COLOMBIA 2012-08-30 Santos y las FARC
Por Eduardo Mackenzie
La decisión del presidente, Juan Manuel Santos, de abrir "negociaciones de paz" con las FARC, tras un periodo de "contactos" secretos con la banda terrorista en Cuba y otros países, como él y un vocero de las FARC acaban de admitir públicamente, es el resultado de una acumulación de problemas irresueltos por parte del Gobierno.
Ese anuncio sobreviene tras el desplome de la popularidad del jefe del Estado, y en medio de la crisis de seguridad que vive el país. El aspecto más visible de esa crisis, pero no el único, son los episodios recientes de terror continuado en cuatro departamentos del sur, el atentado en Bogotá contra el exministro y periodista Fernando Londoño Hoyos, la nueva ola de ataques a poblaciones y a infraestructuras eléctricas y las asonadas indígenas del Cauca, que pretendían beneficiar a las FARC sacando a la fuerza pública de corredores estratégicos para la seguridad nacional.
Para resumir, el plan de Santos de "dialogar" con las FARC no emerge en el mejor momento de su mandato, sino en una fase de declive en la que no se destaca el menor avance político, social o militar del Estado en su lucha histórica contra la subversión narco-comunista.
El plan es el resultado de la nueva relación de fuerzas impuesta por ésta al Estado. Es también la consecuencia de un mejoramiento de la posición de las FARC en el escenario internacional.
Las FARC han consolidado sus bastiones en Cuba, Venezuela y Ecuador, y cuentan con redes de simpatizantes en cada país del hemisferio, incluidos los Estados Unidos. Frente a esta amenaza, la acción diplomática colombiana ha sido inexistente.
Quiéranlo o no los publicistas del Palacio de Nariño, esa es la base política objetiva sobre la cual comenzará el nuevo intento de diálogo con las FARC. A esa desventaja estratégica se le suma otra: el error de Santos de aceptar el esquema predilecto del difunto Tirofijo de "negociar en medio del conflicto". Ese esquema, en el que cada colombiano muerto o herido por las FARC pesa contra Colombia en la mesa de negociación, explica por qué las FARC se crecieron cada vez que el Estado dialogaba con ellas.
Desde ya se puede ver que ese proceso, como los anteriores, no va a ser fácil ni promisorio para la democracia colombiana ni para la estabilidad del continente. Lo peor de todo es que esta concesión de Santos a las FARC costará la vida a cientos de colombianos.
Las FARC de hoy tienen poco que ver con las de 2010. Los ocho años de gobierno de Álvaro Uribe impusieron a esas hordas una situación de desgaste, repliegue y aislamiento nunca antes vista. Las FARC perdieron cerca de 10.000 combatientes, entre muertos, heridos, capturados, extraditados y, sobre todo, desertores. Uribe había logrado la desmovilización de 52.000 hombres y mujeres en armas (35.000 paramilitares y 17.000 guerrilleros). La fuerza pública había sido capaz de expulsar a las FARC de vastos territorios, eliminar y encarcelar a una parte de su liderazgo, confundir y humillar a los jefes restantes, obligarlos a refugiarse en Venezuela y Ecuador. En numerosos combates y operativos, como los célebres Félix y Jaque, que el mundo entero admiró, el Ejército y la Policía demostraron que las FARC ya no podían estar seguras en ninguna parte. Y el optimismo volvió a renacer en el corazón de los colombianos.
Empero, en sólo dos años de gobierno de Santos esas conquistas se perdieron. El desmonte de la seguridad democrática, la tolerancia del Ejecutivo ante los desmanes del Poder Judicial y el agravamiento de la guerra jurídica contra las Fuerzas Armadas paralizaron a la fuerza pública, la confinaron a acciones defensivas y permitieron a las FARC retomar sus ofensivas, ocupar territorios, reactualizar sus redes locales e internacionales, montar atentados hasta en Bogotá, golpear a las comunidades indígenas, infiltrarse en los movimientos sociales, reforzar su negocio de drogas e imponer en la prensa y en los media su mentira acerca de la "salida negociada del conflicto".
Ahora sabemos que las FARC dialogaban en secreto con emisarios de Santos mientras secuestraban, sembraban minas, reclutaban niños, atentaban contra la población civil y exportaban drogas.
¿Qué va a negociar Santos en esas condiciones? ¿Qué les puede proponer, por ejemplo, acerca de sus cultivos y tráficos de droga? ¿Un statu quo? ¿Hasta qué punto es posible seguir llamando a eso "negociaciones de paz"? Diseñada por alguien para embellecer un acto que era y se confirmó nefasto para Colombia, esa fórmula caducó desde el fracaso de las reuniones de tres años en el Caguán. Lo que el presidente Santos se propone ahora tiene más el aspecto de otra cosa. Habría que abrir un concurso para determinar cuál es la definición más exacta del proceso que nos promete.
