domingo, agosto 21, 2016

Ladrillo del Ironman vineman california USA por el gran josè luis belmonte


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José Luis Belmonte García

IRONMAN VINEMAN
Me gusta leer crónicas de gestas deportivas que populares como yo consiguen completar y gustan de compartir en redes sociales. Algunas consiguen plasmar con tal realismo su desarrollo que es fácil mimetizarse en el texto y experimentar casi en propia carne lo vivido por el autor. Sin embargo, no soy capaz de elaborar una crónica en esos términos y creo que aburriría al personal si expusiera lineal y cronológicamente qué ocurrió, cuándo y cómo. Por el contrario, me siento más cómodo y relajado escribiendo de forma desordenada lo que me viene a la mente en cada instante, aunque haga demasiadas concesiones a la cursilería, me desvíe del tema principal e incurra en incongruencias textuales.
Si en otras ocasiones he sido capaz de escribir algo sobre mis carreras, ¿cómo no hacerlo de ésta, tan especial y grandilocuente, tan planeada, soñada e irrepetible? ¿por qué no dejar testimonio de lo vivido, aunque sea para que mis descendientes lejanos conozcan las aventuras del abuelo Pepe? Además, son varios los compis de batallitas que quieren saber más sobre la carrera, depositar en mi criterio la decisión de hacer el esfuerzo económico de un viaje tan costoso y de una prueba que requiere tanta dedicación y entrega.
Pero lo cierto es que han pasado tres semanas y no sé qué escribir, no encuentro una idea original en torno a la cual pueda articular un texto ameno y con sentido propio que justifique el tiempo necesario para su lectura. Así que me lanzo al teclado a ver que sale.
(Ésta es tu última oportunidad para dejar de leer lo que sigue).
Hace casi un mes (30 de julio) que completé mi última prueba de triatlón, distancia Ironman, y no una cualquiera. Tuve el privilegio de viajar a California y participar en una de las carreras más emblemáticas, y la más antigua, del circuito de carreras de este tipo en suelo americano, el IM de Vineman, en el valle de Sonoma, cuna de los viñedos californianos, algo así como la Rioja y Ribera del Duero, y por qué no, mi cercano Medio-Vinalopó, en versión yanqui.
Empezaré por el final: cruzar la meta de un IM se supone que constituye una experiencia casi mística, un instante que es la eternidad, un segundo que es como un archivo Zip que contiene todo el trabajo y esfuerzo que ha costado llegar hasta esa alfombra, una ponderación de tu fortaleza física y sobretodo mental, una metáfora de la vida, tan fugaz y etérea que se diluye antes de que tomes el primer trago de agua unos metros más adelante. Todos hemos visto imágenes muy emotivas y motivadoras de populares cruzando esa meta, gente normal, aficionada, sin más pretensión que llegar a meta aunque sea fuera de control de tiempo. Y en Estados Unidos es muy habitual encontrarte en estas carreras de larga distancia a gente de toda condición y edad, desde gente muy mayor (+70 años) a señoras muy entradas en carnes que no se acomplejan y se enfundan un mono bien ceñido (siempre una o dos tallas más de la real). Llegan ya de noche, son los auténticos héroes de la carrera, los que menos cualidades físicas han heredado pero los que mayor ejemplo de coraje nos ofrecen.
Servidor suele llegar a meta en tierra de nadie, cuando todavía el sol reposa sobre las colinas y está a punto de iniciar su ocaso, pero la oscuridad no es suficiente para que te enciendan los focos y disfrutes de la parafernalia audiovisual instalada para el evento. Son horas en que los familiares todavía andan animando a los suyos en los kms con sombra del trayecto del maratón, las gradas de meta están casi vacías y el speaker se ha sentado a comerse un bocata de chorizo (o más bien, un hot-dog, que estamos en USA). Circunstancias éstas que convierten mi supuesta experiencia religiosa en una suerte de estabulación de ganado con visera y gafas Okley hacia el corral de avituallamiento: “parada, foto, medalla, gorra, camiseta fínisher, ¿está ud bien? Dígame su nombre y edad…, siga hasta el fondo, congratulations!” No sé llorar cuando acabo un IM, lamento mi sosería.
El valle de Sonoma constituye junto a otros dos valles la zona vitícola , o vinícola, o vitivinícola de Estados Unidos. Uno, que ha visitado zonas similares en España o Italia, no puede sino asombrarse de la extensión vastísima que ocupan las vides a lo largo de millas y millas en este rincón al norte de San Francisco. Más de doscientas bodegas con sus correspondientes propuestas turísticas, catas y visita a instalaciones, ora a caballo, ora en globo, no son el pre-operatorio ideal para realizar, tres días después, un ironman, así que optamos por una oferta más bucólica, y con nuestro Ford Fiesta alquilado recorrimos todo lo recorrible en un radio de 300 kms durante nuestra estancia.
Lamento destruir el tópico que tienen ustedes sobre California: playas, surfing, vigilantes de la playa y los Beach boys de fondo. El norte de California presenta un paisaje y fisonomías que suponen la transición entre la imagen desértica de las zonas del sur, secas y muy soleadas, y la frontera con Canadá, con profundos y espesos bosques y temperaturas suficientemente frías para un oriundo del Mediterráneo. El de Sonoma es un valle flanqueado por diversos sistemas montañosos que lo aíslan de las corrientes del Pacífico al oeste y del clima continental que viene por la autovía desde Reno. Los viñedos se distribuyen geométricamente, casi trigonométricamente a lo largo de las laderas hasta los pies de esas montañas, que lejos de ser cúspides áridas, son la base en la que bosques harto frondosos, con árboles gigantescos, sequoyas y todo tipo de arbustos y vegetación purgan por los rayos del sol allá arriba en la vertical. De repente, te introduces en ellos y se hace la oscuridad, el espectáculo es fantasmagórico: troncos de diámetros imposibles, riachuelos que se intuyen por entre las lianas, cadáveres de sequoyas que reposan apelmazadas sobre el musgo húmedo y negro, y toda una orquesta de sonidos de la fauna autóctona que te escudriña desde su escondite. Al cabo, una espesa niebla empieza a atravesar el poco aire que queda entre tanta vegetación, es el anuncio de que el Pacífico está ahí, a pocos kms. A medida que avanzas hacia la costa, una bruma espesa anticipa la proximidad de esa bestia de la naturaleza que inspira cualquier cosa menos paz. El Pacífico en estas latitudes muestra un aspecto Dickensiano: tonos grises, rocas afiladas que sobresalen a pocos metros de la orilla, olas pesadas y lentas que chocan contra los acantilados. A penas se ve el sol, la niebla siempre está presente. Sólo el gemido de las morsas y osos marinos irrumpen en el eco de la fuerte brisa que penetra en la costa. Naturaleza salvaje que amedrenta y aplaca el alma.
¿Ironman? Coña! Olvidé que esto iba de hablar de triatlón!
Y como estamos en U.S.A., aquí siempre se entona el himno nacional antes de cada acontecimiento deportivo o cultural, en un ritual que puso tiesos hasta los cuervos que sobrevolaban la orilla del Russian river, o pequeño río con nombre desafortunado, imagino durante la guerra fría, que revela que en una época no muy lejana los rusos estuvieron ocupando estas tierras hasta que fueron expulsados por los nuevos colonizadores con la ayuda de indígenas locales, pero esa es otra historia que no procede ampliar aquí, aunque os adelanto que a pocos kms del epicentro de esta historia existe un pueblo llamado Sebastopol, (¿sería posible encontrar un Boston, o New Jersey en la Rusia de Putin?).
Y yo, como siempre en estos momento previos a la carrera, aprovecho la interpretación del “The star-spangled banner” (o bandera tachonada de estrellas) para hacerme pipí debajo del neopreno en esa playa de cantos rodados que pronto se calientan con mi líquido elemento bajo la mirada sospechosa del que está a mi lado cumpliendo con la patria a la par que sintiendo el calorcito en sus pies. Sí, qué pasa!, me meé encima, todos lo hacen en los triatlones, y el que lo niegue, está mintiendo o va deshidratado.
