viernes, diciembre 31, 2010

zp, ni dentro ni fuera


CÓMO ESTÁ EL PATIO
Un año muy ZP

Por Pablo Molina

Hablen ustedes de sexto sentido, percepción extrasensorial o poderes sobrenaturales, pero servidor estaba convencido en diciembre de 2009 de que este año que ahora acaba bueno, lo que se dice bueno, no iba a ser. Si no fuera porque varios millones de personas han hecho gala de la misma capacidad precognitiva, desluciendo así la espectacularidad del fenómeno, me daría miedo a mí mismo.

El año comenzó con la suposición ampliamente compartida de que la situación económica no podía empeorar mucho más. Esto demuestra que el optimismo antropológico de un político opera de forma directamente proporcional al nivel medio de estupidez ciudadana del país en que opere: es la ley de hierro del progresismo estupefaciente, que en España se viene cumpliendo de forma inexorable desde Recaredo. Sólo un país como el nuestro podía dudar a esas alturas de la gravedad de la situación, porque cualquier indicador, si no ya la mera contemplación de lo que acontecía en la pu...ra rúa, confirmaba que el desastre al que nos enfrentábamos no había dicho, ni mucho menos, su última palabra.

Con todo, al final la evidencia de que los progres del consejo de ministros, con el Adolescente a la cabeza, estaban llevando el país a la quiebra acabaría imponiéndose en la primavera de este aciago 2010. La realidad llegó a penetrar hasta en los tiernos cerebritos de los artistas superciliares, tan refractarios a las matemáticas y a los principios básicos de la teoría económica.

En mayo florido, la España superprogre de Zetapé estuvo a punto de declarar su quiebra soberana y pedir lastimera que la rescataran las potencias de Centroeuropa; es lo que suele pasar cuando a los socialistas se les entregan las riendas de una nación importante y las circunstancias económicas se vuelven adversas. Ése fue el momento en que todos los progres destepaís –o del "estado español", en los casos periféricos– se volvieron neoliberales, al menos según la tropa entiende este término, supuestamente ideológico.

Reacios como siempre a reconocer el fracaso de sus ideas, no por recurrente menos estrepitoso, los izquierdosos de toda laya se aprestaron a cambiar el contenido de la propaganda y pasaron a afirmar que suprimir los llamados (por ellos) "derechos sociales" y robar a los pensionistas son políticas bien de izquierdas. Naturalmente, tienen razón, porque la aplicación de las ideas socialistas implica necesariamente destrozar a las capas sociales que aquellos pretenden defender. Pero no es eso lo que dicen cuando piden el voto, sino exactamente lo contrario.

Como consecuencia de este reconocimiento oficial de que la basura doctrinal del socialismo sólo provoca destrucción (aunque sigue funcionando en términos electorales, gracias a la estupidez compartida y las pocas y pésimas lecturas del personal), a lo largo de la segunda mitad del presente año asistimos a uno de los espectáculos más decadentes de travestismo ideológico desde la Gloriosa Transición.

En efecto, en este último semestre nos ha sido dado contemplar a las hordas socialistas defendiendo la necesidad de recortar el gasto público aun al precio de suspender "derechos sociales". También hemos visto a un partido que supuestamente tiene una idea sensata de la economía, y cuyos votantes odian meticulosamente cualquier idea que huela incluso ligeramente a marxismo, acusar a su rival de ser mucho menos socialista de lo que el momento exige. Asombroso, sí, pero es que estamos en España, un país que por dos veces ha entregado el máximo poder de decisión a José Luis Rodríguez Zapatero.

Somos la caraba. Im-presionantes, que diría el filósofo.

Para acabar de esmaltar nuestra imagen de nación más absurda del planeta, en este final de este año tan trágico para millones de compatriotas tenemos a los dirigentes de una de las regiones más importantes anunciando que van a incumplir las sentencias del Tribunal Supremo. O sea, que la autonomía catalana, que forma parte del estado, se declara definitivamente en rebeldía contra el orden constitucional que la hace legítima, así como a sus propios dirigentes. El destino económico de España es trágico, pero no tan irreversible como la situación provocada por unas entidades territoriales que sobrepasan continuamente todos los límites constitucionales, a despecho de principios tan elementales como la solidaridad interterritorial o la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

A Zapatero nada de eso le preocupa demasiado, porque su único objetivo es dejar a Rubalcaba una situación preelectoral no demasiado lamentable. Lo malo es que tampoco parece preocuparle a mucha más gente. Ni siquiera a los millones de parados que lo son por obra y gracia del socialismo zapateril, muchos de los cuales agradecen a ZP y a sus chicas que hayan hecho la ley del aborto, como consuelo suficiente por si les toca plantearse de nuevo la posibilidad de votarle.

Como decíamos ayer, esto es España, amigos, y bajo estos parámetros podríamos afirmar, sin la menor duda, que 2010 ha sido, en última instancia, un año muy español. Tan sólo cabe esperar que éste que ahora empieza sea algo menos castizo, a ver si con un poco de suerte nosotros podemos contarlo y ustedes, leerlo. Cosas más raras se han visto

http://www.libertaddigital.com/otros/2010/un-ano-muy-zp-1276238523.html
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POLÍTICA EXTERIOR
La España despeñada de ZP

Por Óscar Elía Mañú
Sobre todas las cosas, el año 2010 ha sido para el mundo el de la crisis económica. Hoy está reconfigurando instituciones internacionales, equilibrios, alianzas entre países y relaciones bilaterales. La economía no es el único ni el más importante factor en la política exterior de un país, pero sí es fundamental, y agrava o alivia otros problemas y amenazas.

La incapacidad de Zapatero para afrontar la crisis económica, que en el interior destroza la imagen del presidente, ha acelerado en el exterior la pérdida de confianza en nuestro país; no sólo de los inversores, también y sobre todo de los gobernantes de los países de nuestro entorno. La enseñanza trágica que vamos a extraer de este año dice que un país que no cumple con sus aliados y no da la cara deja de ser fiable en todos los ámbitos, el diplomático y el estratégico como en el económico. Y entra en una espiral diabólica de desmoronamiento.

El 2010 ha sido el año del hundimiento de España en términos económicos y de política exterior.

A Zapatero sólo le ha interesado la política exterior en función de su relación con la interior. Ha mostrado despreocupación, desinterés y desconocimiento de las cuestiones internacionales fundamentales. Lo mismo puede decirse de sus sucesivos ministros de Exteriores y Defensa. Por otro lado, ha dado sobradas muestras de que tiene una visión del mundo muy ideologizada, basada en dos intuiciones propiamente progresistas: el rechazo a los valores culturales e institucionales de Occidente y la puesta en duda de la nación propia, de su unidad, tradición e intereses. Esto se ha concretado en la atracción de nuestra diplomacia por regímenes antidemocráticos y despóticos, el apaciguamiento de y acercamiento a grupos terroristas y la reivindicación de la Alianza de Civilizaciones; y en la renuncia a defender los intereses de España en el mundo, por ser nacionales y por ser intereses.

El rechazo hacia los valores liberal-parlamentarios y la puesta en duda de la nación española han estado detrás de toda la política exterior desde 2004. El desprecio al régimen político liberal-parlamentario se puso de manifiesto este año en dos momentos: cuando la toma de posesión de Porfirio Lobo como presidente de Honduras, tras el episodio del golpe de Zelaya (2009), en el que España se puso del lado de los chavistas (al final, Moratinos cedió y el embajador volvió... por la puerta de atrás y a escondidas, en febrero), toma de posesión boicoteada por el Gobierno y la Casa Real, y cuando la interceptación de la flotilla islamista antiisraelí fletada desde Turquía, que acabó trágicamente: España se alineó por completo con los islamistas y llamó a consultas al embajador en Israel. En ambos casos, entre las democracias y las dictaduras, el Gobierno no dudó en ponerse del lado de estas últimas, de manera además ostentosa, y empujando a sus aliados europeos a hacer lo mismo.

