miércoles, diciembre 07, 2011

Zougham, cabeza de turco del 11-M


07-XII-2011 2011-12-06
Todo montaje tiene su cabeza de turco
EDITORIAL
Todo apunta a que la participación de Zougahm en la masacre bien pudo ser la misma que la de los terroristas suicidas con tres pares de calzoncillos que la Ser aseguró haberse encontrado en los trenes explosionados.



Como si no estuviese ya suficientemente desacreditada la versión oficial del 11-M, este lunes el diario El Mundo publica una información que cuestiona las ya de por sí endebles “pruebas” que sirvieron para imponer 40.000 años de cárcel a Jamal Zougham, único condenado por poner una bomba el 11-M.

Como los lectores deben recordar, las únicas “pruebas” que apuntaban a Zougham -gerente de la tienda de telefonía de la que procedía la tarjeta localizada en el móvil de la extraña mochila de Vallecas- como uno de los terroristas que colocaron las bombas del 11-M fueron los múltiples y contradictorios testimonios de quienes afirmaron haberle visto en los trenes, una vez que todos los medios de comunicación de este país ya habían publicado su cara tras ser detenido 48 horas después de los atentados. No existía ninguna llamada cruzada, ni ninguna huella digital, ni ningún rastro de ADN, ni ninguna otra prueba pericial que incriminara a Zougham en la colocación de los artefactos. Para colmo, el comportamiento de Zougham durante la jornada de la masacre y hasta su detención el 13-M nada tenía que ver con la de quien -se supone- acababa de participar en la mayor masacre terrorista que haya conocido Europa: lejos de fugarse o esconderse, Zougham acudió el 11-M al establecimiento que regentaba y trabajó como un día normal, así hasta que el 13-M la policía se presentó a detenerlo.

Sólo existía, pues, el testimonio de ocho testigos que, más que incriminar al detenido, le concedían el don de la ubicuidad pues aseguraban haberlo visto en sitios distintos a la misma hora. En lugar de rechazar estas testificales por la probable “contaminación” que hubiera podido provocar la publicación previa de la foto de Zougham, el juez instructor y, posteriormente, Gómez Bermúdez, fueron quedándose con aquellos testimonios que fueran compatibles entre sí hasta quedarse en el de sólo tres testigos, todos ellos rumanos: dos amigas que viajaban juntas y el testigo protegido R-10.

Aun así, de dar por ciertos estos tres testimonios, el relato de cómo habría deambulado Zougham por el tren de Santa Eugenia es tan ridículo como queda descrito por Luis del Pino en su blog. A eso hay que añadir el hecho de que una de las testigos declaró haber visto a Zougham el 11-M tres semanas después de los atentados, mientras que la otra tardó más de un año en hacerlo. Además, El Mundo asegura este lunes que esta última había sido desestimada como víctima por los técnicos de Interior, cuestionando incluso que viajara en los trenes el día del atentado. Todo cambió, sin embargo, el 7 de febrero de 2005, cuando esta mujer rumana aseguró poder identificar a Zougham, momento en el cual dejo de ser considerada una impostora para pasar a convertirse en víctima del 11-M, cobrar una indemnización de 48.000 euros y convertirse en testigo protegido y pieza básica del juicio.

En cuanto al testigo protegido R-10, El Mundo lo ha localizado y reconoce en una entrevista que no está seguro al 100% que fuese Zougham la persona que vio; que él recuerda a esa persona con el pelo liso, cuando Zougahm lo tiene muy rizado, o que es falso el informe de la Policía que asegura que este testigo lo reconociese por una fotografía el 16 de marzo.

Todo apunta, pues, a que Zougahm bien pueda ser una “cabeza de turco” y que su participación en la masacre bien pudo ser la misma que la de los terroristas suicidas con tres pares de calzoncillos que la Ser aseguró haberse encontrado en los trenes explosionados. Lo que es seguro es que, tanto la imagen de Zougham como la de aquellos falsos terroristas suicidas, fue determinante para que los autores del 11-M lograran dar su perseguido vuelco electoral el 14-M.

http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/todo-montaje-tiene-su-cabeza-de-turco-62296/

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Las falsas víctimas del 11-M

6 de Diciembre de 2011 - 20:26:04 - Luis del Pino
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A lo largo de la instrucción del sumario del 11-M, la fiscal Olga Sánchez y el juez Juan del Olmo enviaron a los juzgados de Plaza de Castilla decenas y decenas de expedientes de falsas víctimas de la masacre, con el fin de que se procediera contra ellas por simulación de delito.

