sé que algo dejo olvidado. ¡Pero el qué!

Primeras fotos a mis compañeros. Risas, o sonrisas. Salgo hacia Cabezón. Cuatro kilómetros y medio (según Rubén) me separan de lo que iba a ser una de las experiencias que más honda huella han dejado en mí.

Voy por la carretera. Me noto ligero, casi etéreo. Ah! No soy yo, es mi compañera, que vuela cual Pegaso, nerviosa por lo que le deparará el día. Uno, dos , diez ciclistas se unen a mí. El mismo destino. No, el mismo no. Algunos verán el infierno, y no saldrán de él. Otros, como en el de Dante, verán todos los pecados pasar ante ellos, y superando los distintos círculos, llegarán a ver la luz de nuevo.

¿Penaré mis culpas en alguno de ellos, o tras esta experiencia veré un nuevo amanecer, distinto a los vividos hasta ahora?


2-Salida


-¡Desen, aquí!

Los veo, paso la cinta, pido disculpas. Ya está un grupo hecho. Ah! Uno más: Manu. Me pregunto qué hago con estas máquinas de pedalear, si antes de 500 metros desaparecerán de mi vista.

Oímos un estruendo. Parecen tambores. De guerra. Es la traca que encienden para dar la salida. Un minuto, dos. Seguimos sin movernos. No, parece que ya … Nervios. Risas. Nuestras parejas se despiden de nosotros. Sólo les falta un pañuelo en sus manos.

-¡Suerte. Ten cuidado, no te caigas!- dice una.
-¡No te manches mucho, que la lavadora hace un ruido raro, raro, raro!- dice otra.

El “Titanic” se mueve, y nosotros con él.

3-El Purgatorio

La gente me arropa, me anima y me hacen volar. Entramos en la pista. Voy alimentándome con el polvo que trago. Santi y Manu van delante de mí. Foto de rigor. Intento seguirles. No puedo. Mucho nivel para mí.

Bajamos hacia Ríoturbio, donde adelanto a Patri. -¡Antebrazos con fuerza, vamos!- le aconsejo. Subir, bajar. Avituallamiento en Caviedes. Sólo agua. Por ahora.

Llegamos al primer escollo serio de verdad, hacia Las Cuevas. -¡Empieza lo bueno! – se oye decir. Repecho imposible, atasco monumental. Soy un Valtueña. Pido paso, meto el 36. Una, dos, tres pedaladas. Un metro, dos, tres. Aaah! Dolor en la espalda. Me acabo de acordar qué se me había olvidado en la posada: ¡la faja!

Se acabó. El honor valtueña por los suelos. Empujo junto a dos mil “cobardes” más. Poco después se “suaviza” la pendiente. Cabalgo de nuevo hacia Las Cuevas, rampones que supero para dirigirme a Caviña, donde relajo hasta llegar a El Soplao.

Manu está en el avituallamiento, recuperando. Me digo que no voy tan mal, pues él está aquí. Javier se presenta con gesto circunspecto: -No voy fino, no! – me dice. Me despido de él.

Pregunto a la organización cómo es la bajada - ¡Peligrosa, ten cuidado! Doy las gracias mientras bajo la tija (mi frase favorita) y me lanzo. Disfruto como un enano, los regueros, transversales y profundos, los salto rápidamente, cuerpo atrás para evitar topes de horquilla que me lanzasen “por las orejas”. Uno, dos, por la derecha, por la izquierda, clavo frenos, derrapo.

Llego a Celis, freno y subo tija (frase odiada). Me adelantan algunos. ¡Cómo no! Carretera camino a La Cotera y Puentenansa. Paisaje espectacular. Desvío a la derecha, cruzo el río Quivierda, me empapo las zapatillas, y los pies. No importa, el calor empieza a hacerse notar.

Cojo la pista que me hará llegar hasta la cima del Monte AA, que nos espera a todos, cual Thor vengativo, con su martillo para derribarnos. Lo consigue, pues desisto en las primeras rampas de forzar la espalda. No soy el único que pone pie en tierra.

Oigo mi nombre. Es Rubén, que vuela sobre su montura rampones arriba. Hola y adiós. Sigo, seguimos, empujando. De pronto, un rumor, luego unos vítores.

-¡Dejarla paso! ¡Ánimo, vamos!
-¡Vamos, campeona, que puedes!

