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jueves, junio 09, 2011
Fráncfort-San francisco 11h
TESTIGO DIRECTO | A bordo de un A-380
¿Cómo cruzar medio mundo en 11 horas?
Marisa Recuero | San Francisco
Actualizado jueves 09/06/2011 13:57 horas
Puntual, a las 09.50 horas como cualquier buen despertador. Por delante, más de 11 horas de sorprendentes sobresaltos para cruzar el Atlántico y aterrizar en la ciudad de San Francisco, en el estado de California. El medio de transporte, el avión más grande del mundo, un A-380, de Airbus. La aerolínea, la alemana Lufthansa. El aeropuerto, el de Fráncfort. La puerta de embarque, la C-15. El asiento, el 23A. Todo listo para embarcar.
Desde la sala del aeropuerto se divisa el avión. La tripulación embarca por una de las puertas traseras -tiene 16-, mientras los álabes de los motores empiezan a dar vueltas a un ritmo pausado. Llegó la hora de subir. "La primera clase y la 'business' no se relacionan con la económica", dice Aage Duenhaupt, portavoz oficial de Lufthansa. Y es que hay dos accesos diferentes para acceder a la aeronave.
Nadie se mezcla con nadie. Nadie se ve, ni para recoger el equipaje a la llegada, ya que las cintas que transportan las maletas no son las mismas. Un avión que distingue según el poder adquisitivo del pasajero. La primera clase cuesta más de 10.000 euros; la business, hasta 4.500 euros; y la más económica, desde 450 euros. Nada de chollo. En este vuelo hay 466 viajeros, de los que ocho van a disfrutar de un habitáculo exclusivo para caprichosos. Hasta con rosas rojas incluidas. Un total de 98 se sentará en la clase 'business', justo detrás de los afortunados y una planta más arriba de la mera clase turista.
El resto de pasajeros -368 plazas- tendrá que conformarse con los asientos de toda la vida. Dicho de otra manera, aquellos en donde es complicado estirar las piernas, aunque vueles en el gran A-380. Es más, una pequeña cancela, con cerradura incluida, los separará de la elite, situada en la segunda planta del avión.
La aeronava echa a rodar. Una auténtica maniobra, mientras la tripulación termina de acomodar al pasaje. Un total de 21 tripulantes de cabina y tres pilotos. Dos azafatas para la primera clase; ocho para 'business'; y los 12 restantes para la económica. "Estamos coordinados", cuenta Sonia Rehringhous, la sobrecargo del vuelo, con 25 años de experiencia como azafata de Lufthansa.
Son las 09.56 horas. El avión enfila hacia la pista de despegue. La potencia de los motores empieza a subir y el A-380 corre hasta casi agotar la pista. Suave como la seda, se eleva. El A-380 ya navega. Quién diría que es un avión lo que acababa de despegar. Nada de oyó. Ni siquiera la maniobra de los pilotos al desplegar los 'flaps' y los 'slats' de las alas. Son las 10.04 horas y la aeronave ya está arriba. Sólo le falta subir un poco más para alcanzar velocidad de crucero.
Una hora después de despegar ya vuela a 1.052 kilómetros por hora y ha subido 33.995 pies, o lo que es lo mismo, 10.363 metros. Aún quedan 8.676 kilómetros por delante, antes de llegar al aeropuerto de San Francisco. Dicho de otra manera, 10 horas para conocer mejor los entresijos del avión más grande del mundo.
Hace apenas un mes, Lufthansa empezó a operar su ruta Fráncfurt-San Francisco con el A-380. Los alemanes se han lanzado a la compra de aviones grandes. Más de 10.000 millones de euros invertidos en 155 nuevas aeronaves, de las cuales 15 serán A-380 y 20 B-747-800, es decir, la nueva versión del Jumbo que está fabricando Boeing y que tendrá cabida para más de 300 personas. Sin duda, una dura competencia para Iberia y su socio British Airways.
El comandante del vuelo opta por la ruta que pasa por Islandia, atraviesa Groenlandia, continúa por Canadá y desemboca en San Francisco. Apenas dos horas y cuarto después de la salida, la isla islandesa se vislumbra en las pantallas de televisión que presiden las dos plantas del avión. No hay rastro de las cenizas de ningún volcán en esta ocasión. Veinte minutos más y la nieve entra por las ventanillas de la aeronave. Groenlandia en su estado más puro. Sólo bastaba sacar el brazo y tocar la cumbre de las montañas.
Empiezan a aparecer los platos que conforman el menú a bordo. Para entrar en faena, unas tiritas de carne de res con almendras, seguidas de fideos de queso con cebollas caramelizadas fritas y unos quesos adornados con tomate seco al sol y piñones tostados. De postre, torta de higo y dátil, ensalada de fruta, mousse de requesón y fresas marinadas. Para beber, champán Duval Leroy, un chardonnay Columbia Crest o un Ribera del Duero Corona de Castilla. Todo por gentileza de Wahabi Nouri, el chef de Lufthansa.
Difícil grabar imágenes a bordo de este colosal avión. La intimidad del pasajero, ante todo. "Hay gente que viaja en primera y en' business' de incógnito y no quiere que nadie lo descubra", cuenta la sobrecargo Sonia. Hasta el Rey Juan Carlos llegó a cruzar el charco con Lufthansa, aunque en otro de los aviones de largo radio que posee la compañía, entre Boeing y Airbus.
Ya sólo quedan dos horas y 22 minutos para llegar al destino. Esto es, poco más de 3.000 kilómetros de distancia. "Es grandioso, una experiencia única para una azafata", confiesa Sonia, que ya sueña con subir a los nuevos Jumbo que comprará Lufthansa. Tan sólo en la segunda planta del avión hay cinco aseos para la clase business y dos para la primera clase, además de cuatro cocinas.
La bahía de San Francisco se divisa. A 19 minutos del aterrizaje, la tripulación empieza a preparar la cabina del pasaje. El avión ya descendió hasta los 15.000 pies (4.600 metros de altura). Su velocidad amainó a 120 kilómetros por hora. Todo está preparado para tocar tierra.
En la lejanía,se oye un golpe seco. El comandante sacó el tren de aterrizaje. Se sienten turbulencias inoportunas. A escasos 10 minutos de cumplirse 11 horas a bordo del avión, el A-380 coloca sus ruedas en la pista de aterrizaje de San Francisco. Un lujo sobre ruedas. Felicidades a todos.
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/06/09/economia/1307608148.html
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