Eran personas, casi todas, en situación irregular en España, que vieron en aquel terrible atentado la posibilidad de regularizar su estancia en nuestro país y, quizá, de obtener algo de dinero, y que se presentaron ante la oficina de atención a las víctimas del 11-M afirmando que viajaban en unos trenes en los que nunca habían estado o que habían sufrido unos daños que jamás sufrieron.

Al final, aquellas causas judiciales contra los que se habían fingido víctimas sin serlo quedaron, hasta donde sabemos, en nada, quizá porque hubiera resultado poco edificante airear esos ejemplos de pequeñas miserias en un momento en el que lo que se pretendía era encarar un juicio público que debía servir para cerrar de una vez el episodio del 11-M.

Fingir la condición de víctima sin serlo es algo enormemente censurable desde cualquier punto de vista, y constituye una auténtica afrenta para las verdaderas víctimas del atentado. Pero me van a permitir ustedes que no me lance a cargar contra quienes fueron capaces de hacerse pasar por lo que no eran. No, al menos, sin conocer en detalle cada situación personal. Porque estoy seguro de que entre ellos habría muchos simples aprovechados, y habría asimismo malas personas, pero es posible también que otros se vieran impulsados a hacer algo tan reprobable movidos simplemente por sus particulares dramas personales. Supongo que convendría aplicar aquello de no juzguéis y no seréis juzgados.

El Mundo revela hoy, sin embargo, datos que apuntan a que uno de los tres testigos de cargo contra el principal acusado del 11-M podría ser una falsa víctima de la masacre, a la que por dos veces se habría denegado la condición de víctima y que habría finalmente conseguido ese reconocimiento después de "identificar" a Zougham, un año después de los hechos, como un posible colocador de las bombas de los trenes.

Fingirse víctima sin serlo es censurable, pero conseguir la condición de víctima, incluida la indemnización correspondiente, contribuyendo sin motivo a cimentar la acusación contra una persona por un crimen horrendo es mucho más que censurable. Es repugnante.

Aunque, de nuevo, me van a permitir que no centre la indignación en esa persona que podría, supuestamente, haber mentido a sabiendas. Porque no me parece que sea esa víctima presuntamente falsa la principal culpable en este caso.

Mucho más censurable, mucho más repugnante, sería el comportamiento de aquellos que consintieron que eso pasara. De aquellos que, sabiendo las peculiares circunstancias en que se había producido ese "reconocimiento" ocular, lo dieron por bueno. De aquellos que ocultaron esas "peculiares circunstancias" a la opinión pública y a los abogados de las defensas. De aquellos que tenían la obligación de impartir Justicia y permitieron que la Justicia fuera ignorada y, quizá, prostituida.

Los verdaderos malvados no son los que se aprovechan de las migajas de una injusticia. Los verdaderos malvados son aquellos que cometen esa injusticia aprovechando las miserias ajenas.


http://blogs.libertaddigital.com/enigmas-del-11-m/las-falsas-victimas-del-11m-10761/

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LOS ENIGMAS DEL 11-M. 7. Jamal Zougham, la cabeza de turco.


El 17 de marzo de 2004, declaraba por primera vez ante la Policía un testigo llamado Hassan Serroukh. En esa primera declaración, Serroukh contaba con pelos y señales lo religioso que era Jamal Zougham, las reuniones que mantenía con otras personas tan religiosas como él y sus contactos con diversos integristas muy conocidos. Esas declaraciones fueron convenientemente utilizadas por la Policía para convencer al juez de la peligrosidad de Zougham.

Un par de semanas más tarde, los listados de llamadas cruzadas revelaban que ese testigo, Hassan Serroukh, estaba relacionado con algunos de los supuestos terroristas del 11-M, a pesar de lo cual la policía no le detiene y Serroukh presta declaración como testigo ante el juez el 21 de mayo de 2004.