Paro, me giro y …

-Hola, Desen

Los ojos se me salen de las orbitas. Patricia, cual amazonas salvaje, sube, repta por los cuestones con facilidad asombrosa. La gente la mira y admira, y también la envidian. Impresionante. Felicidades.

Desaparece de mi vista entre los jaleos de la gente que se encuentra allí y de sus “enemigos”. Yo, no lo intento. Por fin coronamos AA donde, de nuevo, pregunto por la bajada. Me lanzo a recuperar algo de tiempo sobre el perfil horario que llevo, basado en los tiempos de Manu el año pasado, pero es peligroso, pues hay mucha gente y la pista desliza demasiado. Aún así, me acerco de nuevo al”reloj”.

Ruente, puente romano, Ucieda. Sigo pedaleando. La gente te hace volar. Increíble . En cada recodo, banco, valla, fuente hay alguien animando como si esto fuera el Tour. Un aplauso por el cariño que te demuestran a cambio de nada. Acaso un saludo tímido, o las gracias. No hay tiempo para más.

Llego a Casa del Monte. Donde se encuentra el avituallamiento previo a la subida de El Moral. No puedo pasar de él. Hacerlo significa el abandono, pues el calor empieza a ser “infernal”. Patri se encuentra allí, luego llega Javier y poco después Kike y Juanjo. Saludos, felicitaciones y comentarios de la ruta. Repongo fuerzas al son de gaitas y tambores, sandwich a discreción, fruta variada y agua. También chorizo sin pan, pues la organización no ha caído en los que han recibido la visita del Sr. Pérez. Y además, muchas veces.


4-El Infierno


Salgo del avituallamiento e inmediatamente comienza la subida. Carteles a mano izquierda nos indica lo que nos espera. Hay un arroyo al comienzo y decido lavar el maillot. Y a mí, también. Jornada larga. El agua me da la vida y comienzo la subida con ilusión. -¡Esto está chupao! – me digo, mas por darme ánimos que por pensarlo realmente.

No hay nada en la vida peor que la ignorancia. En cada recodo busco el final de la subida, y no la encuentro. Es más, en una de ellos se ve cómo se perfila la pista en la montaña, y cuánto queda aún. El Moral. No hay mejor nombre.

La espalda se resiente cada vez más.

El calor es insoportable, para mí al menos, pues yo no estoy acostumbrado, ni lo estaré nunca. Mi cuerpo pide agua. Paro en una fuente y me ducho. Literalmente. Continúo y, de pronto, unas sirenas suenan, indicando que el primero está bajando hacia mí. ¡No puede ser, si me falta más de la mitad de la ruta!

Quiero inmortalizar el momento. Preparo la cámara. Le veo, precedido de un motorista que baja por delante de él, y cuando llega a mi altura, se suelta del manillar, haciendo el gesto de la victoria. Disparo. El momento ha quedado grabado, más en mi retina que en la cámara. Fran Ventoso camina hacia la gloria. Yo, hacia el infierno.

Continúo por el purgatorio, maldiciendo el día en que decidí venir.

Un recodo, fondo azul. Ya llego. ¡Nooo! Seguimos. Otro recodo, otro fondo azul. Ya llego. ¡Pero esto que es! Bajo, subo. Subo, bajo. Por fin corono El Moral. Agua, agua y más agua. Pregunto, como no, por la bajada.

–Pista, no es peligrosa. Pero mucho cuidado con los que vienen de frente.

Bajo tija, como siempre, y enciendo el Gps, apagado hasta ese momento, pues su batería no dura más allá de la nueve horas. Me lanzo deprisa, muy deprisa. Voy retrasado. Susto: los que suben van dando bandazos de derecha a izquierdas sin darse cuenta (luego supe el por qué, cuando lo tuve que subir yo de nuevo).

Antes de Juzmeana me cruzo con Carlos. Sobre su Turner cabalga como un poseso, camino de El Moral y la meta. Increíble. Otra máquina.

Apenas paro a repostar cogiendo la carretera camino a Bárcena Mayor donde, justo en la salida hay un arroyo. Me doy la vuelta. Necesito ducharme de nuevo. En ello estoy cuando oigo voces. Tengo espectadores, interesados en mi estado. Mis lorzas, al aire, reflejan el por qué de mi estado de forma.

-Mucho calor, ¿verdad?
-Sí. –y manta que es uno, pienso.

Me visto de nuevo, dándome el calmante en la espalda, cervicales y hombros, destrozados por el peso de la mochila. Veo un cartel. Me aproximo, despacio, tímidamente. ¡15 km de subida para llegar a coronar Fuentes! Saco toda la bravura que me queda y empiezo a subir. El calor me está secando. Bebo hasta mi sudor. En una zeta a derechas veo una cascada pequeña. Me tiro a ella. Me recreo con ella. Bebo de ella hasta saciarme. Los demás me miran raro, y preguntan cómo está el agua, si se puede beber.

-Aunque fuera cianuro, lo bebería.

Continúo, viendo los neveros más cerca. Otro cartel. Voy hacia él, esta vez sin miedo, con trapío. ¡2,4 km cima! Esto ya está. Corono fuentes. Me quito la maleta que llevo a mi espalda, bebo agua y más agua. Me siento en una silla. Estoy agotado.

Llegan Cris y Carlos. Tras ellos, Kike y Juanjo. Algo va mal. En tres años nunca les había visto en esas condiciones. Están exhaustos.

Tras una corta charla, decido tirar hacia abajo. Sé que en algún momento mi metabolismo dirá ¡BASTA! Le estoy forzando como nunca. No lo respeto. El no lo hará tampoco a mí.

Cometo un error de principiante: el perfil lo tengo tan doblado que no me fijo en que no he terminado de subir la parte más dura de la ruta. Esto es: desde Bárcena a Venta Vieja. Creo estar en Palombera, y que sólo me queda bajar y bajar para llegar al pie de El Moral.

Llego a una carretera QUE ME HACE SUBIR DE NUEVO. Esto no lo tenía planeado, ni asumido. Penetro en el asfalto. Me fundo con él. El ritmo cada vez más lento. Miro la hora. No sé donde estoy, ni cuando llegaré. Empiezo a temer lo peor y fallar a Julián (me lo advirtió), a mi mujer y a mi hijo.

Y a mí mismo.

Llego al Pto. de Palombera entre vítores y aplausos. ¿Pero cómo hay tanta gente? Esto es increíble. Les doy gracias una y mil veces, pues estaba a punto de quedarme en el “séptimo círculo” irremediablemente.
Empiezo la bajada por la carretera C-625, hasta llegar a Ozcaba, donde cojo la pista que me llevará hasta Venta Vieja. La vista es magnífica, y también lo que me espera. La pista se recorta perfectamente en la montaña. -¿Hasta allí tengo que ir?

Mis piernas se mueven mecánicamente, ya no duele nada, no siento nada. La medicina hace efecto. Gracias, Cris. Gracias, Carlos.

Llego a Venta Vieja, casi sin querer, más fácil de lo que creía. Allí hay un helicóptero, remonta el vuelo delante de mis narices para ir a apagar otro foco de incendio.

La pista empieza su descenso. Paro y … bajo la tija. Me lanzo ¡Salgo del octavo círculo! Uno tras otro voy adelantando a compañeros que por falta de fuerzas descienden con precaución. Colsa. Carretera. Zetas impresionantes. Interiores imposibles a “cadáveres” andantes.

El tiempo se me echa encima. Más rápido, vamos. Veo 68 km/h en un momento dado. ¡Pero si no se nota! Segunda vez que disfruto de verdad en todo el día. Álvaro, no seas necio. Has disfrutado con las vistas, con las gentes, con la compañía, la organización.

Con el sufrimiento que llevas padeciendo todo el día. Estás en tu salsa.

Llego hasta Tojo y, a continuación, a la carretera S-203, dirección Bárcena Mayor. Llego a Juzmeana, donde está situado el penúltimo avituallamiento, donde empieza la subida, por segunda vez, de El Moral.

Mi compañera, que no ha necesitado nada en toda esta aventura, empieza a pedir ayuda. Le suena todo. Limpieza de trasmisión completa. Engrase general, etc. Veo con temor que el ruido principal se debe a los rodamientos del pedalier. Crujen como ascuas. Me planteo el cambiarlos. Me dicen que aguantan esta última subida. Acepto, más por no perder tiempo que por otra cosa.

Yo también necesito recuperar fuerzas para afrontar el último escollo. Agua, fruta y un Boi-K . El último círculo está ante mí. Como a Dante, mi Beatriz, Ana, me espera al otro lado de este infierno.

