viernes, marzo 04, 2011

ni la madre que la pariò /no atropelles castores...



"Vamos a dejar a España que no la va a conocer ni la madre que la parió."
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Un aplauso infinito

5 de Marzo de 2011 - 12:25:34 - Luis del Pino



Editorial sábado 5/3/2011: "Un aplauso infinito"

Cuenta Aleksandr Solzhenitsyn, en su obra "Archipiélago Gulag", una anécdota que retrata muy bien la época más oscura del terror estalinista.

En 1937, durante una reunión del Partido Comunista en uno de los distritos de Moscú, el secretario local del partido pidió a los asistentes, antes de dar por cerrada la sesión, un aplauso para el camarada Stalin.

Por supuesto, todas las personas presentes se pusieron inmediatamente en pie y comenzaron a ovacionar a quien en aquellos momentos dirigía con sanguinaria mano de hierro no sólo el partido, sino la nación entera.

Pasó un minuto, y los aplausos entusiastas continuaban. Pasaron dos minutos. Pasaron tres.

Traten ustedes de estar aplaudiendo durante tres minutos ininterrumpidamente. Los brazos empiezan a sentir el cansancio y amenazan con no querer responder. Pero en aquella reunión local del partido, nadie quería ser el primero en dejar de aplaudir. Así que pasaron cuatro, cinco minutos.

Lo normal es que hubiera sido el propio secretario local del partido el que hubiera dado la señal para interrumpir la ovación, dejando él mismo de aplaudir. Al fin y al cabo, era él el que había solicitado aquel homenaje al dictador. Pero el pobre hombre acababa de sustituir a otro secretario anterior, que había sido arrestado por la policía política de Stalin, así que no se atrevía a parar, al ver que los demás continuaban aplaudiendo con fervor.

Pasaron seis minutos, siete minutos, ocho minutos. El tiempo se hacía verdaderamente eterno y la gente no es que no sintiera los brazos: es que el dolor era auténticamente insufrible.

Nueve minutos de aplausos, diez minutos... Todos se miraban unos a otros, deseando que alguien pusiera fin a aquella situación ridícula y agotadora, pero sin que nadie se atreviera a dar el primer paso.

Y al cumplirse los once minutos de ovación ininterrumpida, cuando todos estaban ya al borde de la desesperación, por fin el director de una de las fábricas del distrito, que formaba parte del comité local del partido, dejó de aplaudir y se sentó.

Los aplausos cesaron inmediatamente en la sala como por arte de magia. Una vez que alguien se había atrevido a hacer lo que todos estaban deseando, los asistentes reprimieron un suspiro de alivio y ocuparon sus asientos, con lo que la asamblea local del partido se pudo dar oficialmente por cerrada.

Aquella misma noche, ese director de fábrica fue arrestado por el KGB. Le condenaron a diez años de prisión en los campos de concentración del Gulag soviético.

Cuenta Solzhenitsyn que uno de sus captores, al acabar el interrogatorio, se dirigió a ese pobre hombre y le dijo, con toda franqueza: "Nunca seas el primero en dejar de aplaudir".

Para nadie es ningún secreto que la situación actual de España es insostenible. No es ya que estemos quebrados, sino que estamos viviendo a cuenta de los ingresos de las generaciones futuras. No es ya que la corrupción suponga una amenaza para el normal funcionamiento del país, sino que toda la vida pública parece anegada en una marea incontenible de chanchullos. No es ya que la clase política nos haya fallado: es que su descrédito amenaza con llevarse por delante todas las instituciones.

Todos somos conscientes de que la actual situación no se puede, no se debe, prolongar ni un minuto más. Estamos ya todos aburridos y exhaustos.

Y, sin embargo, quienes podrían presionar para que esta tortura se acabe - es decir, la propia clase política y los medios de comunicación - parecen empeñados, en su mayoría, en prolongar el artificial aplauso hasta que las elecciones de 2012 fuercen un desbloqueo.

¿Se puede permitir España continuar un año más por este sendero de desgobierno? Yo creo que no. Pero nadie parece decidirse a ser el primero en cortar el aplauso, a ser el primero en señalar que es necesario disolver las cámaras e ir a elecciones anticipadas. Todos se miran de reojo unos a otros, y a lo más que llegan es a intentar calcular si podrán sostener el aplauso infinito otros doce largos meses.

Y yo me pregunto: ¿qué es lo que les da tanto terror? En España no existen archipiélagos Gulag a los que puedan llevarse a los disidentes. ¿Por qué no alzan la voz entonces? ¿A qué tienen miedo?

¿Tanta es la porquería acumulada debajo de las alfombras, que nadie quiere ser el primero en morir debajo de una avalancha de dossieres? Eso parece. Y si no, que se lo pregunten a Bono.

Pero eso significa que la situación es todavía peor de lo que aparenta. Hemos llegado a un punto en el que el sistema está muerto y el país arruinado, pero nadie es capaz de señalar el camino de salida, porque todos se tienen cogidos unos a otros de alguna manera. Y el juego de chantajes mutuos fuerza a todos a hundirse con el barco.

¿Qué esperanza nos queda entonces a los ciudadanos? Pues la verdad es que no lo se. A mi sólo se me ocurren dos posibles salidas, lo cual no quiere decir que no haya otras. La primera es que algún acontecimiento externo - como por ejemplo la intervención oficial de la economía española por parte de la Unión Europea - desbloquee la situación a la fuerza. La segunda solución sería que los españoles, con su voto, propiciaran una renovación en profundidad de la clase política.

En ausencia de una de esas dos cosas, mucho me temo que al final se nos van a caer los brazos a trozos, de tanto aplaudir mientras el barco se va a pique.

http://blogs.libertaddigital.com/enigmas-del-11-m/un-aplauso-infinito-9209/

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.


.-.-.-.-.-.-.-.--.-

No hay comentarios: