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jueves, marzo 03, 2011
Carlos trujillo hèroe, desconocido...
Para que luego digan y se quejen, que se enteren todos en el país que vivimos
El sargento primero de la Armada Carlos Trujillo los tiene como los tigres: o sea, redondos y pegados al culo. Pero no ha merecido más que unas escasas líneas en edición en papel de ABC y nada, absolutamente nada, en los otros grandes periódicos nacionales.
Esta "máquina de matar niños" (según definen los pacifistas), perteneciente al Destacamento que tiene la Armada en la Isla de Alborán (porque es una isla de España de toda la vida, aunque el 99 % de los cultos españolitos de la LOGSE ni lo sepan, ni les importe, y habrá que izar y arriar la Bandera allí a diario, no?... no sea que nos la intenten quitar como pasó con el Perejil) se lanzó en una noche de domingo (en pleno mes de enero) a las frías aguas del mar de Alborán, atado a un cable guía, para intentar alcanzar una patera encallada en una rompiente de las inmediaciones de la Isla de Alborán, en la que viajaban 33 inmigrantes, en su mayoría mujeres y niños, y un bebé aún con el cordón umbilical colgando.
Posiblemente le deben la vida. Pero en España, sólo un escueto comunicado de Europa Press, cuenta su hazaña.
Sostiene el sargento primero Carlos Trujillo que "todo fue de forma improvisada" (me lo creo, esto es España), y que tuvo que permanecer más de dos horas en el agua para rescatar, "uno a uno", a los 33 seres humanos que estaban a punto de ahogarse.
Sostiene también el sargento Trujillo que pudo hacerlo gracias a los 11 hombres del destacamento de la isla de Alborán, porque "la patera encalló en el bajío y la embarcación de Salvamento Marítimo no podía acceder".
"Tuvimos que decidir una opción y ante la desesperación de esas personas gritando, no pudimos más que improvisar, con riesgo para mis hombres, que acabaron magullados y con hipotermia".
Sostiene por otra parte Carlos Trujillo que en la isla no disponen de medios para efectuar un rescate como aquél, pero que él y sus hombres lo afrontaron esa madrugada como pudieron, "me até a un cabo, les dije a mis compañeros que tirasen bien fuerte y hasta que dio".
Durante más de dos horas, fue sacando de la barcaza, encallada y con vías de agua, a todos sus ocupantes. "Mis compañeros iban tirando de la cuerda y les íbamos sacando uno a uno". Dieron prioridad a los niños, y el primero en cruzar el mar en brazos del sargento fue el bebé "nacido durante la travesía, con el cordón umbilical aún caliente y sanguinoliento. La madre no se podía ni mover".
Sostiene Carlos que ahora comprende que fue una temeridad, "porque no hay equipo para eso allí" (lo que sobraba era corazón, coraje y muchos cojones: la definición de un soldado español), pero no había más alternativa: "Estaban en plena desesperación, asustados, con hipotermia, y con esa mujer que estaba recién parida...".
También reconoce que la imagen de aquellas 33 personas varadas en el mar aún tiene "conmocionados" a los once hombres que componen el Destacamento de la Isla de Alborán, entre el oficial, el suboficial, el cabo, los marineros y los infantes de marina... aunque pesa más la "satisfacción plena" que han sentido al conocer que, 24 horas después, se encontraban todos a salvo en la península y en buen estado.
Todo esto sostiene Carlos Trujillo, sargento primero de la Armada, otro héroe de los Ejércitos de España (perdonen los pacifistas, quise decir otro torpe asesino a sueldo para matar a inocentes a cambio de dinero) que apenas ha tenido un hueco en la prensa del día después de su gesta y la de sus compañeros. Ni en papel ni en internet.
España ya puede seguir de nuevo sin pegas las evoluciones de Belén Esteban, los perros verdes, los mapaches invasores, las comparecencias de los ministros alarmándose por su propio estado de alarma y los Rodríguez Menéndez en la Noria.
Los españoles pueden estar atentos a todo eso, porque hay héroes como Carlos cuidando de nosotros en el más absoluto anonimato... y asumiendo y tragando con el más absoluto desprecio a su vocación de servicio... ¡Qué país!
PUES, AL MENOS DE ESTO, SE VAN A ENTERAR.
¡Con dos coj., mi Sargento!
.-.-.-.--.-
España
Cuando el paritorio es una patera «Apiner o algo parecido» se llamará la niña que nació en alta mar y que sobrevivirá gracias a once héroes
DIEGO MÁRQUEZ / GRANADA
Día 14/12/2010 Carlos Puche no sale aún de su asombro. Agente del Servicio Marítimo de la Guardia Civil alcanzó junto a sus diez compañeros el punto en el que una patera de 25 caballos y seis metros de eslora había embarrancado. Los 36 pasajeros de la misma gritaban angustiados viendo que las rocas y las rompientes podían destrozarles y que la embarcación de rescate no podía socorrerles. La situación era desesperada cuando el sargento primero de la Armada Carlos Trujillo se lanzó al agua amarrado a un cable guía. Alcanzó la barcaza de los inmigrantes y uno a uno, los niños primero, fueron alcanzado el barco de salvamento.
Puche recogió el primer bulto que le pasaron desde la oscuridad. Era un bebé que aún tenía el cordón umbilical colgando y parecía muerto. «Estaba helado». Puche, padre de dos hijas, no lo dudó. Le quitó a la criatura sus ropas empapadas. La cubrió con lo que encontró seco y se la metió bajo su abrigo. Al calor del agente, la niña reaccionó, recuperó el calor y «empezó a llorar y a dar pataditas».
La pequeña había nacido en alta mar, en medio de la travesía y, según creyeron entender los servicios de urgencia que trasladaron a la madre al hospital de Santa Ana de Motril, se llamará «Apiner o algo parecido». La niña, que pesó 3.680 gramos, se encuentra en buen estado de salud, así como la madre que, pese a sufrir anemia, ya le ha dado el pecho. Para la vida de la recién nacida fue decisivo que durante las tres horas y media que tardaron en llegar al Puerto de Motril, el agente se concentrara en calentarla. No hizo otra cosa. Todo se había parado para él y su instinto le llevaba a abrigarse para darle más calor al bebé. Pero Puche no fue el único héroe de la noche. Mientras él se concentraba en salvar a la recién nacida, Trujillo, incansable, aguantaba el cable guía. «Tuvimos —recuerda el suboficial—que decidir una opción y ante la desesperación de esas persona, no pudimos más que improvisar, con riesgo para mis hombres, que acabaron magullados y con hipotermia».
Según apunta, todo el destacamento, 11 valientes, participó en el rescate, aún a pesar de no disponer de medios para ello. «Nosotros no tenemos para hacer una evacuación de rescate, así que me até a un cabo, les dije a los compañeros que tirasen bien fuerte y al agua», explica Trujillo, quien reconoce que fue «una temeridad, porque no hay ni equipo ni nada», pero no había alternativa. A partir de ese cabo, sujeto con fuerza por sus compañeros, consiguió abrir una vía de escape para los náufragos. Durante más de dos horas, «en plena noche y con rompiente», Trujillo fue sacando de la barcaza a todos sus ocupantes. «Mis compañeros iban tirando de la cuerda y les íbamos sacando uno a uno».
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