¿Para qué sirve una bicicleta?
¿De verdad es más medio de transporte que moda urbana? En el Día de la Bicicleta, proponemos el debate con dos textos que defienden posturas opuestas
Una ciudad sin bicis no tiene sentido
Menos postureo y más ciclismo
ICON 19 ABR 2014 - 00:04 CET78
Hoy es el Día de la Bicicleta, una efeméride que tiene más de historia del LSD que de pedales: conmemora el día de 1943 en el que el padre del ácido lisérgico, Albert Hoffman, probó su invento voluntariamente por primera vez. Pero como, para conocer el alcance psicotrópico del colocón, Hoffman salió a pasear en bicicleta, esta historia se cuenta cíclicamente cada 19 de abril, el peso de esta fecha recae cada vez más en los pedales que en las drogas. Hoy se organizan carreras, hay conciertos y se dan charlas sobre movilidades alternativas.
Lo cual nos ha dado la idea de hacer algo parecido en la web de ICON: una suerte de debate que se pregunte cuál es el estado real de la bicicleta, ese invento que está atrapado en un limbo entre medio de transporte, complemento de moda y declaración de principios ideológicos.
Las numerosas personas que critican su creciente uso en ciudades, ¿son parte de la oligarquía de la lycra que antes se creía con control absoluto de la cultura ciclista? Y los que usan las bicicletas en las ciudades, ¿lo hacen por convicción propia? ¿O están siguiendo una moda? ¿Qué hay de realidad en el uso de la bici?
Publicamos hoy dos textos sobre el asunto. Cada uno defiende una tesis contraria: uno defiende a los hipsters de la bici; el otro los acusa de haberla corrompido. La idea no es pensar que así daremos con una verdad absoluta y objetiva que, en el dudoso caso de que exista, estaría en el medio. La idea es dejar que los lectores puedan apoyar uno u otro texto usando el Me Gusta de Facebook, tuiteándolo y la sección de los comentarios.
Pueden leerlos màs abajo
Una ciudad sin bicis no tiene sentido
Escrito por Pablo León, autor del blog I love bicis en EL PAÍS y apasionado portador de su bici por las calles de Madrid, celebra que las bicicletas se hayan liberado de quienes solo las entienden como herramienta para el deporte y estén en pleno proceso democratizador. "Apoyada en las connotaciones del movimiento hipster, la bicicleta, un invento del siglo XIX, se ha convertido en la sensación de las ciudades del siglo XXI", anuncia. "Es algo que los más deportistas, con sus bicis caras, sus piernas rasuradas y su lycra de colores fluor, nunca consiguieron".
Menos postureo y más ciclismo
Redactado por Pablo García, periodista y defensor a ultranza de la bicicleta como herramienta para que grandes atletas puedan realizar proezas en los tours de cada verano. También le admite un segundo uso accesorio: que la gente de a pie la use con el mismo fin. Su punto de partida es un reportaje en la Vogue francesa en la que se habla de los hábitos bicicleteros de Elsa Pataky. "A ella, única celebridad española en biciclo incrustada en la revista, le podría pasar lo que al resto del universo del postureo fashion español –la bici retro de piñón fijo de cientos de euros, la cesta de mimbre–: que decoran pero no pueden generalizar tan sana práctica en nuestras ciudades, la mayoría desprovistas de carriles diferenciados".
Consideramos que el texto con mayor grado de interactividad en redes sociales será el ganador de este peculiar combate.
http://elpais.com/elpais/2014/04/18/icon/1397844195_747285.html
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Una ciudad sin bicis no tiene sentido
Hasta hace poco, la bicicleta era propiedad de una oligarquía vestida de lycra que conocía el vehículo muy técnicamente y que solo lo entendía en el campo
El ciclismo urbano puede resultar irritante pero ha conseguido democratizarla
Postura contraria: Menos postureo y más ciclismo
El debate: ¿Para qué sirve una bicicleta?