Al ser preguntado por el juez sobre Jamal Zougham y sus socios, Hassan Serroukh le dice a Del Olmo que él no nombró en ningún momento a Zougham en su declaración ante la Policía, sino que fue la Policía quien escribió ese nombre y él se limitó a firmar lo que le pusieron delante. Pero no es eso lo más sorprendente. Con el correr de los meses, las investigaciones demostraron que Hassan Serroukh estaba efectivamente relacionado con la trama del 11-M, por lo que el juez Del Olmo terminó por imputarle en el sumario con fecha 28 de abril de 2005.

¿Qué credibilidad merecen las declaraciones de este testigo sobre lo radical que era Zougham? ¿Fue efectivamente la Policía quien dictó a Serroukh los términos de su primera declaración? ¿Fue Serroukh el que intentó, con su declaración, echar basura sobre Zougham, para alejar así las sospechas de sí mismo y de los verdaderos mercenarios del 11-M?

Los testigos de los trenes
La razón fundamental (la única razón sólida) por la que Jamal Zougham sigue en la cárcel son los testimonios de tres testigos distintos, que dicen haberle visto en los trenes de la muerte aquella mañana negra del 11 de marzo. Tanto Jamal Zougham como su socio Mohamed Chaoui (los dos dueños del locutorio de Lavapiés) fueron reconocidos "sin ningún género de dudas" tanto en las fotografías mostradas en dependencias policiales como en las posteriores ruedas de reconocimiento.

Lo único malo de esas declaraciones testificales es que su solidez es mucho menor de lo que aparenta en un principio. Figúrese el lector hasta qué punto son fiables esos reconocimientos, que el juez Del Olmo no tuvo más remedio que anular los de Mohamed Chaoui y ponerle en libertad, porque si tuvieran razón los diversos testigos que decían haberle visto en los trenes "sin ningún género de dudas", hubiera sido necesario que Chaoui estuviera en dos trenes al mismo tiempo, cosa evidentemente imposible.

¿Qué es lo que había pasado? Pues que esos reconocimientos fueron hechos después de que la foto de estos dos presuntos implicados hubiera sido convenientemente aireada en todos los medios de comunicación (¿hay alguien en España a quien no le suene la cara de Jamal Zougham?). Como consecuencia, los testigos se habían visto contaminados por la publicación en los periódicos de la fotografía de Mohamed Chaoui, identificándole en su memoria con esa persona que habían visto en los trenes y en la que probablemente no se habían fijado demasiado.

Jamal Zougham no tuvo tanta suerte como Chaoui: los reconocimientos de los testigos de los trenes no eran incompatibles entre sí. Aunque dos testigos decían haberle visto en dos trenes distintos, lo habían visto a diferentes horas, así que cabía la posibilidad de que Zougham hubiera depositado una mochila en un tren, se hubiera bajado, y hubiera subido a otro tren para depositar la segunda. Pero ¿está Jamal Zougham realmente implicado en los atentados o es sólo una oportuna cabeza de turco?

Un extraño papel en una trama extraña
Lo primero que nos choca al analizar la posible implicación de Jamal Zougham en los atentados del 11-M es el extraño papel jugado por este sospechoso. Como sabe el lector, las tarjetas telefónicas de las mochilas-bomba fueron adquiridas en el locutorio de Zougham, pero los teléfonos móviles fueron comprados en la tienda de unos indios y fueron liberados en otra tienda, propiedad del policía Maussili Kalaji. Si fuera verdad que Jamal Zougham estaba implicado en la trama terrorista, ¿qué necesidad había de comprar los teléfonos a los indios y de llevarlos a liberar a la tienda de Kalaji? Jamal Zougham vendía tanto tarjetas telefónicas como teléfonos móviles, y disponía en su locutorio de todo lo necesario para liberar teléfonos. Si hubiera estado implicado en la trama, ni los indios ni Kalaji tendrían por qué haber aparecido en escena, ya que Zougham hubiera podido suministrar el pack completo.

Tampoco resulta lógico el comportamiento de Zougham tras los atentados. Los empleados de su tienda describen que el 11 de marzo realizó una jornada de trabajo normal, sin mostrar ningún comportamiento fuera de lo común. Y así continuó hasta el día 13 de marzo, en que la Policía se presenta a detenerlo. ¿Tiene sentido que no tratara de huir, ni de esconderse? Si hubiera sido consciente de que las tarjetas telefónicas que había vendido eran las usadas en las mochilas bomba, ¿se habría quedado trabajando tranquilamente durante tres días, a esperar a que la Policía le detuviera? Es más, ¿habría puesto en su teléfono móvil una de las tarjetas del mismo lote que las usadas en los atentados, para que la Policía la encontrara allí en el momento de detenerle?