Pues lo que se abre no será una negociación de paz. Con las FARC eso es imposible. Lo muestra la experiencia de los últimos cincuenta años. En el bagaje intelectual de esa organización no existe la noción de intercambio, de negociación, de transacción leal. Como movimiento totalitario, las FARC sólo quieren el poder y todo el poder.
En ese sentido, nada tienen que ofrecer a los colombianos, salvo el caos, la destrucción de la economía de mercado, de la propiedad, de la religión, de las tradiciones; la abolición de la democracia y la esclavización de todos, como ocurre en Cuba y Corea del Norte.
A pesar del respaldo de algunos voceros de la comunidad internacional, el ambiente externo tampoco es bueno para esas negociaciones. Si Chávez es derrotado el 7 de octubre próximo, y si Cuba no consigue aplastar en sangre la revuelta ciudadana, los jefes de las FARC perderán sus guaridas. Si Chávez gana la elección, los problemas y la cólera de los venezolanos aumentarán. Con un Mitt Romney en la Casa Blanca, Washington podría abandonar el neutralismo de Obama respecto del chavismo y la suerte cambiará para los pueblos que padecen hoy el autoritarismo de los regímenes de izquierda.
Es posible que las negociaciones con las FARC hagan aún más impopular a Santos y le cierren toda posibilidad de ser reelegido.
© Diario de América
Eduardo Mackenzie, periodista colombiano residente en París. Autor de Les Farc ou l'echec d'un communisme de combat.
http://www.libertaddigital.com/opinion/eduardo-mackenzie/santos-y-las-farc-65407/
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"PROCESO DE PAZ" EN COLOMBIA.Santos y las FARC pactan una "hoja de ruta" para negociar
El acuerdo es fruto de unas conversaciones "discretas" que se han llevado a cabo "durante seis meses" en La Habana.
LD/AGENCIAS 2012-09-04
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, anunció este martes el inicio de un proceso de paz con las FARC tras confirmar que se alcanzó un acuerdo marco "que establece una hoja de ruta", concluidas las primeras "conversaciones exploratorias".
Este acuerdo, según Santos, es resultado de unas conversaciones "discretas" que se han llevado a cabo "durante seis meses en La Habana, con el acompañamiento de Cuba y Noruega", en las que se acordaron "el propósito, la agenda y las reglas del juego" para lograr un acuerdo final.
Después de estas conversaciones, "tengo la convicción de que estamos ante una oportunidad real de terminar de forma definitiva el conflicto armado interno; se trata de un camino difícil, pero es un camino que debemos explorar", manifestó el presidente en una alocución a la nación. También insistió en que este proceso "debe ser serio, realista y eficaz", y en ese sentido manifestó: "Hemos trabajado con seriedad y las FARC también. Todo lo que hemos acordado se ha respetado; si las FARC abordan la siguiente fase con la misma seriedad, tenemos buenas perspectivas".
El presidente anunció que el 'diálogo de paz' se celebrará en el exterior, al confirmar que Cuba y Noruega seguirán siendo "anfitriones y garantes", mientras que Chile y Venezuela acompañarán el proceso, tras agradecer a estos países el apoyo durante las conversaciones exploratorias.
A continuación detalló los cinco puntos que conformarán la agenda del diálogo entre el Gobierno colombiano y los narcoterroristas de las FARC. Estos son:
Desarrollo rural y mayor acceso a la tierra.
Garantías del ejercicio de oposición política y participación ciudadana.
Fin del conflicto armado, que implica abandono de las armas y reinserción a la vida civil por parte de los terroristas.
Búsqueda de solución al problema del narcotráfico.
Y derechos de las víctimas.
El pasado 27 de agosto, la cadena venezolana Telesur informó de que el Gobierno de Colombia y las FARC firmaron ese día en Cuba un acuerdo para iniciar en octubre en Oslo un diálogo que conduzca a la paz de la nación sudamericana después de medio siglo de conflicto armado.
http://www.libertaddigital.com/internacional/latinoamerica/2012-09-04/santos-anuncia-una-hoja-de-ruta-para-negociar-con-las-farc-1276467604/
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¿Es buena idea negociar con las FARC?.Juan Carlos Hidalgo
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, anunció este lunes que su gobierno iniciará negociaciones "exploratorias" de paz con las guerrillas de las FARC, el grupo insurgente más antiguo de las Américas. El anuncio, que era ampliamente esperado en las últimas semanas, es sumamente controversial en Colombia. ¿Está acercándose la administración Santos a poner fin a un conflicto armado que ha durado más de medio siglo y ha costado la vida a miles de colombianos? ¿O está el gobierno aceptando negociar con terroristas, dándoles una oportunidad de reagruparse y continuar sus actividades criminales como el narcotráfico?
Hay muchas razones para desconfiar de las FARC. En 1998 el entonces presidente, Andrés Pastrana, lanzó negociaciones de paz de alto perfil con los rebeldes marxistas. Como concesión, Pastrana permitió a las FARC el control de un territorio casi tan grande como Suiza. Los guerrilleros utilizaron esa zona neutral como base para consolidar su negocio de producción de cocaína –el cual les provee un ingreso de alrededor de 500 millones de dólares al año–, potenciar las labores de reclutamiento y lanzar ataques letales contra las principales ciudades del país. Para 2002, las negociaciones de paz habían fracasado, y la pregunta en los corrillos de Washington y otras partes del mundo era si el gobierno colombiano sería capaz de mantenerse en pie.