PABLO LEÓN 18 ABR 2014 - 18:22 CET38
Hoy es el Día de la Bicicleta, y para conmemorarlo, en ICON hemos preparado un debate sobre el estado de la bicicleta como los que se harán por todo el planeta: mucha gente critica a quienes usan este invento en la ciudad porque, dicen, solo están siguiendo una moda urbana. Y estos ciclistas urbanos se defienden diciendo que sus críticos son parte de la oligarquía de la lycra que se creía en control absoluto de la cultura de los pedales. Así, el invento está ahora atrapado en un limbo entre ser un medio de transporte, complemento de moda y declaración de intenciones, en la ciudad. Estos párrafos defienden su uso por parte de urbanitas con pantalones pitillo, que ha democratizado a la bicicleta. Aquí hay otro que defiende lo contrario: la bicicleta, ese objeto con simpáticos aires de clase trabajadora y procuradora de inolvidables momentos entre deportistas de élite, se ha desvirtuado en manos de los hipster. El lector puede apoyar aquel con el que más coincida. Consideraremos que el texto con más Me Gusta en Facebook y tuits será el ganador. Disfruten de su poder con responsabilidad.
Antes la crisis de los cuarenta se pasaba con un cochazo, unos implantes capilares y horas de gimnasio. Teniendo en cuenta el número de hombres de entre 35 y 44 años que empezó a comprarse bicicletas de más de mil euros, mallas de colores y a depilarse las piernas, la crisis de la mediana edad en el siglo XXI se supera con una bicicleta. Estos tipos que se embuten en mayas para ir a pedalear los fines de semana tienen hasta un nombre propio: mamil (middle age man in lycra, que traduciríamos como "Hombre de edad media con lycra"), un concepto cercano a las madres cuarentonas de buen ver (milf), pero sin tanto sex appeal. Los globeros, como se denomina en castellano a estos domingueros que pedalean con maillot, siempre han creído defender las esencias de la bicicleta: conocen los detalles mecánicos de su vehículo; salen a entrenar, sobre todo el fin de semana, y solo consideran ciclistas a los de su especie. Suelen coger el coche para llegar hasta un campo aledaño a su ciudad o a una zona rural para recorrer kilómetros y kilómetros de carretera. El resto de la semana no tocan la bicicleta más que para abrillantarla y sienten un profundo desprecio hacia los ciclistas urbanos.
Cuando los urbanitas, vestidos con estilo, comenzaron a rodar por la ciudad, cambiaron las ideas asociadas a la bicicleta. Gracias a esa asociación entre lo moderno y los pedales, la bicicleta se ha hecho más atractiva. Los más clásicos, viendo peligrar su trono, contratacaron diciendo que eso no era ciclismo de verdad.
Mientras estos tipos canalizaban sus frustraciones a golpe de pedal, empezó a extenderse por el mundo la plaga del ciclismo urbano. Los bicicleteros de ciudad son la antítesis de los mamil: visten de cualquier manera, llevan bicicletas viejas o sin cambios –que, para irritación de los hombres de lycra, denominan vintage o fixie, respectivamente–, no se afeitan y, en ocasiones, en contra del paradigma de vida saludable asociado a la bicicleta, incluso fuman, beben o más. En el último lustro, los ciclistas urbanos no solo han colonizado metrópolis y ciudades, de Nueva York a Sevilla, sino que se han convertido en tendencia. Han hecho de la bicicleta un vehículo cotidiano, un objeto de deseo y le han otorgado un poder casi identitario. Apoyada en las connotaciones del movimiento hipster, la bicicleta, un invento del siglo XIX, se ha convertido en la sensación de las ciudades del siglo XXI. Algo que los mamil, con sus bicis caras, sus piernas rasuradas y su lycra de colores fluor, nunca consiguieron.
Así, la bici ya no es solo el vehículo de hippies, jóvenes, altermundistas, ecologistas, pobres o locos sino que también la usan actores, políticos, DJs, periodistas o artistas. La moda de la bici ha licuado el estereotipo del ciclista así como muchos de los prejuicios que rodeaban al vehículo. También ha abierto el camino a que muchas personas la prueben.
Y cuando alguien se sube al sillín, le cuesta bajarse. Primero se ven seducidos por la bici; luego descubren la eficiencia, la economía o la salud. La velocidad media de un coche en ciudad es de 18 kilómetros por hora. En Madrid se queda en 13. Un ciclista urbano puede alcanzar, de media, los 15. Por otro lado, si en la capital se usara la bici al nivel de Copenhague, donde 26 de cada 100 desplazamientos diarios son a pedales, se crearían 3.700 empleos y se salvarían unas 200 vidas al año. Si se extrapolara a toda Europa, aparecerían 76.000 nuevos puestos de trabajo y se evitarían 10.000 muertes, según la Organización Mundial de la Salud.