Por otro lado, las relaciones con el Vaticano han caído a plomo, fruto de la política cristófoba del Gobierno. La visita de Benedicto XVI a nuestro país puso de manifiesto el distanciamiento y la desconfianza del Gobierno; también, por suerte, la determinación de la Iglesia a la hora de denunciar los procesos deshumanizadores que se están registrando en nuestro país, así como los desmanes de la ingeniería social. Zapatero volvió a hacer gala de improvisación y radicalidad. Primero organizó a toda prisa un viaje a Afganistán... para después posar a toda prisa con el Santo Padre minutos antes de que éste tomase el avión de regreso a Roma.

2010 ha sido el año de la salida de Moratinos del Gobierno. El cambio del gris funcionario, buen conocedor de los mecanismos diplomáticos, con filias y fobias ideológicas bien conocidas, por la mediática Trinidad Jiménez no ha alterado las líneas maestras de la diplomacia española: si acaso, se ha traducido en una mayor ineficacia. En cuanto al Ministerio de Defensa, la hipermediática Carmen Chacón ha exhibido las mismas manías ideológicas y las mismas carencias que en años precedentes: su ausencia forzada en la crisis de los cooperantes y la usurpación de que fue víctima en diciembre a manos de Rubalcaba (viaje a Afganistán) fueron fruto de la falta de interés de una ministra más preocupada por su carrera política que por las Fuerzas Armadas.

Por lo que hace al Viejo Continente, punto de referencia de Zapatero, ha sido un año infausto. Nuestra caída económica estuvo precedida por nuestra caída en el panorama político: la vuelta al corazón de Europa ha sido por la puerta trasera, a remolque de nuestros aliados, abandonando las posiciones exigentes de Aznar. En el año que acaba, Zapatero lo fio todo a la Presidencia (rotatoria) de la UE. Lo del "acontecimiento planetario" de Pajín fue una cosa zafia y cómica, pero reflejaba bien lo que esperaban los socialistas de esos seis meses de foco continuo.

Dos circunstancias exigían prudencia al Gobierno: el hecho de que nuestra Presidencia fuera la última de las rotatorias y, sobre todo, el hecho de que ya para entonces la crisis económica se estuviera cebando con nuestra economía... y mostrando que Zapatero y compañía eran incapaces de aportar remedio alguno. Pero en lugar de una Presidencia de transición, perfil bajo y modestia, el Gobierno se embarcó en una gran operación de propaganda... que se le acabó volviendo en contra. El resultado fue un empeoramiento notable de la imagen de Zapatero en el exterior –se quedó sin cumbre mediterránea y sin cumbre con Obama–, y que nuestros socios comunitarios nos empezasen a considerar un problema y un lastre de primera magnitud.

En el segundo semestre del año hemos asistido a un fenómeno desolador: de participar activamente en la política europea hemos pasado a ver cómo los europeos controlan nuestro destino. En el futuro sabremos de las consecuencias de esta pérdida considerable de soberanía, fruto de la incapacidad del Gobierno para afrontar los problemas económicos.

En cuanto a las relaciones con EEUU, lo cierto es que desde 2004 el Gobierno ha buscado obsesivamente una foto, primero con Bush y después con Obama, que hiciera olvidar la magnífica relación de Aznar con Clinton y con el propio Bush. Pero tras la huida de Irak y el despliegue de tercermundismo del Gabinete Zapatero la desconfianza hacia nuestro país era mayor que nunca. Nuestra presencia en Afganistán –como prueba de nuestro compromiso con los aliados– sirvió durante años a Zapatero para prometer pero no comprometerse... y ganar puntos –eso pensaba– para hacerse con la dichosa foto. Pues bien: 2010 ha sido el año de las ilusiones rotas. En febrero, mientras se celebraba el publicitadísimo Desayuno Nacional de Oración, la Casa Blanca filtró que Obama no acudiría a la Cumbre UE-EEUU, que habría de celebrarse en Madrid en mayo; en cambio, sí iría a la de Lisboa (noviembre). Fue precisamente en mayo, concretamente el día 11, cuando se produjo la famosa llamada de Obama a Zapatero; no para loarle, precisamente, sino para reprocharle su pésima gestión económica. A partir de ese momento fue evidente que no habría foto, imposible. Quien le suceda, allá por 2012, habrá de reedificar las relaciones partiendo casi de cero.

