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Ultra Maratón Aconcagua: Crónica de los hechos inesperados
En un hecho inédito, manifestantes impidieron la realización de una carrera. Todo lo que pasó, contado desde adentro y en primera persona.
El segundo de los piquetes, cortando el puente sobre el río. Cuando los primeros corredores intentaron cruzar por debajo, los manifestantes usaron violencia física para impedirlo.
Este fin de semana debió realizarse la primera edición del Ultra Maratón Aconcagua. Como ya es de público conocimiento, el evento fue cancelado a pocos minutos de su comienzo, debido a un hecho inédito: un piquete en medio de la montaña, a 2700 metros de altura. Por esas cosas del destino, me tocó estar allí en ese momento, y en las siguientes líneas les trataré de retratar lo que vivimos.
La Ultra Maratón Aconcagua es una carrera muy particular, por distintos motivos. No tiene que ver con la altura en donde se desarrolla, ni con la distancia, ni con el desnivel, ni con las condiciones de la superficie. Lo particular de esta carrera es la conjunción de todo eso. Se trata de completar 25k o 50k (se puede optar por cualquiera de las dos modalidades) en la montaña más alta de América. El reto atrajo a muchos corredores tanto argentinos como de diferentes paises del mundo (15 naciones en total), y completó sus cupos con varios meses de anticipación.
Hubo un hecho que terminó por desencadenar el final de la carrera, y fue cuando el entonces puntero trató de cruzar el río y fue violentamente empujado por los manifestantes
Son varios los factores que hacen que correr esta carrera necesite una planificación especial. Al entrenamiento específico durante al menos 4 o 5 meses previos, hay que sumarle los costos económicos que implica semejante movida. Al valor de la inscripción hay que sumarle lo que cuesta llegar al lugar, ubicado a más de tres horas de la ciudad de Mendoza, y la logística que supone la aclimatación previa obligatoria de dos noches antes de la competencia.
Así llegamos los 500 corredores inscriptos a la competencia, dejando atrás meses de sacrificios físicos, económicos y sociales, ya que como todos sabemos el preparar una competencia de este tipo significa necesariamente quitarle muchas horas a nuestra familia y amigos.
La concentración de la carrera es frente al Puente del Inca. El lugar cuenta con algunos pocos hostels y un camping, a los que se suma el regimiento militar que cedió gentilmente las instalaciones para que podamos alojarnos durante esos días previos.
El momento tan esperado, y lo inesperado
La mañana del sábado 29 de noviembre comenzó muy ventosa y fría, con el cielo algo cubierto. Poco nos importó, y fuimos a la zona de largada esperando la orden de partida para complir con ese sueño de correr la Utra. Eran las 7:20 de la mañana y minutos antes de comenzar, el director de la prueba tomó el micrófono y nos alertó sobre una medida de fuerza que estaba afectando parte del recorrido: “el puente El Durazno está cortado por manifestantes, pero armamos un camino alternativo y entre todos vamos a sacar adelante esta competencia“, comentó Diego Cannestraci.
Los manifestantes en el primero de los cortes, impidiendo el paso de los corredores y de la organización de la carrera.
Sin saber demasiado con que nos íbamos a encontrar, partimos. Los primeros kilómetros fueron duros para lo que suele ser una carrera convencional, pero apenas una entrada en calor para lo que significa correr la Ultra Maratón Aconcagua. Y llegando al km 8, sucedió lo que nadie esperaba. Ya a lo lejos se veía demasiado movimiento en un área en mitad de la montaña, en donde no había previsto ningún puesto de abastecimiento ni nada que se parezca. Cerca de la gente se podía ver a personal policial, y a varios corredores parados en el lugar sin saber que hacer. Poco después se empezaba a entender de que se trataba, cuando nos cruzamos a un de los corredores volviendo hacia el punto de partida, caminando y envuelto en un llanto desconsolado. Unos metros más adelante, el director de la prueba con lágrimas en sus ojos y la voz entrecortada nos decía que la carrera estaba cancelada. “La situación se está poniendo violenta, y no podemos poner en riesgo la seguridad de los corredores”, nos decía. Los que veníamos corriendo en ese lote nos detuvimos y entre la agitación y la sorpresa, no atinamos más que a mirarnos entre nosotros. Ya pensando más en mi rol de periodista que de corredor, decidí seguir unos metros más para acercarme a la manifestación, ver que más podía averiguar y tomar unas fotos, que son las que ilustran esta nota.