Empiezo suave, sabiendo que esto se acaba. Fotos aquí y allá. Hablo con las nuevas amistades que vas teniendo en esta aventura. Doy Boi-K’s a varios participantes, que se encuentran extenuados al borde de la pista. Los animo -¡Vamos, que es la último. Arriba!

Llego al rampón final. No puedo. Me bajo y empujo. Voy más rápido así que encima de mi “niña”: 5’5 km/h marca el Gps. Se suaviza la pendiente. Extraño, me siento con energías renovadas. Le pido permiso a mi chica y corono El Moral. Estoy eufórico. Sé que me quedan dos repechos de nada, pero ya está todo el “pescao" vendido. El noveno y último círculo no me retendrá por más tiempo. Salgo del Limbo.

Agua y fruta de nuevo. Mirada alrededor de uno mismo, admirando lo que te juras no volver a ver. Disfrutando el momento. Doy las gracias a las personas del avituallamiento, extensibles a todas las demás, a la organización, a todos. ¡Igual que en Madrid!

Vuelvo a coger a mi compañera. La espalda dice que “No te perdono lo que me estás haciendo”. Termino con lo poco que queda del medicamento.

Bajo, subo. Bajo de nuevo y subo de nuevo. El tío del cencerro sigue allí. Tolom, tolom. Todo el día. Al acercarme, ve nuestro nombre: VALTUEÑA. –Otro Valtueña. ¿pero cuántos soís? Pero mira que sois duros. Vamos, que ya está acabado. Le doy las gracias una y mil veces. Me hace sentir orgulloso. De mí, de ser un VALTUEÑA.

Ahora sí. Ya es solo bajada. Llego al recodo donde ésta mediodía me ha engañado dos veces, creyendo que había coronado El Soplao. Ahora es todo diferente. No hay engaño alguno. Estoy a 45 minutos de la gloria.
Gloria que solo uno mismo sabe lo que ha llegado a costar conseguir. Voy a salir del Infierno. Por fin.


5-El Cielo

Llego a la barrera, con la rejilla del paso de ganado. Freno en seco, dejando media cubierta en el suelo.
El astro rey se está poniendo en ese momento. Justo cuando yo paso. Parece que quiera despedirse de mí, inclinándose en señal de respeto por la gesta conseguida. Se me saltan las lágrimas.

Saco la cámara, realizando una de mis mejores fotos, no por la calidad que, como siempre, deja bastante que desear, sino por lo que significa.

Sigo llorando. Llamo a mi hijo y me pregunta si lo he conseguido. –Sí, hijo. Gracias por tus llamadas.
Llamo a mi mujer. Lo mismo.

Ana, gracias por animarme durante todo el día. Te quiero.

Me falta una llamada: -Enrique, lo conseguí! Me felicita. Gracias por engancharme a esta locura.

Me doy cuenta que, tras este melodrama, el sol dijo adiós hace tiempo. Veo la claridad de la pista y decido poner solo la luz trasera, gentileza de Juanjo (gracias). La delantera no, pues calculo que llegaré justito a meta. Y tan justo: de noche. Me doy cuenta de que he ido más de trece horas con casi medio kilo de luces para nada.

Empiezo a descender (por supuesto, con la tija a ras) y me marco una bajada de órdago. Lo sé, me la he jugado, pero el ansia me puede. Llego Casa del Monte, freno a saco y subo la tija. Por última vez. Me doy cuenta de que estoy congelándome, pero paso de ponerme el chubasquero. Ni un minuto que perder.

Pedaleo como un poseso, llegando a Ucieda. ¡No es posible! ¡Sigue habiendo gente en las calles animándote! Esto es una locura. Cruce con la C-625, dirección a LA META. Pedaleo con todas mis fuerzas. Sigo a unos cuantos que llevan luces. Vamos, un poco más. Rápido. De pronto, un grito me hace girar la cabeza

-¡Ese VALTUEÑA, vamooooos!

Eran Julia, Charo y mi mujer, Ana. Casi ni las veo. Las digo adiós.

Trescientos metros para META. Gente, gente y más gente .Tumulto. La pancarta de Meta está a la vista. La calle se convierte en un carril. Luego en un pasillo. La gente cierra el paso. Se echa encima de ti. Te aplaude.
Parece que tú fueras el ganador. Veo a Dani. Me aplaude como loco, celebrándolo incluso más que yo. Gracias, compi.

Cruzo el arco. Piso la alfombra. ¡Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

Cabezón de la Sal, gracias por todo. Nos vemos el año que viene.

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fotos

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