Si en la capital se usara la bici al nivel de Copenhague, donde 26 de cada 100 desplazamientos diarios son a pedales, se crearían 3.700 empleos y se salvarían unas 200 vidas al año
Todo esto es relevante, pero, en una sociedad dominada por la estética, hay que tener en cuenta el poder de la imagen. Los mamil se declaraban ciclistas auténticos y hacían apología de la bicicleta con una ropa que parecía un ridículo disfraz. Cuando los urbanitas, vestidos con estilo, comenzaron a rodar por la ciudad, empezaron a cambiar en el imaginario colectivo las ideas asociadas a la bicicleta. Gracias a esa asociación entre lo moderno y los pedales, la bicicleta se ha hecho más atractiva. Los mamil, viendo peligrar su trono, contratacaron diciendo que eso no era ciclismo de verdad, que era una moda pasajera e incluso les acusaron de fomentar prácticas peligrosas en base a la oposición de los ciclistas urbanos a la imposición del casco obligatorio.
A los pedaleantes de ciudad poco les importó. A muchos no les interesa hacer kilómetros desde el sillín. Otros se reconocen simplemente como ciudadanos que van en bicicleta. No les importaba porque sabían que, cada día y de manera casi inconsciente, extendían el virus de la bici con sus velocípedos de otra época y vestidos con chaquetas del sastre Timothy Everest, pantalones commuter Levi's o zapatillas de inspiración retro Le Coq Sportif. Los mamil ya no son los paladines del pedal; su tiempo ha pasado.
Los nuevos embajadores de la bicicleta llevan pantalones pitillo. Barba 1- Lycra 0.
http://elpais.com/elpais/2014/04/18/icon/1397838157_992711.html
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Menos 'postureo' y más ciclismo
La 'bici' era algo sencillo, cómplice con la clase trabajadora. Ahora es un complemento de moda urbana. ¿Nadie va a reivindicarla?
Postura contraria: Una ciudad sin bicis no tiene sentido
El debate: ¿Para qué sirve una bicicleta?
PABLO GARCÍA BLANCO 18 ABR 2014 - 16:56 CET24
el Día de la Bicicleta, y para conmemorarlo, en ICON hemos preparado un debate sobre el estado de la bicicleta como los que se harán por todo el planeta: mucha gente critica a quienes usan este invento en la ciudad porque, dicen, solo están siguiendo una moda urbana. Y estos ciclistas urbanos se defienden diciendo que sus críticos son parte de la oligarquía de la lycra que se creía en control absoluto de la cultura de los pedales. Así, el invento está ahora atrapado en un limbo entre ser un medio de transporte, complemento de moda y declaración de intenciones, en la ciudad. Aquí hay otro que defiende lo contrario: a base de pasearla por ciudades, se está democratizando. El lector puede apoyar aquel con el que más coincida. Consideraremos que el texto con más Me Gusta en Facebook y tuits será el ganador. Disfruten de su poder con responsabilidad.
Qué quieren que les diga: me estimulan más los 250 kilómetros que este domingo se meterán los ciclistas en la Amstel Gold Race –clásica holandesa por excelencia consistente en dar vueltas alrededor de la única zona accidentada del llano país calvinista– que abrir el Vogue y ver a Jessica Alba posando sobre una de esas antiestéticas bicis que dispone el Ayuntamiento de París para el público. Probablemente, y a diferencia de lo que sugieren los pies de foto de la revista, ni esta actriz ni las otras 12 que aparecen son usuarias habituales del velocípedo, ni fomentan con su posado una correcta movilidad urbana. “Helena Christensen es otra de las celebrities que suele desplazarse sobre dos ruedas en Nueva York”, se puede leer. Ya.