Fue en Afganistán donde España trató de vender a Obama un compromiso creciente. Pero, al mismo tiempo, Zapatero ocultó a los españoles la naturaleza de la misión. El aumento de las operaciones de la OTAN, las prisas por acelerarlas, para abandonar el país cuanto antes, han hecho que el despliegue español sea mayor y más arriesgado de lo esperado. Cinco españoles han muerto allí este año, tres de ellos en el trágico episodio de Qala-i-now. El número de compatriotas caídos en tierras afganas ronda ya el centenar, pero Zapatero sigue fiando todo a las decisiones que tomen los aliados. La Cumbre de Lisboa puso de relieve que España no tiene una posición definida en lo relacionado con Afganistán, al contrario que nuestros aliados... y que nosotros mismos antes de 2004.

A Ernst Jünger debemos la máxima que dice: "Un país que no está dispuesto a defenderse será devorado exactamente de la misma manera como es devorado un animal". La ruptura o el distanciamiento con nuestros aliados, la imagen de debilidad que transmitimos, nuestros fracasos diplomáticos y nuestra falta de convicciones han sido en los últimos años una invitación a que se nos ataque. Si el año 2009 fue el del pago de un rescate por el Alakrana, el 2010 ha sido el de la cesión ante Al Qaeda en el Magreb Isámico (AQMI). La historia es bien conocida: a escondidas, utilizando los recursos del Estado para satisfacer a los terroristas, el Gobierno abrió vías de diálogo con Al Qaeda, presionó a Mauritania para excarcelar terroristas y reunió el dinero exigido por los criminales que habían secuestrado a varios de nuestros compatriotas.

En agosto, Al Qaeda consiguió una victoria histórica. España le suministró fondos fundamentales para el crimen: nuestro país se puso a la cabeza de los países más dóciles; un 16% de los ingresos de AQMI por secuestros provienen del bolsillo de los españoles. Los terroristas enseguida invitaron a otras naciones europeas a ser igualmente razonables y plegarse a sus exigencias. En términos de prestigio, Al Qaeda logró una victoria histórica, repito: demostró que los países occidentales pueden ser dominados.

La gestión de Moratinos del secuestro de los cooperantes generó importantes desconfianzas entre países llamados a entenderse contra el terrorismo, desde Mauritania hasta Argelia. Este país –con miles de víctimas en su haber– reaccionó con indignación y desprecio ante la política española del pago de rescates a terroristas.

La cuestión del Sáhara Occidental exigiría un análisis detallado. Sea como fuere, la gestión gubernamental de la crisis de El Aaiun no ha hecho sino refrendar la pésima imagen de España en la arena internacional. Desde 2004, España ha pasado de una neutralidad activa a una aceptación, entre sumisa e inevitable, de las reivindicaciones marroquíes. Los sucesos de noviembre lo dejaron bien claro, y pusieron al Gobierno en problemas incluso con su propia gente. Fue el primer reto serio de Trinidad Jiménez, que primero escapó a Bolivia y después balbució excusas y se remitió a lo que dijera la ONU.

El Sáhara está indisolublemente unido a las reivindicaciones marroquíes sobre Ceuta y Melilla, que a lo largo del año han subido de tono hasta llegar a la amenaza del desencadenamiento de una nueva Marcha Verde. Ante un Estado islámico y despótico, el Gobierno ha dado la medida de lo que es capaz. En 2011, sobre todo a medida que se aproxime el final de la legislatura, la posición de Ceuta, Melilla, las Canarias y el resto de posesiones españolas en África se verá muy comprometida.