Cañonazo y estampida hacia el río al son de “Born in de iuesey” del boss, aunque mentalmente yo prefiero entonarme una de Deep Purple, que me pone más.
Joder! Sale vapor de la superficie del río! El contraste térmico entre la masa líquida (22ª) y la temperatura ambiente a las 6:30 AM (10º) otorgan un aspecto londinense a la natación que da “yuyu” meterse ahí. Nos advirtieron de que la profundidad del río no era demasiada y lleváramos cuidado en algunos tramos, ¡pero leches!, a mitad de natación, al sacar la cabeza para respirar, veo a algunos triatletas corriendo, no como Jesús por encima del mar muerto sino sobre el fondo fluvial que a esas alturas no superaba los 50 cms. ¡No me lo puedo creer! Estoy tocando con mis dedos el fondo del río en cada brazada, qué hago, ¿me incorporo y corro unos metros hasta que el agua cubra hasta mi ombligo? Ni me atrevo a pensarlo, me desvío un poco y encuentro una estela suficiente para dar brazos.
La natación se desarrolla en un pueblito llamado Guerseney, a unos 30 kms de la 2ª transición (o T2) y de la meta, en Windsor. Se trata de una pequeña avenida y algunas calles adyacentes que viven exclusivamente de las actividades deportivas y de pesca en el río. Pregunto la víspera de la carrera dónde podría comer unos espaguetis (por aquello de la carga de carbohidratos) y me mandan a un sitio con un simpático nombre: “Betty spaguetty”. Cuando lo encuentro, lo hago en el interior de un complejo vacacional exclusivo para gays; lo que ocurrió a continuación prefiero contarlo en mis memorias…
Así que recalamos en donde siempre, una fonda mejicana que solo ofrecían tacos, nachos, burritos y picante por doquier. ¡Carga de hidratos perfecta!
Al acabar la natación, cuando me dispongo a coger mi bolsa con la logística para el sector ciclismo, en unos instantes en que el corazón se te escapa por el esófago, y tu cuerpo todavía arrastra el vaivén del gesto natatorio, dos voluntarias adolescentes me abordan, me secuestran y me obligan a ser atendido para desprenderme de mi neopreno. Lo que habitualmente es una operación rápida, mecánica y ensayada, se convierte en un pirueta bochornosa: las dos cheersladys tiran cada una de ellas de una de mis extremidades mientras yo estoy en el suelo maldiciendo que ésta sea la primera vez que estoy con dos mujeres a la vez y sea de esta guisa. Me extraen el neopreno como si fuera la piel de un conejo, gesto que tantas veces vi ejecutar con maestría a mi abuela en el patio de su casa y ahora resulta una operación humillante. Supero el trance (está grabado, por cierto), y me disfrazo de ciclista. Hace frío, ¿qué me pongo? ¿Manguitos, chaquetilla, bufanda..? Miro a mi alrededor y compruebo que todos salen casi en pelotas, ¡joder con los yanquis! No puedo hacer más el ridículo después del numerito de casquería de unos metros atrás. Hago lo que todos y salgo disparado en busca de mi bici. Encontrar tu bici entre más de dos mil, aunque estén numerados los boxes, se convierte en una suerte de camarote de los hnos. Marx en que todo el mundo corre desbocado, con una zapatilla puesta, la otra colgando, el casco del revés, las cremalleras abiertas y pisotones como en un Domingo de Ramos. Pero el reglamento del triatlón es muy estricto y riguroso: prohibido montarse en la bici hasta después de esta línea, ¿qué línea? ¿esa de allá arriba? ¡Serán cabr…! Sprint descalzo por una cuesta de fango hasta la línea que delimita el inicio de los 180 km que nos esperan ahí fuera. Allá vamos…!
Alquilé una bici por casi el mismo dinero que me cobraban por traer la mía desde España. Además, confieso que soy un inútil integral en el montaje de bicis, asignatura que algún día habré de superar. Pues eso, te preparas durante meses con una cabra (bici de triatlón en el argot friki) y el día M te lías con otra, en una puesta de cuernos que necesariamente debería acabar en los juzgados. “Vamos a llevarnos bien, amiguita; tú me llevas a meta y yo prometo no usar mucho el cambio de marchas y las pastillas de freno”. El pacto funciona, la Scott se porta dignamente y cumple con su labor, el único que no da la talla soy yo..; aún puedo oír la guasa de la cabrica: “la semana pasada estuve en el IM de Canadá y el que me montó sí era un IM de verdad y no un damiselo como tú, mariquita!”
Ciento ochenta kilómetros de bici dan para mucho pensar, casi 6 horas de diálogo interno; ni me acuerdo en qué pensé. Un circuito idílico, atravesando campos de viñedos, bosques, veredas, llanuras, prados, mucha sombra, pocas bicis, velocidad en la cara, comer, beber y pedalear, paciencia y a intentar llegar con fuerzas a meta. Tan solo se trata de hacer deporte, lo que más nos gusta, durante todo un día, me siento afortunado.
Por mucho que tenga de científico, entrenar para un IM, o para cualquier prueba deportiva creo yo, es como lanzar un Tomahawk sin GPS seis meses antes y a miles de kms, y pretender dar en la diana. Si aciertas en ella, ganas la guerra, si te desvías, los daños colaterales pueden ser catastróficos. Así que decidí ponerme en manos de alguien que considero uno de los mejores en esto, Jaime Menéndez Jaime Menendez De Luarca y depositar en sus manos la responsabilidad de disparar ese misil. ¿Acertó?
Cuando te bajas de la bici tras seis horas, encima de un sillín de pocos cms que te aplasta lentamente el perineo, y vas en una posición de acoplado buscando la mejor aerodinámica posible, el cuerpo no te pide precisamente ponerte unas zapatillas y echarte a correr, ahora con 30º a la sombra y a la hora del café.
Me reciben de nuevo dos voluntarias, una que me coge (“agarra”, para mis amigos argentinos) la bici y la otra que me entrega mi bolsa con las zapatillas y demás material para correr. Si hace unas horas la imagen de dos señoritas sobre mí arrancándome el neopreno me sugería pensamientos obscenos, ahora no tengo fuerzas ni para otear el pompis de las chavalas, sí, ¡qué pasa!, también le miro el culo a las mujeres!, y el que no lo haga, o es un mentiroso, o está deshidratado o no encuentra la llave para salir del armario…
Tras unos minutos en los que me calzo, me pongo cremita, me pego un chute de ventolín y bebo agua de una botella de 2ª mano que encuentro junto a mi silla, salgo de la carpa e inicio el último escollo para completar esta locura; por delante 42km distribuidos en 3 vueltas de 14km. Miro mi crono y llevo 7h de competición, pienso que puedo bajar de 11h si me porto bien y no hago locuras.
Windsor es un pueblo típico americano cuya fisonomía se repite en los miles de pueblos del país, y que nada tienen que ver con los pueblos europeos, como el mío mismo, donde los siglos y la arbitrariedad de sus habitantes han provocado que la mayoría de los pueblos presenten un aspecto desordenado, caótico, caprichoso y muy concentrado. En USA los pueblos presentan la siguiente distribución: una serie de calles céntricas trazadas perpendicularmente donde se concentran la mayoría de tiendas y servicios, y en torno a ellas se distribuyen barrios residenciales donde casas unifamiliares se disponen linealmente, todas con un jardín posterior, entrada de garaje, bandera americana y su típico buzón en forma de túnel que, milagrosamente todavía se usan. Cientos de casas, casi idénticas, con cierto aire victoriano que recuerdan a las películas del oeste que tanto hicieron por mi generación. No encontraréis ni un solo bloque de viviendas a lo largo de USA salvo en el “down-town” de las grandes urbes.
Acabo mis primeros 14 km en 1h14’, pero me doy cuenta de que el circuito es muy ondulado y con muchas subidas y bajadas que muscularmente resultan muy dolorosas y pronto pasarán factura. Comienza el IM de verdad, el famoso “walking dead” de los IM aparece desde muy temprano, decenas de triatletas sucumben a la dureza del circuito y a la canícula de la tarde. Avituallamientos cada 2 km facilitan que la tragedia no sea mayor. La parada en cada uno de ellos es obligada, aunque sea solo para coger hielo y metértelo bajo el mono, para que se derrita lentamente y te ayude a bajar la temperatura del cuerpo. La carrera se desarrolla por una carretera entre dos vastas extensiones de viñedos (un poco hasta los huevos ya de tanta uva a estas alturas), solo un par de km con árboles que proporcionan una sombra providencial y el resto, ¿no querías sol californiano?
En cada giro de cada vuelta de 14 km volvíamos al punto de inicio, un parque donde centenares de familiares disfrutaban de su picnic mientras nosotros disimulábamos que corríamos excelsamente, con el pecho erguido y un braceo elegante, pirueta ésta que adoptaba su postura real nada más salir del parque: caminar lento, hombros caídos y mirada al asfalto, que para más inri, presentaba un peralte de velódromo en gran parte de su recorrido que ladeaba nuestros cuerpos lo justo para que las ampollas de los pies rozaran con más fuerza en cada pisada. Todavía tengo la huella de esas ampollas en mis pies, ¿quieren foto?
Ecuador del maratón, las cábalas, los cálculos, las previsiones, las estrategias, todo salta por los aires a partir de este momento, ya nada importa, me da igual mi marca, solo quiero llegar a meta, que se acabe esa agonía, es absurdo todo esto, la frase de siempre: ¡“qué coño hago yo aquí”!
Solo cuando adviertes que la meta está a 500 metros, aciertas a incorporarte, a ajustarte la gorra, el dorsal y el careto para salir bien en la foto, inexplicablemente te pones a correr como si nada hubieras hecho antes, incluso te atreves a corresponder a los niños que te invitan a un “hi five” de rigor. Veo el arco de meta, veo el logo IM de grandes letras rojas que tanto me subyuga, oigo las palabras del speaker: “Jouse Louis Belmounti from espein, yu ar an aironmen”, no, soy gilipollas por hacer estas cosas.
El IM de Vineman viene realizándose desde 1990 como carrera independiente, aislada de los grandes circuitos de pruebas franquiciadas, y con el atractivo y sabor de ser una prueba con sabor doméstico en la que un grupo de voluntarios del pueblo decidieron en su día organizar esta prueba y con los años adquirió un gran prestigio convirtiéndola en prueba obligada para los aficionados del USA. Solían participar una media de 500 triatletas. Pero el pasado año, la franquicia IM compró la prueba y pasó a formar parte del circuito de la prestigiosa marca, hoy en manos del grupo chino Wanda. Así que pasaron en un año de 500 a más de 2.000 participantes. Hay que recordar que es la franquicia que te ofrece la posibilidad de clasificarte para el campeonato del mundo de IM que se celebra en Hawái cada octubre, campaña ésta desechada por mí desde el minuto uno. Yo, con purgar mis pecados un par de veces al año, tengo ganado mi campeonato particular.
Este incremento en el número de atletas no fue bien ponderado por la organización, y en ciertos aspectos y momentos de la prueba, los recursos resultaron insuficientes y hubo que improvisar sobre la marcha. Detalles que omito y que explicaré con detalle a quien decida cruzar el charco. No obstante, soy poco exigente y quedé satisfecho con la prueba, tenía lo necesario e imprescindible para poder competir. Considero que estas pruebas tienen un componente de aventura y de supervivencia que son la esencia que las convierte en gestas, más allá de meras pruebas deportivas.
Tras 11h y 21’, entré en meta en el puesto 225 de la clasificación general y en el 34 de mi categoría de edad. Y primer y único español en participar en la prueba. Creo que el misil dio en la diana.
Combinar deporte y turismo es una de las experiencias más completas e interesantes para quienes nos gustan las dos cosas. No sé si disfruté más de los km que devoramos en coche por la California profunda o de los 226 km de mi triatlón. Ésta no es una crónica de un competidor, de un defensor del “citius, altius, fortius” que estos días nos rodea. Mi batalla es interior, de demostrarme una vez más que puedo con lo que me propongo, que con trabajo y disciplina puedo conseguir mis retos, deportivos o no, de intentar ser ejemplo para los míos, aunque sea difícil de conseguir y no entiendan mis locuras. Semillas cuyo fruto esperaré en silencio y paciencia.
Gracias

https://www.facebook.com/joseluis.belmontegarcia

NAME COUNTRY DIV RANK OVERALL RANK SWIM BIKE RUN FINISH
Buckingham, Kyle ZAF 1 1 00:52:46 04:30:39 03:00:13 08:27:58
McDonald, Chris AUS 2 2 00:55:37 04:32:58 03:02:02 08:34:53
Shearon, Jonathan USA 3 3 00:55:38 04:33:41 03:05:11 08:39:24
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Belmonte, Jose Luis ESP 32 225 01:08:56 05:50:54 04:11:41 11:21:52

http://eu.ironman.com/triathlon/coverage/athlete-tracker.aspx?race=Vineman&y=2016#axzz4HyXWJNDT


http://eu.ironman.com/triathlon/coverage/detail.aspx?race=Vineman&y=2016


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July 30th 2016 IRONMAN Vineman Crowns First Champions

Kyle Buckingham and Sarah Piampiano made waves at the classic wine country race, operated this year as an IRONMAN race for the first time.
by Matt Lieto
It was a beautiful day to race on an iconic course in Sonoma County for the 2016 IRONMAN Vineman. The day started with foggy and cool conditions allowing for fast racing, until the sun came out and heat greeted the professionals and age-groupers out on the run course.
Kyle Buckingham takes the men's race
On the men's side the swim was split up pretty quickly and three distinct groups formed that would stay close together for most of the day. Barrett Brandon and Rafael Goncalves led with a 2-minute gap on a chase group containing Kyle Buckingham and Richie Cunningham. A further 2 minutes back were Jonathan Shearon and Chris McDonald.
These groups would stay somewhat intact until midway through the bike when Kyle Buckingham rode to the lead and never looked back. McDonald and Shearon pushed the pace at times closing the gap to Buckingham, but in the end he rode away from his competitors, and came off of the bike with a 5-minute lead on Cunningham and McDonald, a further minute on Shearon and another 4 to Brandon.
Onto the run it was more of the same with Buckingham putting time into his chasers and at one point having over 10 minutes on second place, McDonald. Nearing the end of the run leg McDonald managed to claw back a few minutes, but Buckingham still managed to cross the line with 7 minutes in hand and a finish time of 8:27:58. McDonald finished a steady day with a strong run for second, while Shearon rounded out the podium in third.
Piampiano surges ahead
A trio of three containing Jess Smith, Kate Bevilaqua, and Monica Juhart worked together in the swim to distance themselves from pre-race favorite Sarah Piampiano early in the day. They achieved their goal coming out of the water with a whopping 11minute gap on Piampiano.
The only thing more impressive than the gap they achieved was the quickness at which Piampiano erased it. By 50 miles into the ride, Piampiano was at the front and working her way ahead. By the ride's end she would clock a 4:57 time and net a gap of nearly 20 minutes on Smith, her closest chaser, and 22 on Juhart, in third.
Rumour from the course was that Piampiano was struggling with cramps, but they apparently didn't slow her down. She continued to demolish her chasers and finished with a time of 9:19:05, 44 minutes ahead of second place Ashley Paulson and near an hour on Smith. There is no doubt Piampiano is in good form as we look to Kona in a few months.

Top 5 Pro Men
1 Buckingham, Kyle ZAF 0:52:46 4:30:39 3:00:13 8:27:58
2 McDonald, Chris AUS 0:55:37 4:32:58 3:02:02 8:34:53
3 Shearon, Jonathan USA 0:55:38 4:33:41 3:05:11 8:39:24
4 Brandon, Barrett USA 0:49:19 4:43:24 3:06:53 8:44:17
5 Cunningham, Richie AUS 0:52:54 4:35:24 3:13:50 8:46:39
Top 5 Pro Women
1 Piampiano, Sarah USA 1:08:58 4:57:13 3:07:07 9:19:05
2 Paulson, Ashley USA 1:15:34 5:27:13 3:15:48 10:03:38
3 Smith, Jessica USA 0:57:35 5:29:12 3:45:28 10:17:17
4 Wiens, Kyra USA 1:04:51 5:29:34 3:39:32 10:19:40
5 Cargiulo, Katy USA 1:10:29 5:38:05 3:40:26 10:36:41

http://eu.ironman.com/triathlon/news/articles/2016/07/ironman-vineman-recap.aspx#ixzz4HyZrDkdQ

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