Pero lo más extraño de todo es que no aparezca ninguna otra prueba pericial que le incrimine en los atentados. Uno de los hilos más fructíferos a la hora de detener a los presuntos autores de la masacre ha sido el seguimiento de las llamadas intercambiadas por los distintos implicados. Así, de los supuestos teléfonos de las mochilas-bomba se llegó al grupo de Morata, articulado en torno a El Chino. Siguiendo el rastro de las llamadas de este grupo de Morata se llega, a su vez, al grupo de asturianos que supuestamente proporcionaron la dinamita y al grupo de supuestos integristas articulado en torno a El Tunecino y a los hermanos Almallah, un grupo que tenía su piso franco en la calle Virgen del Coro de Madrid. Pues bien, ninguno de esos seguimientos de conversaciones telefónicas conduce a Jamal Zougham. Si hubiera estado implicado en los preparativos de los atentados, lo natural es que se hubiera detectado alguna conversación telefónica suya o de sus socios con el grupo de Morata, con los asturianos o con el comando de la calle Virgen del Coro. Sin embargo, esas llamadas no aparecen.

Tampoco aparecen huellas dactilares de Zougham, ni rastros de su ADN, en ninguno de los escenarios analizados: ni en Morata, ni en Leganés, ni en la furgoneta de Alcalá, ni en el Skoda Fabia, ni en la mochila de Vallecas, ni en la calle Virgen del Coro, ni en ninguno de los demás pisos o vehículos empleados por los restantes miembros de la trama .... ¿Tan cuidadoso era Zougham que, a diferencia de todos los restantes terroristas, no dejó pista alguna? Por si fuera poco, el diario El Mundo publicó hace ya tiempo que el teléfono de Zougham estaba pinchado por la Policía desde nueve meses antes de los atentados, y que en esos nueve meses de conversaciones no aparece nada que relacione a Zougham con la masacre. Suponiendo que Zougham estuviera implicado en los atentados, ese extraordinario cuidado en no dejar escapar ningún indicio antes del 11-M contrasta brutalmente con el aparente descuido con el que se decidió a usar en las bombas unas tarjetas telefónicas que permitían localizarle tan fácilmente.

¿Realmente jugó Jamal Zougham un papel en la organización de los atentados? Si es así, debe de ser todo un maestro del disimulo, porque fue capaz de no dejar ninguna pista mientras todos sus compañeros iban delatándose por sus llamadas, por sus huellas dactilares, por sus prendas de ropa o por sus conversaciones indiscretas. Lo menos que podemos decir es que, si Zougham jugó un papel en el 11-M, dicho papel debió de ser muy extraño.

La campaña de descrédito
Pero más preocupante que la falta de pruebas es el empeño con el que se ha pretendido, desde distintas instancias, hacer creer a la opinión pública a toda costa que Zougham era culpable. Llama verdaderamente la atención el número de falsedades que se han filtrado a los medios de comunicación para tratar de convencerles de la culpabilidad de Zougham.

Poco después del atentado se dijo, por ejemplo, que un trocito del móvil de la mochila de Vallecas había aparecido en el locutorio de Zougham. No es cierto: dicho trocito de móvil no existió nunca y de hecho no aparece en el sumario, como ya puso de manifiesto Fernando Múgica en su primer artículo sobre "Los agujeros negros". No sólo es que en el locutorio de Zougham no apareciera ningún trocito de móvil: es que en el móvil de la mochila de Vallecas no faltaba ningún trocito.

Se dijo también que en el locutorio de Zougham se encontró otro móvil similar al de la mochila de Vallecas, preparado para actuar como detonador. Tampoco es cierto: el único móvil incautado en el locutorio de Zougham, según ponen de manifiesto los informes policiales, era un móvil marca LG (no Trium, como el de Vallecas) y además esos informes indican expresamente que ese móvil LG no presentaba ningún tipo de manipulación.