En Iberoamérica, los problemas han tenido dos escenarios principales: Venezuela y Cuba. En las relaciones con Caracas se detecta el mismo patrón que en las relaciones con Rabat: se muestran agresivos y reivindicativos con nosotros y nosotros nos dedicamos a apaciguar. La conexión de Chávez con grupos terroristas como ETA y FARC es cada vez más evidente, por lo que la diplomacia española podía y debía haber movilizado sus recursos para aislar a un dirigente tan agresivo con los venezolanos como con las democracias. Pero a Zapatero le pudo la afinidad ideológica, así que sigue siendo el fiel valedor en Europa del bolivarianismo, como también demostró cuando el ecuatoriano Correa fue retenido en su país por una turba de policías.

Cuba. España participó en la expatriación de los presos políticos cubanos, que, engañados, fueron deportados a nuestro país por las autoridades castristas. La maniobra tenía dos objetivos: desactivar a los presos políticos cubanos y buscar oxígeno diplomático en Europa. A ambas cosas se han prestado Zapatero, Moratinos y Jiménez. Lo primero lo han logrado, al menos por ahora; lo segundo ha supuesto otro batacazo español en la UE.

España ha puesto todos sus esfuerzos en cambiar la política europea hacia Castro, en promover las relaciones con la Isla dejando de lado el respeto a los derechos humanos. Esfuerzos inútiles, porque Europa no ha tragado. Ha sido un fracaso considerable. Otro más.

España ha ido perdiendo peso desde 2004, pero en 2010 ha entrado en barrena: ha sido tan rápido el deterioro, tan notables sus efectos, y tan peligrosos, que puede hablarse, sí, de despeñamiento, un despeñamiento que afecta a nuestros intereses e incluso a nuestra integridad territorial. Lo peor es que todo parece indicar que en 2011 nuestros problemas no harán sino agudizarse.



ÓSCAR ELÍA MAÑÚ, jefe de Opinión del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES) y director del programa de esRadio Por tierra, mar y aire.




http://www.libertaddigital.com/otros/2010/la-espana-despenada-de-zp-1276238521.html
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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA
El año de la Alarma
Por Horacio Vázquez-Rial
Hace exactamente un año, España era un país democrático. A 27 de diciembre de 2010, en cambio, nos encontramos en Estado de Alarma: tenemos garantías constitucionales suspendidas, no se pueden disolver las Cortes y no se pueden convocar elecciones, o sea que, mientras esto dure, el presidente seguirá ahí, pese a quien pese.

Claro que la culpa de esto la tienen los controladores aéreos, toda la culpa. Y al gobierno no le ha quedado otra, para nuestro bien, que militarizarlos y, de paso, ponernos a los demás en cuarentena. Dice mi querido Carlos Rodríguez Braun que el mejor amigo del hombre no es el perro sino el chivo expiatorio. Los controladores son el ejemplo perfecto del aserto, que se hace más verdadero cuando el representante de nuestra especie es Freddy, no Krüger, sino el que manda, el valido del Rey Zol.

Lo que más me preocupa del asunto es que la gente está encantada con la nueva situación porque se ha puesto en vereda a los controladores matando moscas a cañonazos. Y es que mis paisanos –los de mis dos patrias, España y Argentina– se pirran por la autoridad, les fascina eso de los dirigentes con un par. Y si eso pasa allá y aquí, y en algunos otros lugares del planeta que conozco, me veo obligado a deducir que es una cosa de casi todos. En tiempos de vacas flacas, la gente no quiere mimos, sino órdenes. Y como cada uno está dispuesto a cumplirlas, mejor que sean dadas en situación militar, porque en el vecino no se puede confiar y para él está hecho el fusilamiento. El uomo qualunque es a veces así de extremo en su vigilancia, pero es por amor a la patria, que no se puede dejar en manos de cualquiera, que requiere grandeza de alma, entrega y horror a la traición.