El universo 'fashion' de la bici –el piñón fijo tan 'retro' que vale cientos de euros, la cesta de mimbre– no puede generalizar la sana práctica del deporte en nuestras ciudades, la mayoría desprovistas de carriles diferenciados
No serán Elsa Pataky o Naomi Watts las que ayuden a regenerar el malhadado estado de nuestro ciclismo. Pretensión absurda, por ingenua: nosotros no tenemos el Vélib parisino que Vogue usa en este caso para vender. De hecho, a la Pataky, única celebridad española en biciclo incrustada en la revista, entre la cuarentona Schiffer y la británica Alice Dellal, le podría pasar lo que resto del universo postureo fashion español –la bici retro de piñón fijo de cientos de euros, la cesta de mimbre–: que decoran pero no pueden generalizar tan sana práctica en nuestras ciudades, la mayoría desprovistas de carriles diferenciados. Para ser justos, no todas, como señala la OCU: Sevilla a la cabeza en movilidad, Madrid a la cola. La capital es una urbe deleznable para pedalear, como cualquiera puede comprobar, aunque algunos no piensan como yo.
¿Que la bici está de moda? Que le pregunten a nuestro puñado escaso de ciclistas treintañeros que lo han ganado (casi) todo y ya huelen la jubilación sin atisbo de relevo. ¿Acaso alguna vez fue popular este deporte en España? Con Perico e Induráin solía serlo el Tour de Francia, pero yo tengo otra versión: las carreteras belgas de Flandes y de las Ardenas, o del Tour y del Giro, son una fiesta cuando hay competición. Los estudiantes flamencos salen a toda mecha del instituto para asistir a la E3 Harelbeke o la Flecha Brabanzona, dos portentosas clásicas del pavés. Durante la Vuelta a España, en cambio, nuestros arcenes dibujan un triste erial, con la honrosa excepción del País Vasco, donde las cunetas se atestan de aficionados. Seré yo el raro, que veo el ciclismo sin echarme la siesta y todavía distingo en este deporte un aura de working class hero, aguado, es verdad, por un historial de bolsas de sangre y drogas.
Las opciones del ciclismo patrio para la Amstel se reducen a dos corredores: el barcelonés Purito Rodríguez (plata en Florencia), 35 años y rey de la anaerobiosis, y el murciano Alejandro Valverde (bronce), a punto de hacer 34 y rápido como una flecha, aunque tácticamente un desastre. Añádase al dúo el nombre de Alberto Contador (32 años en diciembre) y habremos cerrado la lista de aspirantes nacionales para todas las demás pruebas.
¿Que la bici está de moda? Que le pregunten a nuestro puñado escaso de ciclistas treintañeros que lo han ganado (casi) todo y ya huelen la jubilación
Tres nombres. Cualquier éxito fuera de este trinomio será una grata casualidad esta temporada. La deuda de la federación de ciclismo se ha convertido en estructural para un deporte que precisa de una fuerte inversión y paciencia, y nadie confía en que ésta pueda siquiera reducirse, lamenta el presidente José Luis López Cerrón. Los equipos regionales están ahogados. La única escuadra en la máxima categoría es el Movistar, lógicamente respaldada por un potente patrocinador. Deporte base en España significa fútbol.
Además, España sigue sin luchar contra el dopaje. Y eso pesa: Alejandro Blanco, presidente del COE, cargaba recientemente contra el pasaporte biológico y se quedaba tan ancho, como si el ridículo de Madrid 2020 no sirviera para extraer lecciones. Y esto decía también hace poco el seleccionador nacional de ciclismo y paisano mío, Javier Mínguez: “hay que ser serios y saber distinguir entre el dopaje y el positivo, que puede dar cualquiera por una tontería”. ¿Por una tontería como inyectarse sangre propia, por ejemplo?
Este es el presente, aunque cuidado: no todo está perdido. Por eso de tratarse de un deporte blue collar, a uno le asaltan tendencias apátridas, por no decir antipatriotas. Hay una buena hornada de jóvenes colombianos (Quintana, Betancur, Urán) y polacos (Kwiatkowski, Maajka) abriéndose paso en el pelotón; hay mucho viejo rockero, no solo la representación española, que se resiste a morir (Gilbert, Cunego); hay muy buenos corredores, por lo general, y especialmente hay una semana apasionante que arranca mañana en Maastricht, continúa el miércoles en Huy con la Flecha-Valona y se corona el domingo que viene en Lieja con un monumento de tomo y lomo.
No sé si lo verán por Teledeporte, pero feliz día de la bici.
http://elpais.com/elpais/2014/04/18/icon/1397832972_563270.html
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