Se filtró asimismo a los medios de comunicación que una huella de Zougham había aparecido en la furgoneta de Alcalá. Es completamente falso: las únicas huellas de un presunto terrorista encontradas en la furgoneta de Alcalá corresponden a un argelino llamado Daoud Ouhnane, según consta en los autos del juez Del Olmo.

También se filtró a los medios que el ADN de Zougham había sido encontrado en la casa de Morata de Tajuña. Tampoco es verdad: el nombre de Zougham no aparece en los listados de personas cuyo ADN se encontró (según el juez Del Olmo) en Morata.

Una y otra vez, se han estado volcando sobre Zougham imputaciones falsas, las cuales eran convenientemente transmitidas a la opinión pública por unos medios que dieron por supuesto, desde el mismo 13 de marzo, que Zougham era culpable, ¿Quién se ha estado dedicando a filtrar tanto rumor sin fundamento? ¿Por qué esa campaña de descrédito ha estado específicamente dirigida contra ese marroquí, sin que el resto de los imputados hayan tenido que soportar nada parecido?

El episodio más tenebroso de esa auténtica "caza del hombre" lo vivíamos hace escasas semanas, con ocasión de la presencia de Zougham como testigo en el juicio contra la célula española de Al Qaeda acusada de colaborar en los atentados de Nueva York. Todas las televisiones abrieron sus informativos con esas imágenes del "malo oficial" del 11-M, con las declaraciones de Pilar Manjón relativas a Zougham, con esa estremecedora escena donde un juez displicente le dice a Zougham de forma desabrida que, si tiene queja del trato que recibe en la cárcel, lo que debe hacer es hablar con el juez de vigilancia penitenciaria... ¿Era realmente necesario organizar ese linchamiento mediático contra alguien que estaba declarando como simple testigo en un juicio?

Las falsas imputaciones
En un informe de la UCI (Unidad Central de Inteligencia de la Policía) enviado al juez Del Olmo el 19 de mayo de 2005 y que resume el estado de las investigaciones 14 meses después de la masacre, se enumeran los "indicios" existentes contra Jamal Zougham. La lectura completa de ese informe confirma punto por punto lo que en este artículo denunciamos: no hay una sola llamada cruzada, no hay una sola huella digital y no hay un solo rastro de ADN que relacionen a Jamal Zougham con la masacre de Madrid.

Pero ese informe enumera dos "indicios" contra Zougham que resultan verdaderamente asombrosos en un documento oficial: el informe dice que Zougham se dedicaba a ver vídeos de la yihad en su piso de la Calle Villalobos 51 y que viajaba frecuentemente a Amsterdam a ver a su primo Larbi Ahmidan. Es decir, el informe de la UCI enviado al juez Del Olmo 14 meses después del atentado confunde a Jamal Zougham con Jamal Ahmidan, El Chino, que es quien vivía en la Calle Villalobos y tenía un primo llamado Larbi. ¿Sería mucho pedir que los responsables de redactar los informes de la UCI se abstuvieran de aplicar la máxima de que "todos los Jamales son iguales"?

Pero, dejando aparte estas afirmaciones ridículas de la UCI, que no pasan de ser simplemente chuscas (aunque no por ello más disculpables), en el sumario instruido por el juez Del Olmo existe constancia de al menos dos ocasiones en que la Policía podría haber utilizado a Zougham directa y explícitamente como cabeza de turco.

Al efectuar el seguimiento de las tarjetas telefónicas relacionadas con la mochila de Vallecas, la UCIE (Unidad Central de Información Exterior de la Policía) localizó diversos números telefónicos de la serie 645.65.XXXX que intercambiaron numerosas llamadas con El Chino y con otros terroristas de la trama mercenaria. La UCIE determinó que uno de los números sospechosos, el 645 65 84 95, figuraba a nombre de una mujer, Rana Kadaji, por lo que el 20 de marzo de 2004 procedió a tomar declaración como testigo al marido de ésta, un sirio llamado Abdul Khalek Al Jondi, que reconoció haber vendido esa tarjeta y otras del mismo lote a diversos personajes del núcleo duro del 11-M, entre ellos El Tunecino y los hermanos Almallah.