Y es que no sé por qué aún cargamos con el peso muerto del Derecho Romano, si podríamos sustituirlo de una vez por todas por la sharia, que nos espera a la vuelta de la esquina, y que es bastante eficaz: si hasta un niño puede, con esa bendita ley –y nunca mejor dicho lo de bendita–, poner en su sitio a un maestro deslenguado que habla del jamón a sus discípulos, como ha pasado en La Línea de la Concepción, provincia de Cádiz –sí, allí, donde los liberales hicieron de las suyas hace 200 años, que ya está bien–, es porque es un dispositivo social eficaz e igualitario. Como a mí siempre me ha gustado violar las leyes, romanas o moras, me complazco en el vicio solitario de repetir como una letanía "jamón", "gay", "abajo el burka", "mujeres liberadas" y otras zarandajas de occidental irredento. En voz baja, claro. Cuando me siento muy abatido incluyo en la lista el amor libre, que es de derechas, si no de toda la vida, al menos desde que Lenin se opuso a tamaña cosa.

O sea que estamos tranquilos porque ya tenemos una dictadura deducida de la democracia por la vía de una Constitución suicida, esa de las autonomías, que nadie piensa en reformar. "Nadie" significa en este caso la clase política, que dice a coro que lo que hay que hacer es desarrollarla y no cambiarla, ni para una cosa tan sencillita como poder tener reina en vez de rey, lo cual no estaría mal en Occidente pero sí con la sharia. Lo de la reina mora es cosa del flamenco, no de los moros. Ni de la familia real española, seguramente por aquello de los tradicionales lazos de amistad, suspendidos, creo que por decisión de Franco, entre 711 y 1921. Menos mal que los restablecimos.

Pero la reforma constitucional no forma parte del programa de ninguno de los dos grandes partidos, así que tranquilos. Y hablando de los dos grandes, ¿qué piensa hacer el PP cuando Freddy pida prolongar La Alarma más allá del 15 de enero, por ejemplo, hasta Semana Santa, para garantizar el espacio aéreo? No sé muy bien, tendría que preguntarle a alguien, si se pueden celebrar las autonómicas y las municipales en Estado de Alarma. Barrunto que no. Y, desde luego, estoy seguro de que no se convocarán, o se desconvocarán, si los controladores hacen de las suyas y, dormidos como en imaginaria, empotran un avión en alguna parte, digamos el 11-M, con M de Mayo, como percibió posible, con verdadera mala pata, Cristina Antón. En Estado de Alarma, más vale callar.

Y ya vale de mirarnos el ombligo, que tampoco es para tanto lo de los cuatro o cinco millones de parados (las cifras dependen de quien lleve las cuentas), ni lo del 1.600.000 comidas que sirve Cáritas, ni lo de la islamización de Al Ándalus por nuestros aliados civilizacionales, ni ninguna de esas pequeñeces. También hay que atender al mundo, que es ancho pero no del todo ajeno.

Aunque del mundo sólo se ocupan Aznar y Obama. Aznar, con esta cosa que le ha dado con los judíos, que no sé por qué habrá que defenderlos ni reconocerles derechos que nuestros tradicionales aliados (en 2011 son 90 años de Annual y 1.300 de la llegada de Tarik a la Península) no están por la labor de aceptarles. Los compis son lo primero. Dice un gran amigo mío que el discurso de Aznar en Jerusalem es el mejor discurso que se haya pronunciado en lo que va de siglo, pero mi amigo es un exagerado.