Hacer los siguientes 50 o 100 metros no fueron una tarea sencilla. Los manifestantes habían cortado estratégicamente un tramo del camino con una pared de piedra en un costado, y un profundo acantilado en el otro. Fue entonces que improvisamos una vuelta algo peligrosa, y por una ladera empinada logramos sortear el primer piquete. Detrás de eso, otro grupo algo más nutrido estaba cortando el puente peatonal que atraviesa el río.
En esos momentos la tensión fue alta, y quienes estuvimos ahí pudimos ver que no pasó a mayores y no hubo que lamentar algún herido sólo por milagro.
Allí había ya algunos corredores discutiendo con los manifestantes, quienes casi irónicamente repetían “nosotros no molestamos a nadie, sólo reclamamos mejoras salariales“.
Metros más abajo, otros corredores intentaban cruzar el río caminando, mientras un cordón humano hecho por los piqueteros trataba, como sea, de impedirlo. Inclusive, hubo un hecho que terminó por desencadenar el final de la carrera, y fue cuando el entonces puntero trató de cruzar el lecho de agua y fue violentamente empujado por los manifestantes. El terreno es complicado, el río corre fuerte y el suelo no es más que miles de piedras grandes, sueltas y filosas. En esos momentos la tensión fue alta, y quienes estuvimos ahí pudimos ver que no pasó a mayores y no hubo que lamentar algún herido sólo por milagro.
Estaba claro que los manifestantes iban a cortar la carrera como sea. Los corredores intentábamos seguir, y ellos cambiaban su estrategia como si se tratase de un equipo en táctica defensiva, en donde todo vale. Fue entonces que los organizadores tuvieron que tomar la determinación más dolorosa para todos. O para casi todos. Los organizadores anímicamente destruidos, viendo como un año entero de trabajo se iba por la borda. Los corredores, viendo como después de tanto sacrificio se esfumaba el sueño de correr una ultra maratón en ese lugar mítico. Los manifestantes, en cambio, logrando su egoísta propósito: hacerse notar en base a perjudicar a otra gente.
Sólo una vez que se aseguraron que la carrera se canceló, los manifestantes aflojaron un poco y aunque siguieron impidiendo el paso por el puente, nos dejaron pasar cruzando el río por nuestra cuenta. Allí había también gente de la organización que nos volvía a aclarar que lamentablemente la carrera estaba terminada, y que si queríamos seguir ellos no podían impedirlo, pero que lo hacíamos bajo nuestra responsabilidad. Fue entonces que muchos decidimos continuar hasta el Confluencia, en el kilómetro 14 de carrera, en donde estaba el retome para quienes habían optado por la distancia corta.
Mientras llegábamos al campamento de abastecimiento, nos cruzábamos con varios corredores que ya estaban volviendo. Evidentemente ninguno había llegado hasta el punto del retome de para los 50k, ubicado en Plaza Francia, a 4200 metros de altura. Todos estábamos aún shokeados y sorprendidos, pero como aún sin caer del todo con lo que estaba pasando -quizás por las pulsaciones altas y la adrenalina propia de la carrera- seguimos.
Una vez en Confluencia, el panorama era desolador. La organización de la carrera volvía a comunicarnos que la carrera estaba cancelada, y nos recomendaban pegar la vuelta. “El personal afectado a la carrera se está replegando, y más arriba el terreno es más complicado aún“, nos advertían y nos pedían que por nuestra seguridad no continuemos.
Ya a punto de regresar, como la mayoría, me encuentro con Patricia, una vieja conocida del triatlon que luego de ser madre esta volviendo a las competencias, y eligió esta carrera como su gran objetivo. Fue entonces que decidí cambiar mi decisión, y le comunique a los organizadores que íbamos a continuar un tramo más. Nos unimos a un grupo de unos 10 corredores y juntos nos internamos en un sendero que comenzaba justo en el campamento. El terreno era realmente muy complicado, al punto que llegando a la altura de 3.800 msnm tardamos 24 minutos para recorrer un kilómetro. En ese punto volvimos a cruzar a rescatistas y personal de la organización, que estaba bajando. Los consejos de volver eran insistentes, y cada vez nos alertaban más de los riesgos de continuar. El cielo estuvo nublado durante toda la carrera, pero ahora desde la cima del Aconcagua se veía bajar una tormenta fuerte, que nos impedía ver demasiado lejos. Fue entonces que regresamos, y ese camino de vuelta fue de lo más triste y frustrante que recuerdo en 16 años como corredor. En un par de ocasiones, Patricia se quebró emocionalmente. “Esta era mi única oportunidad, le puse todo mi empeño, gasté meses y meses de sueldo, le quité muchas horas a mis hijos, y no sirvió para nada“, repetía con total impotencia y al borde del llanto, mientras en vano intentaba correr.