A pesar de tener esta declaración en sus manos, diez días después la UCIE enviaba al juez Del Olmo un informe en el que se afirmaba textualmente que la tarjeta 645 65 84 95 había sido vendida por... Jamal Zougham. En dicho informe, de 30 de marzo de 2004, no se hacía referencia ninguna ni a Rana Kadaji, ni a Abdul Khalek Al Jondi, ni a los hermanos Almallah. Pero es que el 23 de abril de 2004, la UCIE repetía la jugada y enviaba al juez un segundo informe donde volvía a atribuir a Jamal Zougham la comercialización de otra de las tarjetas de ese mismo lote, de nuevo sin hacer mención de las personas vinculadas al núcleo duro del 11-M. ¿Dos errores sucesivos?

Conclusiones
Después de leído el sumario, uno no puede menos que sospechar que la utilización de Zougham como cortina de humo no sólo sirvió para obtener unas llamativas detenciones en plena jornada de reflexión, sino también para distraer a la Policía y al juez durante meses, haciéndoles investigar en una dirección que nada tiene que ver con los verdaderos terroristas.

¿Participó Jamal Zougham en los atentados del 11-M? No lo sabemos, pero la lectura del sumario no permite encontrar ninguna prueba sólida de que lo hiciera. Por el contrario, lo que sí aparecen son numerosos intentos de implicarle por cualquier medio, incluso recurriendo a la más descarada falsedad. Y el sentido común nos permite deducir algo muy simple: nadie se toma tanto trabajo en arrojar basura sobre una persona para tratar de incriminarla... a menos que no haya ninguna prueba real que la incrimine.

¿Por qué ese intento de incriminar a Zougham a toda costa? ¿Por qué ese sorprendente interés en convertirle en el malo oficial de esta tenebrosa historia? ¿Tiene quizá que ver con el hecho de que el día en que Zougham sea puesto en libertad por el juez, alguien podría sentir el desagradable impulso de volver la vista atrás y de llamar la atención sobre cómo se dio la vuelta a un resultado electoral deteniendo a cinco personas inocentes en plena jornada de reflexión? Espero que no. Quiero creer que vivo en un país donde nadie sería capaz de mantener encerrado a un inocente sólo para no tener que responder a incómodas preguntas.

Por lardero98 - 31 de Agosto, 2005, 18:33, Categoría: Atentado 11-M


http://ametralladora.zoomblog.com/archivo/2005/08/31/los-Enigmas-Del-11-M-7-Jamal-Zougham-l.html

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Quince razones para reabrir la causa del 11-M

7 de Diciembre de 2011 - 13:31:39 - Luis del Pino
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Las revelaciones de hoy en El Mundo completan el análisis de los testimonios oculares sobre la presencia de Zougham en los trenes del 11-M. Tan escandalosas son esas noticias sobre la posible manipulación de testigos que, por primera vez desde que terminara el juicio de la Casa de Campo, un líder político, Rosa Díez, ha pedido públicamente la reapertura del sumario.

Permítanme que les dé quince razones por las que ese sumario debería reabrirse de forma inmediata:

1) La principal prueba del caso, la mochila de Vallecas, no apareció en los trenes del 11M, sino en una comisaría, 18 horas después del atentado.

2) La mochila de Vallecas tenía metralla, pero en los cuerpos de las 192 víctimas mortales del 11M no aparecieron ni clavos, ni tornillos: no apareció metralla de origen terrorista en las autopsias.

3) Incumpliendo la Ley de Enjuiciamiento Criminal, los escenarios del crimen (los trenes) se empezaron a desguazar 48 h después del 11M.

4) Cientos de muestras recogidas por los Tedax en los trenes del 11M desaparecieron sin más, igual que los análisis iniciales de explosivos.

5) La pericial de explosivos en el juicio del 11M acabó en un auténtico fiasco, tras detectarse componentes químicos incompatibles con la V.O.

6) Después de 8 años, sólo se ha identificado a uno de los 12 colocadores de las bombas del 11M: Jamal Zougham.

7) Tal como ha demostrado El Mundo esta semana, las declaraciones de los testigos oculares contra Jamal Zougham son un bluf.

8) Las investigaciones periodísticas han demostrado que se falsificaron documentos para explicar el origen del teléfono encontrado en la mochila de Vallecas.

9) Las investigaciones periodísticas han demostrado que se falseó la hora de entrada en comisaría de otra de las pruebas de cargo: la furgoneta de Alcalá.