Fue entonces cuando entró en escena Álvaro Uribe, que fue investido presidente mientras Bogotá era atacada con cohetes. Con la ayuda militar de Washington en el marco del Plan Colombia, Uribe lanzó una ofensiva contra las FARC y logró dar varios golpes importantes a su liderazgo. Durante estos años, la mayoría de los colombianos llegó a darse cuenta de que estaban lidiando con verdaderos terroristas y no simplemente con una insurgencia ideológica de origen campesino. Los rebeldes de las FARC secuestraron a cientos de ciudadanos, políticos y miembros de las fuerzas del orden. A algunos de ellos los tuvieron en la selva, en condiciones inhumanas, durante más de una década. Muchos murieron en cautiverio. También atacaron con bombas objetivos civiles, lo que costó la vida a un gran número de personas inocentes. El 4 de febrero de 2008 millones de colombianos se lanzaron a las calles al grito de "No más FARC".
La estrategia militar de Uribe resultó ser exitosa. La violencia disminuyó considerablemente, y las FARC quedaron severamente debilitadas: sus efectivos se redujeron a la mitad en la última década, y hoy rondan los 8.000.
En 2010, Juan Manuel Santos, ministro de Defensa de Uribe y responsable de algunos de los más exitosos ataques contra la guerrilla, fue elegido presidente del país con un apoyo abrumador. Sin embargo, a diferencia de la táctica de mano dura seguida por su antecesor, Santos mostró desde el principio su voluntad a entrar en negociaciones de paz con las FARC, aun cuando su gobierno continuó atacando a la guerrilla; incluso llegó a matar a su cabecilla Alfonso Cano en noviembre del año pasado.
A pesar de haber perdido a gran parte de su vieja guardia, los rebeldes de las FARC han sido capaces de redoblar sus ataques en el último año, infligiendo dolorosas pérdidas a las fuerzas armadas y dañando la infraestructura energética del país. La ola de ataques ha llevado a muchos colombianos a preguntarse si las ganancias en seguridad por las cuales se luchó arduamente bajo el gobierno de Uribe están siendo rápidamente revertidas. Esto también ha generado interrogantes acerca del liderazgo del presidente Santos. Vale la pena señalar que, hace poco más de un año, Uribe, quien sigue siendo muy popular entre una mayoría de colombianos, rompió públicamente con Santos, acusándolo de, entre otras cosas, ser débil con lo que él y muchos colombianos siguen considerando un grupo terrorista.
He ahí el dilema: algunos colombianos consideran que el país vive lo que Adam Isacson, de WOLA, ha descrito como un "impasse dañino". Bajo esta óptica, la administración Santos haría bien en dar una oportunidad más a la paz. Lo estaría haciendo bajo condiciones muy distintas a las que había hace una década. Las fuerzas armadas todavía tienen ventaja en el campo. La economía está creciendo a un ritmo muy saludable (aunque cada vez se vuelve más dependiente del petróleo y de la minería). Y las ciudades y sus alrededores son mucho más seguras que hace una década. La estrategia del gobierno, de acuerdo a esta teoría, es presionar a las FARC al límite y luego forzarla a negociar un acuerdo de paz.
Sin embargo, otros colombianos consideran que Juan Manuel Santos está demostrando ser un presidente débil, como Andrés Pastrana. Sienten que las ansias de popularidad y reconocimiento internacional del mandatario es la razón subyacente a las negociaciones de paz, y que la última ola de ataques de las FARC se debe a que la guerrilla se ha dado cuenta de que está tratando con un presidente débil. Los escépticos indican que las fuerzas armadas no han logrado asestar un golpe serio a los rebeldes en más de seis meses, tal vez siguiendo órdenes de Santos. Además, indican que hoy en día las FARC son en gran medida una organización narcotraficante con una estructura de comando descentralizada. Mientras la producción de cocaína siga siendo una industria altamente rentable, gran parte de las unidades armadas que componen las FARC continuarán dedicándose a este negocio, con independencia de lo que ocurra con el proceso de la paz. Algo similar ocurrió con los grupos paramilitares de derecha que fueron desmovilizados durante el gobierno de Uribe, algunos de los cuales han reaparecido como bandas criminales conocidas, precisamente, como bacrim. Yo, por mi parte, agregaría que los grupos violentos de narcotraficantes son una plaga que acechará a Colombia hasta que se legalicen las drogas.
Ambos lados tienen argumentos sólidos. Pero yo estoy más de acuerdo con los escépticos. Acabar con uno de los conflictos más largos y sangrientos del continente es un objetivo que vale la pena intentar. Sin embargo, no hay razón para creer que eso es lo que quieren las FARC. Espero estar equivocado.