Sólo una vez que se aseguraron que la carrera se canceló, los manifestantes aflojaron un poco y aunque siguieron impidiendo el paso por el puente, nos dejaron pasar cruzando el río por nuestra cuenta
Varios kilómetros abajo, cuando volvimos a pasar por el puente El Durazno, los manifestantes ya no estaban. La medida de fuerza tomada por Guardaparques provinciales y delegados del sindicato ATE de la provincia de Mendoza había cumplido con su cometido, y se retiraron del lugar.
Más abajo, en la llegada un grupo de personas se congregaba junto a los organizadores y nos recibía con bocinazos, aplausos y gritos desaforados. “Bien chicos, lo lograron!!!” nos decían. No eran muchos, tal vez menos de 10 personas, pero hacían mucho ruido. Primero pensé que eran familiares de algún corredor, y que se estaban confundiendo de persona, pensando que yo era ese corredor que esperaban. Inmediatamente me di cuenta que el aliento desfrenado era con todos: los corredores que venían detrás nuestro recibían el mismo apoyo, uno por uno. Poco después, me enteré que esa gente eran los pocos pobladores del lugar, una villa de montaña que gracias a esta carrera vio mover un poco su economía. Eran los dueños y los trabajadores de los hostels y puestos del lugar, que como nunca tuvieron en esta época del año a cerca de mil personas entre corredores, acompañantes y organizadores colmando sus instalaciones durante varios días seguidos.
Conclusiones personales
El reclamo de los manifestantes de ATE puede ser justo. Cada trabajador tiene derecho a recibir un pago digno, y a manifestarse. Pero, las libertades de cada uno comienzan donde terminan las de los demás. Los que vivimos en las grandes ciudades nos fuimos acostumbrando a los piquetes, una forma de protesta que se basa en extender un problema a otros. Vale todo para conseguir algo, ya sea justo, o no tanto, poco importa. Cuanto más gente se perjudica, mayores son las posibilidades de conseguirlo. De esta manera, la causa queda desvirtuada, queda en segundo plano, y es superada por el método. Un método totalmente egoísta, y basado en un “sálvese quien pueda”, en donde lo importante es “lo mío”. En las grandes ciudades eso se ve hace rato, lo sufrimos casi a diario. Pero es la primera vez que pasa en una competencia deportiva, hasta ahora un ámbito a salvo de esta especie de canibalismo.
Personalmente, y por haber visto todo muy de cerca en el momento más caliente, creo que la suspensión de la carrera fue una medida acertada. Ahora, con “el diario del lunes”, es fácil reclamar por continuar la carrera como sea, neutralizar la protesta, correr a los manifestantes, etc. Sobre todo sin haber estado ahí justo en ese momento. Pero la realidad es que no podemos saber qué hubiese pasado, donde hubiese terminado todo si la carrera seguía en ese contexto. Hasta donde iban a llegar los manifestantes? Qué pasaba si alguien salía lastimado del lugar? Está claro que la organización planteó un “plan B”, vadeando el río, pero ahí los manifestantes contra atacaron y mostraron que estaban dispuestos a hacer lo que sea para parar esta carrera, pasando por encima a cualquier plan alternativo, inclusive usando la violencia y poniendo en riesgo a los corredores.
Los manifestantes podrán haber tenido una razón justa, pero se equivocaron feo pasar el problema a otra gente. Parece que buscar lugar donde más duele y pegar ahí, es la fórmula del éxito, aún cuando eso implica pasar por encima del esfuerzo de otra gente. Estaría bueno considerar otras formas de protesta, que no sea perjudicarnos entre todos nosotros, todo el tiempo, y de manera cada vez más extorsiva.
http://www.atletas.info/ultra-maraton-aconcagua-cronica-de-los-hechos-inesperados/
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