10) Las investigaciones periodísticas obligaron a descartar en el juicio del 11M, por falsa, la tercera prueba de cargo: el coche Skoda Fabia.

11) Las investigaciones periodísticas han demostrado que se falsificaron datos para "avalar" que en Leganés se suicidaron siete islamistas.

12) La versión oficialdel 11M ha sido incapaz en ocho años de construir un relato de los hechos, no ya creíble, sino ni siquiera completo.

13) Después de detener a 116 personas, la mayoría magrebíes, durante la instrucción del sumario, sólo hay 3 condenados por su relación con el 11M.

14) De los 3 únicos condenados por su relación con el 11M, uno es español, cristiano y confidente policial.

15) En estos momentos hay 2 mandos policiales imputados por presunta manipulación de pruebas en el 11M y por presunto falso testimonio durante el juicio.

Como colofón de esas quince razones, permítanme que recuerde las palabras que contestó el Rey Juan Carlos a las víctimas del 11M cuando éstas le dijeron, en una audiencia privada, que necesitan saber la verdad sobre aquellos atentados: "Lo lleváis crudo. A mí todavía me ocultan cosas del 23-F".

¿Puede permitirse la democracia española que las víctimas del 11-M "lo lleven crudo"? Yo creo que no.

Exijamos entre todos la reapertura inmediata del sumario.

http://blogs.libertaddigital.com/enigmas-del-11-m/quince-razones-para-reabrir-la-causa-del-11m-10764/
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« 'El linchamiento': libro, memoria y curiosidades
Las cloacas del 11-M
7 de Diciembre de 2011 - 21:11:48 - Federico Jiménez Losantos


A la luz de lo publicado estos tres días por El Mundo acerca del origen y la manipulación policial de los testimonios de los tres rumanos que acarrearon la condena de 40.000 años de cárcel contra Zougam, es evidente que el único condenado por poner las bombas en los trenes fatídicos no ha tenido un juicio justo. Y que hay que juzgar a quien encaminó a jueces y fiscales en la dirección que convenía a sus jefes políticos: el Gobierno de Zapatero y Rubalcaba. Zougam no ha sido condenado por un tribunal, ha sido encerrado por él tras una sentencia, pero los que de verdad lo condenaron fueron los policías judiciales, a las órdenes de Rubalcaba, que concedieron credibilidad máxima a unos testigos que incluso para ellos mismos y otras instancias oficiales la tenían mínima. El superjefe de la policía judicial es JAG, el superpoli de Rubalcaba; y es el Gobierno del PSOE el que paga a una testigo rumana menos creíble que un político griego cincuenta mil euros amén de papeles legales para ella y su marido, al que se declara víctima para que cobre otro tanto. Y por si eso fuera poco, una empresa de seguridad (!!!) de un empresario íntimo de JAG que es el que organiza la cacería de Bermejo, Garzón y el propio JAG para organizar y supervisar el Gurtel, les da trabajo a los dos rumanos, la neotestigo y el veteromarido. ¿Alguien se atreve a decir que esto no apesta?

Los tres casos de los rumanos perdidos y hallados en los trenes apestan, en efecto, a cloaca. A las malditas cloacas de Interior que deben ser barridas, destruidas, trituradas y aventadas hasta las últimas cenizas. Ni la policía judicial ni los investigadores fiscales ayudan a los jueces, salvo que sean de su cuerda, y entonces ninguno de ellos ayuda a la justicia. Por supuesto, el acreditado corporativismo de los jueces y el poder desde hace décadas de estos malos policías tratarán de que no se lleve a cabo un juicio de revisión. Pero, por supuesto, sin ese juicio, cualquier país le podrá decir a España, es decir, a Rajoy, que tenemos un preso condenado a cuarenta mil años de cárcel y que lleva siete en una celda de aislamiento, pero que ha sido encarcelado de por vida por unas pruebas falsas fabricadas por la policía y admitidas por la fiscalía y los jueces a sabiendas de su fétido origen. Debería ser el nuevo ministro de Justicia el que instara a hacer justicia. Porque, insistamos una y mil veces, no se trata de política sino de justicia. Lo que aún no hemos tenido en el 11-M.

http://blogs.libertaddigital.com/blog-de-federico/las-cloacas-del-11m-10765/

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