Obama, que sí respeta los lazos de amistad, y familiares, y religiosos, con los musulmanes, es otra cosa. Por eso los americanos, que, como se sabe, son un montón de obesos desagradecidos, no van a hacerlo presidente dos veces. No porque se haya arrodillado ante el saudí y haya dicho burradas sobre la historia de España en El Cairo, sino porque es un fracaso en casi todo. No, we can not. Nada de nada. Y encima, wikileaks y eso. Y la secretaria de Estado, en cuya persona se cumple lo que ya se sabe: no hay nada peor que una mujer despechada. De modo que ni seguridad social a la española, ni amistad con Israel, ni paz con los ayatolás, que, lentos pero seguros, raca, raca, enriquecen uranio, cuelgan homosexuales, lapidan señoras y mandan matar cristianos por ahí, mientras los administradores de la historia de Occidente duermen plácidamente la siesta, como la heroica ciudad de Vetusta, y El Corte Inglés vende caviar iraní, que, como no es un producto catalán, está libre de boicot.

Entre tanto, los sabios y ponderados gobiernos latinoamericanos, uno a uno y siempre con la guía del inefable compañero Chávez, van reconociendo la existencia del inexistente Estado palestino, que quiere constituirse con las fronteras de 586 a. C., justo en la segunda oleada de deportaciones a Babilonia, cuando ni los palestinos ni los árabes existían en la historia pero los judíos ya estaban molestando por ahí. Y eso que ellos, los latinoamericanos, nunca fueron descubiertos por el también judío Colón, siervo de los intereses del imperialismo nuestro, beato como era. Porque no hubo nada parecido a un descubrimiento: fue un desencuentro de culturas (juro que la definición no es mía), la de la sabia y antropófaga azteca, la maya, ocasionalmente comida por la azteca, y la inca, en imparable decadencia a la llegada de Pizarro, por un lado, y la hispánica, torpona como era, subdesarrollada, productora de materias primas como cualquier entidad periférica, y agotadoramente evangelizadora. Que, no se sabe cómo, se llevó por delante más indígenas de los que había.

La verdad es que, si tengo que juzgar por lo que de la historia me enseñaron en la escuela, me parece que nunca hemos estado peor. Todos, la humanidad. Pero me consuela saber que aquélla era una mala historia, que no merecía ser enseñada (como no lo merecía esta inmunda y complicada ortografía que me acaba de obligar a poner acento, que no tilde, en el pronombre aquélla). Menos mal que vino Marchesi y dijo que lo importante no era enseñar algo concreto, sino enseñar a aprender, lo que sea.

Pero todo parece secundario cuando uno piensa en el amargo destino de los grandes hombres. Menos mal que la Navidad, colorida y generosa como es, me trajo un hondo sentimiento de alivio por lo que toca a la dura existencia de Felipe González, que me tenía sobre ascuas desde que dijo en El País que estaba sin casa: los hados le han sido favorables y ha conseguido un empleo, modesto, de sólo 126.000 euros al año, en Gas Natural, y con eso va a poder pagarse un alquiler. Algo pequeño, en un barrio obrero, que es donde él se siente más a gusto. Porque no tiene otros ingresos.

Aun así, temo que el año que viene vaya a ser más arduo que éste (con acento), porque el gabacho (en este caso Trichet), como viene siendo desde el malhadado año 1808, quiere estrangularnos negándonos el parné imprescindible para nuestro amado Estado de Bienestar. Y porque me parece que el Tea Party (en cursiva: es expresión ajena) ha llegado con muy mala leche y escasa disposición a soltar un duro a nadie. Y los chinos están trayendo el comunismo o lo que sea que ellos sufran hasta la esquina de mi casa, aunque comprendo perfectamente que la suya es otra cultura y, por lo tanto, merecen ser respetados y, si alcanza, hasta amados. Y los marroquíes les tienen un hambre incontenible a Ceuta y a Melilla. Y los de Hamás, y los del BRIC –que crecen más que el primo de zumosol, aunque no de manera armónica y proporcionada, y que llevan en el alma el huevo de la serpiente china–, y los griegos que se van a caer del euro, y los turcos que seguirán aporreando las puertas de la UE... Uf, es que son muchas cosas para que las piense uno solo.



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